Todos los barrios tienen un vecino histórico. En el barrio de Porta, cerca de la Meridiana, el histórico se llama Juan García. Nació en Sevilla y hace años que es presidente del Alzamora C.F. No se esconderá de nada: tiene ganas de contar cómo es el club y cómo es el barrio, cómo era antes y qué ha cambiado. De camino al despacho ya desprende carisma. Se ha detenido, sonriendo, para decir: «Hablaremos en catalán«. Le habían informado del motivo de la visita. Nou Barris es el distrito de Barcelona donde menos jóvenes hablan en catalán: solo uno de cada veinte -un 5%- lo tiene como lengua habitual, según un informe de Plataforma per la Llengua que recoge datos de la Encuesta a la Juventud de Barcelona. El castellano es, en cambio, la lengua habitual del 86 % de los jóvenes del distrito, prácticamente nueve de cada diez. Son datos que también están lejos de los que se recogen en otras zonas donde el catalán también es precario. En Ciutat Vella, el segundo territorio con peores registros, lo hablan el 16% de los jóvenes, diez puntos más que en Nou Barris. Sants-Montjuïc, Sant Martí y Sant Andreu, todos tres con un 23% de catalanohablantes habituales, también están a bastante distancia. Son datos poco optimistas en una ciudad en la que el número de jóvenes que hablan catalán en los distritos donde la lengua está mejor posicionada -Sarrià Sant-Gervasi y Gràcia– no alcanza el 50%.
Estas cifras no sorprenden en la calle. La experiencia de Júnior, dos años al frente del bar en el Alzamora, las corrobora. ¿Cuántos cafés al día te piden en catalán?, preguntamos. Mientras lo piensa, un entrenador del club le avisa desde la distancia: «¡No mientas!». El míster admite que las charlas tácticas son en castellano y que incluso las conversaciones con los árbitros o los rivales, de toda Cataluña, también son en castellano. «¡No, hombre! ¡Alguno hay!», es la respuesta final del camarero. Pero ¿de cuánta gente hablamos; cientos, decenas de personas o solo unos pocos? «Como mucho, una de cada diez», sentencia. Júnior reconoce que el club ha vivido una «pérdida continuada» de catalanohablantes. «Siempre ha sido una zona en la que la gente hablaba más castellano, pero la situación cada vez es menos equilibrada. Hablan en catalán las personas mayores, pero ni jugadores ni entrenadores. No sé por qué, seguramente porque cada vez hay más familias que en casa hablan castellano», concluye.

Anna, responsable de instalaciones del Alzamora C.F, vive con su familia en Nou Barris. «Hay un punto de estigma también. A Júnior o al conserje, al ver que son sudamericanos, mucha gente les habla directamente en castellano, pero ellos saben hablar catalán», comenta la directiva. El presidente del club también constata esta realidad. «Yo creo que, en nuestro caso, vivimos un cambio en el año 2017. Se incorporan becas para poder hacer deporte federado y muchas personas que han venido de fuera, que antes quizás no tenían dinero para apuntar a sus hijos al fútbol, se incorporan al club. Aquí reflejamos una realidad, somos un barrio castellanohablante y cada vez se habla menos catalán«, explica Juan, que bajo su presidencia ha cambiado «algunos carteles» que siempre habían estado en castellano.
El presidente, que recuerda que principalmente son un club deportivo, admite en todo caso que intentarían corregir la tendencia si tuvieran los recursos para hacerlo. «A mí no me importaría que viniera una persona y nos ayudara a fomentarlo, que nos asesorara y nos dijera cómo hacerlo. Pero tampoco ha pasado. De hecho, los políticos que vienen a nuestros actos o fiestas nos dan el discurso en castellano», señala el veterano.

El castellano domina los espacios de ocio
El Alzamora C.F, que agrupa medio millar de jugadores, es un caso bastante ilustrativo, pero no el único. El resto de espacios de ocio también están dominados por la cultura castellanohablante. Saliendo del club, a pocos metros encontramos el Heron City, Can Dragó y unas pistas polideportivas. Al fondo, un grupito juega al baloncesto. No tienen la “necesidad” de aprender catalán, responden sin dejar de jugar. Al lado, cinco jóvenes hacen tiempo en las mesas de ping-pong. Estudian una FP para ser guías turísticos y se entretienen conversando con el TOT. «Justamente, el profesor hoy nos ha hablado de eso, nos decía que el catalán se está perdiendo. Nos ha dado una pequeña charla para explicarnos la historia de Cataluña, por qué hablamos catalán», comienza el primero. Ninguno de los cinco lo habla en casa y solo uno tiene un grupito de amigos en el que -algunos- conversan en la lengua propia del país. «Los que lo hablan en casa sí lo hacen entre ellos, pero entre nosotros siempre lo hacemos en castellano», explica. En líneas generales, la sensación es que los gobiernos «quieren que hablemos catalán» pero que los profesores «no se preocupan tanto». A título personal, es una cuestión de “practicidad”, dicen, pero no tienen problema en responder en catalán «si alguien pide que lo hagamos».
Cruzamos la calle y estamos en el centro comercial. Media docena de adolescentes están en las escaleras de entrada. Hablan de Isla de las tentaciones. En este caso, en la escuela sí que les hacen hablar en catalán, pero todo se acaba al salir de clase. «Yo creo que influye mucho tu idioma materno. Yo soy de madre latina, por ejemplo, no hablo catalán en casa y cuando salgo me comunico en castellano. En el fondo todos lo hacen y eso hace que lo hables sin pensarlo, de manera muy natural», explica una de las adolescentes. Su amiga, que de todo el grupo es quien se expresa más contundente, la interrumpe: «¡Pero no necesitas datos! Ya te lo digo yo, aquí todo el mundo habla más en castellano». Puede que exagere, pero no tanto. En este grupo de cinco chicas y un chico, solo una habla en catalán en casa. «De pequeña lo hablaba con las amigas, pero ahora ya no. No sé por qué: mis padres están divorciados, con uno hablo catalán y con el otro castellano. Puede que sea porque ahora hablo más castellano en casa, en el día a día, o porque he cambiado de instituto. Pero sí, lo hablo menos», concluye.

El catalán pierde su rol de adopción
La realidad de Nou Barris ha cambiado en las últimas décadas. Los datos municipales indican que más de 50.000 residentes -el 30% del distrito- provienen de otros territorios del Estado o de países tradicionalmente castellanohablantes. Ahora bien, Plataforma per la Llengua desglosa otras cifras que demuestran que el catalán «ha perdido su rol tradicional de lengua de uso general y de adopción generalizada de los recién llegados». Unos 18.000 residentes de Nou Barris, uno de cada diez, son nacidos en países donde no se habla ni catalán ni castellano. «En Ciutat Vella, este segmento poblacional es más grande y el porcentaje de catalanohablantes es más alto. Esto demuestra que el origen de las personas por sí mismo no es un argumento válido para justificar su descenso», explica al Tot Barcelona la vicepresidenta de la entidad, Mireia Plana.

La activista atribuye el descenso a tres factores: la inmersión lingüística ha fallado, TV3 ha perdido su rol pedagógico y faltan referentes catalanohablantes en las redes sociales. «No es culpa de las personas, que muchas veces apenas tienen tiempo para adaptarse y vivir. Tenemos que poner el foco en la administración. Si los recién llegados se hubieran encontrado una sociedad catalanohablante, como ocurrió con la primera oleada migratoria que vino de Murcia, Andalucía o Extremadura, se habrían adaptado con más facilidad o sus descendientes, al menos, habrían aprendido el catalán, como había pasado hasta ahora. Aquellas personas que vinieron de otros puntos del Estado quisieron que sus hijos aprendieran catalán, ahora eso pasa menos. Han fallado los mecanismos y ha cambiado el marco cultural, que ya no es catalán», argumenta Plana.
La entidad que vela por la lengua cree que se debe repensar el modelo escolar, lamenta que durante muchos años TV3 haya dejado de apostar por fenómenos como Bola de Drac -que acercó el catalán a muchas generaciones- o que la lengua propia sea una causa perdida en las universidades y en la FP. Hay maneras, sentencian, de hacer bien las cosas y cambiar el «marco cultural» para que esta gente «suba a la ola».