Parte del techo de los bajos del número 10 de la calle de Marsala se cayó el marzo pasado. Desde entonces, Aurora y su hijo viven en una vivienda sin techo en la cocina y el baño. Hay cables colgando y una parte del baño está apuntalada. Tal como explica la Aurora al TOT Barcelona, los motivos por los cuales cayó fueron la baja calidad de los materiales con los cuales se levantó el edificio y una fuga de agua en la segunda planta de la finca, que estuvo activa durante unos cuántos meses. “Tenía el piso muy bonito y la cocina, por ejemplo, estaba nueva. Me lo destrozó todo”, lamenta la Aurora.

El caso de la Aurora es uno de los más extremos del barrio del Besòs i el Maresme, pero no es aislado. Una integrante de la plataforma vecinal SOS Besòs i Maresme, Teresa Pardo, explica al TOT que en el barrio solo hay siete edificios en buen estado. Buena parte de ellos sufren problemas estructurales porque se construyeron en los años cincuenta con poca cimentación, materiales de mala calidad y con aluminosis, entre otras. 

Retrasos en el plan de rehabilitación

Para mejorar la situación de los vecinos que viven en estas condiciones, el Ayuntamiento anunció el junio del 2022 que invertiría 70 millones, de los cuales 41 millones procedían de los fondos europeos Next Generation, en rehabilitar parte de estos edificios. Tal como recuerdan fuentes municipales al TOT, este proyecto incluye un total de 5.188 viviendas y 203 comunidades de vecinos.

Pardo, pero, denuncia que la obra va con retraso. Concretamente, alerta que de las 10 primeras fincas que ya se tendrían que haber rehabilitado o que tendrían que estar en proceso de rehabilitación dentro de la prueba piloto del plan, solo se ha finalizado una, la del número 11 de la calle de Mesina. Esto no es todo. “Encima, el plan de rehabilitación todavía no contempla las que tienen más urgencia, como, por ejemplo, del número 10 de Marsala”, critica Pardo. Por su parte, las fuentes municipales aseguran que el plan avanza según el calendario previsto. «Además de la finca de la calle de Mesina, hay dos bloques más en licitación de obras, dos en proceso de solicitud de la licencia de obras y tres pendientes de firma de convenio. El objetivo es que las intervenciones que se lleven a cabo estén finalizadas antes de junio de 2026″, añaden.

El techo apuntalado del lavabo del número 10 de la calle de Marsala | Jordi Play
El techo apuntalado del lavabo del número 10 de la calle de Marsala | Jordi Play

La realidad de la cual habla Pardo es fácil de ver al moverse por las calles del barrio, donde hay balcones protegidos con redes para evitar desprendimientos, paredes cubiertas con grandes placas para impedir filtraciones de agua y edificios apuntalados para asegurar que todas sus partes se mantienen en pie, entre otros. El interior del número 10 de la calle de Marsala, donde las paredes y techos deteriorados contrastan con muebles y lámparas nuevas, es una muestra de cómo es por dentro de la herida de este barrio. Aurora señala agujeros en el techo y en algunas paredes del salón. También detalla algunas de las consecuencias de las humedades que dejó la fuga de agua. “Salen cucarachas y larvas del techo y las paredes. Así no se puede vivir”, dice indignada sin tener al horizonte el momento en el cual se empezará a revertir esta situación. “No puedo pagar estos destrozos y tampoco merecería la pena hacerlo porque pueden producirse más”, añade. 

Cuando el techo de casa de Aurora cayó, también lo hizo el de casa de Manuel, que vivía en el piso de arriba. Recuerda los hechos como si hubieran sucedido ayer. “Me levanté para ir a trabajar y me encontré todo el lavabo destrozado. Suerte que mis hijas no durmieron en casa aquel día”, indica mientras enseña fotos de los destrozos, donde se ven partes del piso apuntaladas. Las consecuencias para Manuel fueron de las más drásticas que le podían tocar: marcharse de casa. “No me puedo permitir arreglar nada y tampoco quiero vivir de este modo. A pesar de haber marchado, pero, continúo pagando cada mes 650 euros de hipoteca”, asegura. 

Sin opciones

Esta situación, tal como insiste Pardo, es bastante crítica en un barrio como el Besòs i el Maresme, uno de los que aglutina las rentas más bajas de Barcelona. Perder la vivienda o arreglar destrozos a costes altos, “no son una opción”. Las únicas dos alternativas que tienen buena parte de sus vecinos son las que viven Manuel y la Aurora: marcharse y continuar pagando o quedarse a casa y vivir en condiciones extremas.

Esto lo explica Pardo de camino a la siguiente parada: el número 10 de la calle de Catania. La parte más crítica de este edificio se encuentra en el sótano comunitario, que está apuntalado desde el 2001 y que aguanta el suelo de una de las viviendas que se encuentran a los bajos. “Aquí encima está la casa de Manuel”, avisa Pardo.

El sótano del número 10 de la calle de Catania | Jordi Play
El sótano del número 10 de la calle de Catania | Jordi Play

A pocos metros de distancia, en el número 6 de la misma calle, hay tres viviendas más y otro sótano comunitario apuntalado. Uno de los vecinos, Antonio, explica al TOT que las primeras obras para apuntalar las pagaron los vecinos en 2019, cuando cayeron las vigas del suelo del piso de una vecina. Después, pero, la estructura también fue a tierra y los Bomberos tuvieron que apuntalar el espacio otra vez. “En esta comunidad van arreglando las cosas que pueden, como la puerta de la entrada. Pero no pueden hacer nada ante los daños estructurales”, remarca Pardo en una conversación con varios vecinos de esta finca. Por su parte, Antonio pregunta si le compensa mantener este piso. “Yo soy mayor, y solo tengo mi hijo. No sé si le dejaré un problema o no. ¿Merece la pena que aguante y le deje a él?”. La respuesta de Pardo es clara: sí, se tiene que continuar luchando. 

Estos vecinos también hablan de otro gran problema de estos edificios: la carencia de ascensor. Saben que supondría un riesgo intentar instalarlo antes de que se hiciera el plan de rehabilitación, pero en muchos de ellos se los pesa el paso del tiempo. Antonio, por ejemplo, tiene asma. Rafa, otro vecino, dice que es grande y que hay muchos vecinos que están jodidos. «Yo estoy jodido. El del quinto también está jodido y el del tercero también. Los años no perdonan», insiste en medio de una conversación donde la constante son problemas que todavía no tienen solución. A pesar de esto, también hay cabida para las bromas.

Una de ellas tiene como protagonista el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, quien hace dos semanas anunció que durante la primera semana de los próximos 10 meses trasladaría la alcaldía a cada uno de los 10 distritos de la ciudad y que, incluso, iría a cenar en casa de vecinos. El distrito por el cual empezó fue Sant Martí. «¿Que en Collboni no ha ido a cenar a vuestra casa?», bromea Pardo.

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