Es una marca de identidad de la ciudad, conocida en todo el mundo y que solo comparten Santiago de Chile y las ciudades argentinas de Buenos Aires y Rosario. Son los taxis amarillos y negros. Pero ¿cuál es el origen de esta combinación de colores tan llamativa y a la vez querida por todos los barceloneses y barcelonesas?

Primero debemos remontarnos a 1864, cuando el Ayuntamiento decide regular los «coches de plaza». Es el origen de cómo serán los taxis. Y en 1924, el consistorio publica un código de circulación urbana con normas comunes para todos los taxistas, cuyo sector hasta ese momento estaba poco regulado. Uno de los puntos del reglamento es que el ciudadano debía poder identificar el coche de plaza visualmente. ¿Cómo? El taxista debía poner una línea debajo de la ventana.

En función de las tarifas, estas franjas podían ser blancas, rojas, amarillas o azules. El servicio más barato era el de los vehículos con línea blanca, con un precio de 40 céntimos por kilómetro, regulado por el Ayuntamiento. Es de la línea roja, de 50, los de la amarilla, de 60, y los de la azul, la más cara, de 80. Además, desde aquel 1924 los taxis estarían obligados a la instalación de taxímetros en todos los vehículos.

Taxis en los alrededores de plaza Catalunya. Jordi Play

Cinco años más tarde, con motivo de la Exposición Internacional de 1929 y con la llegada de turistas a la ciudad de forma más masiva, comenzó un fuerte conflicto por la competencia en cuanto a las tarifas entre las compañías de taxis y los trabajadores autónomos. Con el objetivo de poner fin a esta crisis, el Ayuntamiento intervino fijando como precio único el correspondiente a los vehículos de la franja amarilla. Así, a raíz de un conflicto laboral es que los taxis de Barcelona tienen esta estética. En 1934 todos los taxis de Barcelona adquirieron su característico color amarillo.

Y ahora nos falta el color negro. La razón es sencilla, ¡era el color predominante en los coches de aquella época!

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