Beatriz Molina, de 33 años, debía estar en Barcelona el martes a primera hora porque tenía las primeras pruebas para recibir un tratamiento de CAR-T en el Hospital de Sant Pau y el gran apagón eléctrico del lunes la dejó a medio camino de Valencia a Barcelona. Ella, a quien le diagnosticaron linfoma de Hodgkin hace 12 años, y su padre estaban entre los 600 pasajeros de un tren Euromed detenido en Cabanes (Castellón). “Fue una odisea, pero creo que aún tuvimos suerte”, recuerda Molina en declaraciones a la ACN. Desde la Fundación Josep Carreras, que les han gestionado el piso donde se alojarán mientras recibe esta terapia innovadora, cuando pudieron recuperar la conexión con ellos, movieron cielo y tierra para encontrar un taxista que los recogiera y los trasladara a Barcelona, donde llegaron a las 3 de la madrugada.
Después de horas de no poder comunicarse por el apagón eléctrico que paralizó el país, Marta Fernández y Jasmin Apéstegui, de la Fundación Josep Carreras contra la leucemia, recibieron un mensaje de Bea informándoles que se encontraban bien, en un restaurante de carretera en el término de Cabanes, en Castellón. Era ya medianoche y desde el Programa de experiencia del paciente y pisos de acogida de la fundación, con quienes se tenían que reunir a primera hora de la tarde, tuvieron claro que Beatriz y su padre debían llegar a Barcelona “fuera como fuera”, rememora Fernández unos días después del apagón y cuando Bea ya se encuentra en pleno proceso preparatorio para el tratamiento de CAR-T.
Beatriz y su padre tomaron un Euromed el lunes por la mañana y pasadas las 12:30 el tren se quedó detenido. Eran las 12:33 cuando gran parte de la población del Estado español se encontró sin electricidad y, poco después, en muchos casos también sin conexión. A pesar de la odisea que tuvieron que vivir para llegar a Barcelona, Bea cree que tuvieron suerte, sobre todo por “la piña” que hicieron con los otros pasajeros del tren, con quienes permanecieron dentro del convoy o en las vías hasta la noche. Hacia las 20 h los 600 pasajeros fueron evacuados, con el apoyo de la Guardia Civil, y trasladados a un restaurante donde algunos pasajeros tendrían que pasar la noche.

Movimientos en Barcelona y un taxista contesta el teléfono
Durante esas horas, Marta Fernández había ido a pie hasta el hospital de referencia, que estaba funcionando con generadores, para preguntar al equipo de trabajo social si tenían noticias de Bea y avisarles que no sabían si podría llegar a las citas del martes. Durante las horas siguientes, estuvieron muy pendientes del móvil, con una profunda sensación de impotencia por no saber cómo ayudarlos, hasta que a la medianoche recibieron el esperado mensaje.
“Y aquí viene la inventiva. ¿Qué haces a las 12 de la noche? Pues agarrar el teléfono y buscar posibles conductores hasta que tuvimos la suerte, después de varias llamadas, de que un taxista nos contestó el teléfono. Le explicamos la situación, porque claro, no nos conocía, y lo importante que era que Beatriz y su padre llegaran a Barcelona. Él se movilizó enseguida y fue a buscarlos”, explica Fernández. Mientras tanto, ellas fueron a esperarlos al piso para comprobar también que hubiera recuperado la electricidad y llevarles un poco de comida. Pasadas las tres de la madrugada, llegaron: “Tuvimos una sensación de alivio, de tranquilidad; pensar ‘¡Guau, lo hemos conseguido, podrán asistir a las citas!’ Ante todos los problemas, este final feliz fue un motor de alegría”.
Ansiedad por la incertidumbre de poder hacerse las pruebas
Uno de los motivos de ansiedad para los pacientes oncológicos suele ser las pruebas que preceden al tratamiento: esperar que no haya ningún contratiempo para que, tan pronto como sea posible, pueda comenzar la terapia. Por eso, la incertidumbre de si podrían llegar a las pruebas fue lo que preocupó a Beatriz y al padre. “Los nervios no eran por el mismo apagón. Lo que me preocupaba mucho era no llegar a tiempo y que tuvieran que reprogramar las citas en varios servicios, cada uno con sus agendas de trabajo”, subraya el padre de Beatriz. El martes, sin embargo, después de más de 16 horas de viaje y muy pocas de sueño, Beatriz estaba en el hospital para comenzar el proceso hacia el CAR-T, un tipo de terapia celular avanzada para pacientes con cánceres de la sangre que ya han recibido otros tratamientos antes.
A Beatriz, le diagnosticaron el linfoma de Hodgkin cuando tenía 21 años. Después de tratamientos de quimioterapia, inmunoterapia y dos trasplantes de médula, que le han permitido durante años vivir «sin sentirse enferma», ahora debe someterse a un CAR-T. Este tratamiento consiste en extraer las células T de la sangre del paciente; modificarlas genéticamente en el laboratorio y luego volver a administrarlas para que reconozcan y ataquen las células tumorales. Después de todo el camino terapéutico que ha recorrido, quiere lanzar un mensaje para concienciar a la población de la donación de médula -aunque en su caso su donante fue su hermana, con quien es 100% compatible-. Y, también, un mensaje de ánimo para otras personas que como ella conviven desde hace años con una enfermedad grave.