Jordi Carmona tendría unos siete años cuando se sumergió por primera vez en la piscina de l’Escullera. Sus padres le habían apuntado al Club Natació Barcelona (CNB) junto con su hermano para que aprendiera a nadar. «Se hacían como unos cursillos y, si destacabas, el club ofrecía unas becas para que pudieras formar parte de las secciones inferiores», explica en una conversación con el TOT Barcelona. Fue así como entró en el entramado de la entidad, primero como nadador y, al cabo de unos años, como jugador de waterpolo. Este cambio de deporte se convertiría en crucial para su carrera, que hasta entonces compaginaba con los estudios de música en el conservatorio. Carmona debutó con solo 15 años con el primer equipo, donde llegó a ser capitán durante varias temporadas y con quien ganó nueve Ligas y la Copa y la Supercopa de Europa del 1981 antes de su retirada en 1988.
Su palmarés y fidelidad al club -le podríamos considerar un

Como si fueran dos vasos comunicantes, la decadencia y clausura de la piscina emblemática coincide con el inicio del ocaso de la entidad, que a finales de siglo ya había empezado a perder buena parte de la hegemonía establecida durante décadas en el mundo de los deportes acuáticos. La difícil situación económica del club les llevó a finales de los noventa a suprimir la sección femenina de natación, de la cual formaban parte las dos hijas de Carmona, que entonces tenían menos de 10 años. Esta decisión de la directiva forzó al exwaterpolista a abandonar la filiación junto con su mujer -que había sido campeona de Cataluña y ostentaba varios récords internos del CNB en diferentes distancias-, poniendo punto final a una trayectoria de cerca de treinta años como socios. Pocos años después, cerraría definitivamente l’Escullera, a la espera de una reforma que, a pesar de ponerse sobre la mesa en varias ocasiones desde entonces, acabaría posponiéndose por la falta de presupuesto, profundizando en la degradación del espacio.
Un esqueleto irreconocible
Después de más de dos décadas abandonada y clausurada al público, la piscina pionera que dio tantas alegrías al CNB se encuentra por fin inmersa en un profundo proceso de reforma que le tiene que permitir recuperar su esplendor original. La actuación se anunció a principios del 2022, pero no se pudo desbloquear hasta hace cerca de un año, cuando se selló finalmente el acuerdo con el grupo inversor Costa Este, que pondrá casi tres millones de euros para actualizar el espacio. Más allá del apartado estético, el objetivo de esta remodelación es adecuar el recinto para que pueda acoger competiciones deportivas de élite, una premisa que ha obligado a los promotores a convertir esta rehabilitación prácticamente en una reconstrucción completa de las instalaciones.

Según ha podido comprobar el TOT Barcelona, la piscina presenta actualmente un aspecto prácticamente irreconocible. Los operarios han derribado buena parte de la estructura original del recinto, incluido el techo, solo dejando de pie el esqueleto externo y las paredes maestras interiores que vertebraban el espacio. El estado actual de las instalaciones que se puede ver a pie de calle impresiona: las obras han desdibujado completamente su fisonomía y los andamios que llenan tanto el interior como el exterior le aportan un porte de fragilidad que contrasta con la robustez que le dotaba en sus inicios el uso pionero del hormigón armado para su construcción, que tuvo un coste total de 250.000 pesetas. Tampoco hay rastro del gran reloj, parecido al que preside todavía muchas estaciones de ferrocarriles catalanas, que cada día a las dos en punto de la tarde hacía sonar el himno de la entidad a todo trapo hasta el punto que se podía escuchar desde el agua, tal y como recuerda Carmona.

Reforma condicionada por el uso deportivo
Fuentes del CNB consultadas por este medio reconocen que para poder reformar la piscina de l’Escullera siguiendo los parámetros y las dimensiones que marca la normativa se ha tenido que derribar casi todo el interior de las instalaciones. Según defienden desde el club, esta actuación es imprescindible para garantizar tanto el uso deportivo de élite del recinto como la posibilidad que este acoja competiciones oficiales, puesto que las medidas mínimas las fijan las autoridades y federaciones competentes. Sin embargo, la entidad asegura que la remodelación se está haciendo bajo los criterios de conservación del patrimonio y con el objetivo de devolver a la piscina su aspecto original, resaltando su estética característica de estilo art déco.
En cuanto a la previsión de finalización de los trabajos, las mismas voces confirman que la reforma no podrá estar terminada para mediados de este año, como se planteaba inicialmente, sino que las obras se alargarán al menos hasta finales del 2024, de forma que se calcula que se reabrirá al público a principios del 2025. Sobre las razones de este retraso, apuntan que está causado por varios motivos, pero principalmente porque se ha tenido que establecer un orden de prioridades entre todos los trabajos de remodelación que el club tiene en marcha en estos momentos. Así pues, se ha optado por acabar antes los trabajos de la nueva piscina exterior, la renovación de duchas y vestuarios o la habilitación del

La oportunidad para la modalidad marginada
Desde el club consideran que la recuperación de l’Escullera será una buena oportunidad para impulsar la sección de saltos de trampolín del CNB, que actualmente cuenta con una veintena de deportistas federados. Hasta ahora, los saltadores se han visto forzados a entrenar durante el invierno en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat del Vallès (Vallès Occidental) porque en Barcelona no hay ninguna piscina interior donde puedan llevar a cabo su disciplina. Solo estan las Piscinas Municipales de Montjuic, que son al aire libre y están operativas tan solo en la temporada estival.
Con las nuevas instalaciones, el equipo podrá practicar todo el año sin tener que desplazarse a otros recintos fuera de la capital catalana, hecho que también servirá de impulso para las nuevas generaciones que quieran introducirse en este deporte. «Es complicado hacer cantera si no tienes unas instalaciones que lo permitan», remarcan desde la entidad, precisando que el objetivo es que la piscina pueda estar abierta a la ciudad y que se puedan establecer acuerdos de colaboración para que diferentes clubes y deportistas puedan hacer uso del espacio.

Una perversión necesaria?
Hay que recordar que la remodelación de la piscina emblemática y del resto de equipamientos del club ha sido posible gracias al acuerdo ya mencionado con el grupo Costa Este, que en total ha destinado cerca de 16 millones en la reforma de las instalaciones. Esta fuerte inversión permite aligerar la precaria situación económica de la entidad, que durante la pandemia del coronavirus sufrió como otras muchas empresas pérdidas millonarias, a cambio de ceder a la compañía barcelonesa vinculada al ocio nocturno el control de una parte importante del recinto, donde estará ubicado este
Algunos emblemas del club como Carmona -que es biólogo de formación y que después de dejar el waterpolo se dedicó durando cerca de 40 años a la docencia- consideran que este movimiento pervierte en cierto modo la esencia del CNB. «El club antes era un ejemplo de democratización del deporte, había desde gente de la alta burguesía catalana a trabajadores de la empresa Nuevo Vulcano. Este era el verdadero espíritu, pero las diferentes juntas que ha habido no lo supieron cuidar y se fue generando una desafección entre los socios que desemboca en la situación actual. La entrada de este inversor privado supone la muerte de la entidad», asegura contundente el excapitán del primer equipo de waterpolo, que a pesar de la crítica, sí que reconoce que llegados a este punto debía de ser la única opción que tenía la directiva actual sobre la mesa para salvar el club.

Sobre la reconstrucción de la piscina, Carmona recuerda vívidamente la impresión que le hizo ver el estado de degradación que presentaban en 2022 las instalaciones que durante cerca de tres décadas se convirtieron prácticamente en su segunda casa. Fue cuando le invitaron a participar en el acto de despedida del recinto, que tenía que preceder a un inicio inminente de las obras de reforma que acabó posponiéndose cerca de un año. «Estaba completamente abandonada, llena de plantas. No se tendría que haber dejado perder, pero, en la situación que se encontraba, se tenía que hacer todo nuevo», admite.
