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El doble castigo de tener un hijo en prisión: «Nos han humillado mucho»

La Carme respira aligerada cuando dice que ya no viaja a Brians II. Ya hace dos meses que su hijo salió de prisión después de cumplir condena. Pero la madre todavía recuerda lo que ha sido una etapa oscura de su vida. Ella no ha estado entre rejas, pero ha sufrido igualmente las consecuencias. Tres cuartas partes de las personas encarceladas, unas 7.700 en todo Cataluña, son de la demarcación de Barcelona. Datos que evidencian que la inmensa mayoría de personas como Carme, familiares de un preso, viven en la capital o en algún municipio del alrededor. Teniendo en cuenta esta realidad, el defensor del pueblo de Barcelona ha analizado esta realidad, a menudo escondida, con un informe en que pone de manifiesto que los familiares de los presos son un colectivo «invisibilizado» que necesita «más apoyo jurídico, psicológico y de orientación».

En el informe, el defensor relata que el encarcelamiento comporta «una destrucción familiar» que provoca «alteraciones psíquicas y del estado de ánimo en cada uno de los familiares afectados». Carme, en este sentido, es bastante clara. «He estado yendo [a la prisión] cada fin de semana; enferma, con calor, frío o lloviendo. Visitas tu hijo porque sabes que le llevas un poco de la calle. Hablas con él e incluso ríes. Pero cuando sales te haces un harto de llorar», explica en conversación con el TOT Barcelona. La prisión es una experiencia «muy dura» y con muchas trabas que «menguan la moral» de muchas familias, añade.

Familiares de presos en prisiones catalanas. Gracia.
La Gracia Amo fundó una asociación de familiares después de la muerte de su hijo a Brians II | Jordi Play

Desde la Asociación de Familiares de Presos de Cataluña aseguran que estas trabas son uno de los «efectos desestructuradores» que tiene la prisión. «Al principio la familia va, pero a veces se acaban cansando porque las visitas no son muy optimistas», apunta al TOT Gracia Amo, que fundó la entidad después de la muerte de su hijo a Brians II. Explica que las familias se sienten cuestionadas, utilizadas y sin voz. Una situación preocupante que, por otro lado, también recoge el defensor del pueblo en su escrito: «Obviamente, todas estas situaciones generan un gran desgaste a las familias, sobre todo cuando tienen una edad avanzada o un estado de salud precario, lo cual acaba provocando que cada vez se vayan espaciando más estas comunicaciones. Es una necesidad imperiosa que la Administración penitenciaria optimice estas condiciones».

Todo ello, tal como recoge el defensor del pueblo, conlleva bastantes problemas para el preso. Jordi Buzón, un abogado penitenciario que conoce el día a día de las prisiones por dentro, explica que los centros penitenciarios tienen unos «efectos devastadores» como la «disuasión» y la «despersonalización». «¿Cómo pretendes que después esta persona se reintegre en la calle si está sin contactar con nadie durante años? Es imposible», explica el abogado, que añade que las personas extranjeras todavía lo tienen más difícil. «Hay gente que está ocho años sin abrazar nadie», concreta a modo de ejemplo.

18.10.2023, Barcelona Familiares de presos en prisiones catalanas. Jordi.
Jordi forma parte de Abogados del Patio, una asociación especializada en derecho penitenciario que nació en la prisión | Jordi Play

Los familiares se sienten «humillados»

El defensor del pueblo detalla toda una serie de carencias que dificultan la convivencia en las prisiones y la comunicación con las familias. Carencias logísticas que no esconden la principal preocupación de los familiares: el trato que reciben tanto de la administración como de las prisiones. «Los cacheos previos a veces pueden ser muy humillantes», deja claro el defensor en su escrito, que pide un trato «digno y adecuado». «Es perfectamente posible suprimir los controles innecesarios (por ejemplo, dejar los objetos personales a las taquillas o someterse a cacheos aleatorios cuando se comunica a través de un vidrio). Y hay que impedir el uso arbitrario de las comunicaciones, como castigo y penalización o como trato de favor, así como las posibles represalias contra el preso a consecuencia de las quejas de las familias», sentencia.

«Para nosotros, las familias, es muy humillante, nos pasan la raqueta y después te tocan durante el cacheo«, explica Gràcia, que no entiende por qué «te hacen sacar los pendientes y relojes» si la comunicación se hace por un vidrio blindado. «Yo he tenido que buscar excusas, últimamente decía que era un reloj médico», insiste Carme, que recuerda que «antes, si te revisaba y te tocaba un hombre, te aguantabas». Esta madre explica otros momentos humillantes de las visitas, como por ejemplo que «solo puedes usar el ascensor con un informe médico, aunque tengas una pierna vendada». Gràcia lo matiza: «Depende de quién te encuentres, hay gente más toca cojones que otras».

Los familiares recriminan la actitud de algunos funcionarios de las prisiones | Generalitat
Los familiares recriminan la actitud de algunos funcionarios de prisiones | Generalitat

Las dificultades no se paran con los cacheos. Los familiares denuncian lo que consideran «los negocios de la prisión», otra manera de humillar. Las llamadas se tienen que pagar, hecho que genera desigualdades dentro del recinto. También critican que el ‘supermercado’ de la prisión se equipare a los precios del establecimiento más próximo, que acostumbra a ser una gasolinera. Y por último, la carencia de intimidad. Los locutorios están enganchados y cuesta sentir el familiar porque todo el mundo llamamiento. En definitiva, el vis a vis, la forma más excepcional de todas, es la única manera de conseguir un poco intimidad. Con este panorama, la forma de comunicación más fiable son las cartas, una forma ya extinguida en las ciudades. Jordi no entiende por qué no se puede usar el correo «si en la biblioteca de la prisión ya hay ordenadores, con los contenidos peligrosos capados».

Los familiares también denuncian que la administración no ayuda con los desplazamientos. Para empezar, hay quien no tiene dinero para los autobuses, un problema si tenemos en cuenta que la mayoría de centros penitenciarios están lejos de las ciudades. Además, los horarios de los que van a las prisiones no coinciden con las horas de visita. «Yo he salido de casa a las 7:30 y he vuelto pasadas las 17 por esta razón», resume Carme. Todo ello genera molestias y malentendidos que aumentan la crispación de algunas familias. La Gracia lo explica con un ejemplo: «Una vez acompañamos la mujer de un preso, que está jodida y va con una muleta. Llegamos cinco minutos tarde, que el preso ya nos esperaba al locutorio, y no nos dejaron entrar. Lo hicieron bajar a la celda, primero, y lo volvieron a subir más tarde. Todo para que al final no nos dejaran verlo. Esto es putear el preso».

Las prisiones esconden abusos a los presos

El defensor del pueblo detalla que los familiares no tienen una «información adecuada, detallada, fiable y mínimamente comprensible». Un hecho que se acentúa cuando el preso recibe un castigo de la prisión. «La información de la familia respecto a la normativa que se aplica a la persona encerrada, así como de la situación en que esta persona se encuentra, es imprescindible para poder ejercer un control de los posibles abusos«, recuerda el informe. Abusos que los familiares tienen claro que existen. «Cuando pegan a un preso y le ha quedado marca, la prisión no deja que la familia lo visite, como mucho un abogado», explica Gràcia. «Y esto si no lo han trasladado, porque si las marcas son muy fuertes lo van cambiando de centro hasta que desaparecen», añade Jordi. Marcas, por cierto, que los entrevistados aseguran que vienen por parte de los funcionarios: «Por eso lo esconden».

Preguntado por esta cuestión, el Departamento de Justicia se limita a defender que trabajan «para garantizar los derechos de las personas privadas de libertad y de su entorno familiar». «Contamos con los trabajadores sociales de ejecución penal que atienden, asesoran, informan y acompañan las familias durante el proceso penitenciario», dicen fuentes oficiales del departamento. La Generalitat defiende que estos profesionales «proporcionan información a las familias de todo aquello que hace referencia al régimen penitenciario» y que, precisamente, fortalecer el vínculo de los internos con las familias «es una de las claves del trabajo que llevan a cabo los profesionales de prisiones». Desde el departamento concluyen que este trabajo da sus frutos porque «ocho de cada diez personas que salen de la prisión no vuelven a entrar».

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