Los vecinos del Triángulo Golfo del barrio del Poblenou continúan quejándose del ruido con el cual conviven durante cuatro noches en la semana a causa de los locales de ocio nocturno de esta zona, que se encuentra entre las calles de Almogàvers, Pallars, Pedro IV, Zamora, Pamplona y Àlava. Una de las vecinas que lo sufre, la Griselda, explica al TOT Barcelona que esta situación empezó hace alrededor de 10 años, pero que cada vez es peor. Y las consecuencias son múltiples. Pilar, otra vecina, asegura al TOT que toma pastillas para dormir, ya que a pesar de tener todas las ventanas muy cerradas, el ruido se siente igualmente. “En verano es un problema, muchos pisos no tienen aire acondicionado”, insiste la Griselda. “Las noches de fiesta empiezan miércoles y no acaban hasta sábado, cuando muchos vecinos nos despertamos a las seis de la mañana para ir a trabajar”, añade la Pilar. 

Esta conversación se produce pocas semanas después de que el Ayuntamiento ampliara el plano antirruido de esta zona, vigente desde el pasado septiembre, instalando un sonómetro en la calle de Sancho de Ávila. No es el primer sonómetro al Triángulo Golfo, uno de anterior ya evidenció ruido que vive la zona. Es por ello que para estas vecinas, esta última medida no es suficiente. Neus es la tercera con la cual habla este diario. “El Ayuntamiento ha instalado otro sonómetro para alargar el problema y no tomar medidas reales. Continúa dilatando el problema y denominando la zona Triángulo Lúdico, pero para nosotros es el Triángulo Golfo”, insiste. Por otro lado, el Ayuntamiento anunció el pasado viernes la suspensión de las licencias musicales, de restauración y comercios alimentarios en esta zona durante un año para que el vecindario pueda descansar mejor.

«Los puntos calientes»

Neus, Griselda y Pilar justifican sus palabras haciendo una ruta por algunos de los “puntos calientes” que son focos de ruido en esta zona del Poblenou. El punto de salida es lo tramo de la calle de Almogávares que toca con Sancho de Ávila, punto que se ve rodeado por la avalancha de personas que vienen de la estación de metro de Marina para dirigirse a la discoteca Woolf o la Oveja Negra, que quedan allá mismo; o hacia otros locales situados en el corazón del Triángulo Golfo. “Es muy fuerte. Salen en masa”, asegura la Pilar. 

El triángulo golfo del Poblenou. Hotel/Residencia Capri.
La presencia de hoteles y residencias de estudiantes también fomentan las aglomeraciones de personas en la zona / Jordi Play

Esto no es todo. Este punto caliente también se ve marcado por la presencia de hoteles y residencias de estudiantes, donde suelen alojarse estudiantes extranjeros que quieren aprovechar en el máximo su estancia en Barcelona. Tal como se ha visto en varios videos publicados en las redes sociales, las noches que salen fiesta han quedado marcadas por botellones multitudinarias o decenas de jóvenes corrientes y gritando por la calle, entre otras. En solo una isla de casas se encuentran el Capri by Fraser Barcelona, Beyoo Marina-Student Accommodation, Twentytu Hostel Barcelona y Vita Student Poblenou- Student Accommodation Barcelona. Algunos de estos cuentan con más de 10 plantas.

A continuación, la ruta continúa por la calle de Almogávares en dirección al de Pamplona, donde está el Sonora Sport Tavern, que genera aglomeraciones de gente hasta después de la hora del cierre, las dos y media de la madrugada; y después continúa hacia un clásico de la noche: la discoteca Razzmatazz. En este caso, las quejas son diversas. Griselda avisa que sus responsables “privatizan” la calle con el estacionamiento de camiones de descarga o las colas de los clientes. Pilar añade que mientras tanto “la gente se vuelve loca para encontrar aparcamiento”. Griselda también denuncia las continuas botellones que se hacen a sus alrededores que, en muchas ocasiones, acaban con un número incontable de orines en la calle. “Más de una vez he ido a decirles que marcharan o hicieran menos ruido. La mitad te hace caso, la otra se ríe y te dice que te apuntes en la fiesta”, lamenta la Nieves. 

Dormir en tierra

En este punto de la ruta, las tres vecinas ponen sobre la mesa algunas consecuencias más que tienen que soportar para vivir en esta espiral de ruido. La Nieves, por ejemplo, recuerda que hay muchos niños en el barrio que necesitan descansar porque van a la escuela cada mañana y hay vecinos enfermos de cáncer o del coro que no pueden dormir. «Me sabe mucho de grave esto», dice. Pilar, por su parte, señala que, incluso, hay vecinos que sacan el colchón del dormitorio y lo ponen en el suelo de alguna habitación interior del piso donde se siente menos el ruido. Ella, pero, no puede ni recurrir a esta opción. “No tengo dormitorio alternativo donde ir a dormir”, afirma.

La discoteca Razzmatazz es uno de los clásicos de la noche del Poblenou / Jordi Play
La discoteca Razzmatazz es uno de los clásicos de la noche del Poblenou / Jordi Play

A pesar de la situación difícil que están viviendo estas vecinas, Pilar, que nació en el barrio; y Griselda, que hace 59 años que vive, de momento no se plantean marchar. Nieves, que hace 8 que aterrizó, ya está convencida que ha llegado el momento de moverse. “Yo quería vivir en el Poblenou, pero no en este Poblenou”, reconoce. Estas vecinas, además, aseguran que hace décadas no imaginaban que el lugar donde viven se acabaría convirtiendo en el Triángulo Golfo. “Era una zona industrial, de trabajadores. Todo empezó a cambiar despacio con la llegada de la Sala Zeleste —actual Razzmatazz— el 1986 y también cuando se fueron cerrando las agencias de transporte porque hacían ruido”, dice entre risas haciendo referencia a un ruido que estaba lejos de llegar a los niveles actuales.

La ruta continúa. A medida que estas vecinas continúan andando enseñan la gran cantidad de locales de ocio nocturno que rodean a la Razzmatazz y que convierten la zona en una olla a presión capaz de estallar en cualquier momento. Lo peor bar del mundo, Hijos de cain bar, del De nou a Poblenou o el Dixie 724 son solo algunos de los más próximos a la discoteca. A pocos metros, justo detrás de la gasolinera Evolution Pedro IV, hay unas oficinas donde aseguran que a veces se alquilan para hacer fiestas privadas. “Pueden llegar a haber 300 personas”, indica la Nieves.

Una pista de baile en la calle

La última parada de la ruta es la calle de Pedro IV, donde Nieves recuerda que la calzada era “una auténtica pista de baile” de los locales Coyote, bb+, Lounge Bar y el Open Bar, entre otros, situados uno junto al otro en la calle. En estos momentos, dicen, están cerrados porque se está reformando el edificio donde se encuentran, hasta hace un tiempo residencial, para pasar a tener otros usos que estas vecinas desconocen. La buena noticia es que los establecimientos tendrán que marchar de aquí. Pero al mismo tiempo, esto ha supuesto que los vecinos del edificio también lo hayan hecho y, a la vez, desconocer si el que está para venir continuará alimentando -o no- una situación que de momento no parece tener un final al horizonte.

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