Pablo Picasso siempre tuvo una relación muy estrecha con Barcelona. La capital catalana puede presumir de ser la primera ciudad del mundo a la cual el artista malagueño dio una de sus obras. Una cesión que con los años acabaría convirtiéndose en crucial para la creación el año 1963 del Museo Picasso de Barcelona, que inicialmente abrió las puertas bajo el nombre de Colección Sabartés, en honor al secretario personal y amigo íntimo del pintor Jaume Sabartés y Vado y una estrategia para salvar la más que posible censura del régimen franquista, que no habría permitido en ningún caso la apertura de un museo abiertamente dedicado al artista.

Aquella primera pieza abrió el camino para el resto de cuadros, esculturas y grabados que forman parte hoy en día de la colección tan preciada del equipamiento barcelonés, uno de los museos más visitados de la ciudad. Sin embargo, ¿cuál fue el primero Picasso barcelonés y cuál es su historia? ¿Por qué el artista eligió la capital catalana y no su Málaga natal, o París, donde se erigió en un verdadero icono del arte el siglo XX?

Protagonista de un ballet rompedor

La obra en cuestión es Arlequín, una pintura al óleo sobre una tela realizada entre los meses de junio y julio del 1917 que fue uno de los grandes atractivos de la reciente exposición Miró-Picasso. El modelo que encarna al personaje místico de la commedia dell’arte -un género de teatro popular nacido en Italia durante el siglo XVI- es Léonide Massine, bailarín y principal coreógrafo de la compañía de los Ballets Rusos del empresario Serguéi Diáguilev. Massine coincidió con Picasso durante una estancia de dos meses y medio en tierras italianas que sirvió para preparar el ballet Parade. El pintor malagueño había recibido el encargo de elaborar el telón, los vestuarios y el decorado de esta rompedora obra y el figurante era uno de los protagonistas principales.

Después de un estreno muy sonado del ballet en mayo del 1917 en París y de su paso fugaz por Madrid, la amistad entre los dos forjada en Italia hizo que durante su estancia en Barcelona el artista cogiera el bailarín como modelo para la recuperación de la figura del arlequín, que ya había utilizado con frecuencia en su periodo azul, pero sobre todo en el rosa, entre los años 1905 y 1907. Durante la preparación de la representación de la obra disruptiva en el Gran Teatre del Liceu, donde el elenco estuvo desde julio hasta su estreno en noviembre del mismo año, Massine se convirtió también en el coreógrafo principal del ballet, después de la discusión que Diáguilev mantuvo con el hasta entonces director de escena, el reputado exbailarín Vàtslav Nijinski.

'Arlequin' (Leonide Massine), 1917. MUSEO PICASSO BARCELONA / GASULL FOTOGRAFÍA
‘Arlequin’ (Leonide Massine), 1917. MUSEO PICASSO BARCELONA / GASULL FOTOGRAFÍA

Una donación gestada a fuego lento

Todo este contexto hizo que Picasso con esta pintura dejara a un lado el estilo cubista que ya cultivaba desde el 1914 y apostara por una representación más clásica, erigiéndose en una de las últimas obras de la etapa más clasicista del pintor. Como la mayoría de piezas que realizó durante aquellos cerca de seis meses en la capital catalana, Arlequín permaneció guardado durante dos años en el domicilio de su madre en la ciudad hasta que fue cedido para formar parte de la Exposición de Arte de Barcelona que se celebró el 1919.

Esta muestra acabó resultando capital para la futura colección barcelonesa del artista, puesto que esta cesión temporal de la tela para la ocasión acabó convirtiéndose en definitiva aquel mismo año, cuando el artista decide dar la obra al museo de arte de la ciudad, el primer ente público del mundo que contó con un Picasso entre sus filas. Aun así, la posibilidad que la capital catalana pudiera contar con una creación del pintor hacía ya al menos dos años que estaba sobre la mesa. Desde su estancia en Barcelona para el estreno del ballet Parade, varios amigos del artista y personalidades de mundo cultural plantean organizar una colecta para adquirir una obra para el fondo municipal, una propuesta que finalmente no se acaba materializando, pero que indica la ascendencia de su figura entre una parte de la sociedad catalana.

Pablo Picasso en una imagen de archivo / FILMOTECA ESPAÑOLA (Europa Press)
Pablo Picasso en una imagen de archivo / FILMOTECA ESPAÑOLA (Europa Press)

«Aquí a Picasso ya le reconocían en 1917 su trayectoria meteórica y su papel como artista que estaba cambiando el rumbo del arte moderno. También era una figura relevante en la escena parisiense, pero como Francia no tenía entonces museo de arte moderno, no es extraño que acabara eligiendo nuestra ciudad para hacer esta primera donación», señala Elena Llorens, conservadora del Museo Picasso de Barcelona, en una conversación con el TOT Barcelona. Con todo, la intervención que resultó al final decisiva para la cesión de la tela fue una carta que le envió su amigo y también pintor Ricard Canals insistiendo en este sentido. El malagueño accedió, pero, en vez de enviar una de las obras que tenía en París, optó por dejar en herencia a la ciudad una de las piezas que se habían quedado guardadas en el domicilio familiar y que no se había podido llevar con él por la situación bélica que vivía en aquel momento Francia, que dificultaba cualquier traslado de obras de arte a través de las fronteras.

El precedente del Guernica, Las Meninas y el gran gesto

La cesión en 1919 de Arlequín -una elección personal del mismo artista que tardó todavía tres años en exponerse en un museo- abrió la veda a una serie de donaciones que el pintor iría haciendo a lo largo de los años y que servirían para engrosar el importante fondo municipal. Solo nueve años después de entregar esta tela de 117 centímetros de altura por 90 de ancho y en plena Guerra Civil Española, Picasso libró a la ciudad La minotauromaquia, un grabado magnífico considerado como el grande precedente del Guernica. Esta obra coincidió en los archivos públicos con las 22 obras del artista que las autoridades del momento adquirieron provenientes de la colección personal del empresario Lluís Plandiura y también con una serie de 13 grabados principalmente de temática erótica donados en 1953 por el también coleccionista Lluís Garriga y Roig, que no fueron expuestos hasta casi tres décadas más tarde.

Más de 30 profesionales han participado en el traslado | La Costa Comunicación
Más de 30 profesionales participaron en el traslado dobres como ‘Las Meninas’ para la exposición Miró-Picasso | La Costa Comunicación

Con la inauguración encubierta del Museo Picasso de Barcelona en 1963, todas estas creaciones pasaron a formar parte del fondo del equipamiento, con la excepción de 16 piezas de cerámica que el artista cedió al antiguo Museo de la Cerámica y que ahora se exponen en el Museo del Diseño de Barcelona. La muerte de Sabartés cuatro años después precipitó una de las donaciones más importantes que el pintor malagueño hizo a la ciudad: la serie completa de Las Meninas, la revisión que hizo Picasso de la gran obra de Diego Velázquez. «Él era consciente que con este gesto de generosidad enorme convertía a Barcelona y al museo en los únicos del mundo que tienen una serie completa de estas revisiones de grandes obras que hizo el artista», subraya Llorens. La conservadora ve en esta cesión un preludio perfecto a la gran donación que en los setenta haría el artista de la mano de sus sobrinos, que entregaron casi mil piezas que habían quedado guardadas durante décadas en el domicilio familiar y que ahora forman parte del patrimonio de la capital catalana.

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