Tot Barcelona | Notícies i Informació d'actualitat a Barcelona
La odisea de la Blanca para resistir más de media vida en el Gòtic

El día que la Blanca Espinosa empezó a vivir en el piso del número 6 de la calle de los Boters, en el barrio del Gòtic, iba vestida de novia. Más tarde, tuvo dos hijos, se divorció, volvió a enamorarse y vio morir a su última pareja. Todo esto lo vivió durante más de media vida, concretamente 45 años, y lo vivió en aquel piso. Este miércoles, pero, estuvo cerca de marchar de este punto del corazón de Barcelona cuando se enfrentó al quinto intento de desahucio. “Quiero quedarme en casa mía con mis recuerdos. Tengo 78 años. Si ahora me hacen marcharme a otro barrio, donde no conozco a nadie y no tengo mis amistades, podría llegar a no salir de casa. Sé de casos de personas que se han quedado en casa y se han acabado apagando”, reconocía Espinosa al TOT Barcelona un día antes del intento de desahucio

Este momento de su historia sería muy diferente si no hubiera estado por los más de 50 activistas que este miércoles se concentraron en las puertas de la finca de Espinosa para apoyarle. «¡Blanca, escucha, estamos en tu lucha!”, “¡No toleraremos ningún desahucio más!» o “¡El barrio no se vende, el barrio se defiende!”, son algunas de las consignas que se escucharon entre las personas que querían evitar que se la desahuciara por no haber pagado 88 euros de unas obras del baño y la cocina que nunca pidió y que, además, le hicieron mal. Desde Resistim al Gòtic tienen claro que usar esta excusa solo fue una estrategia para echar Espinosa de su casa. “Una vez más, nos encontramos en un conflicto entre el derecho a la vivienda y la codicia de los propietarios. El Gòtic no se ve como un lugar donde vivir, sino como un lugar donde hacer dinero”, denunciaba durante la concentración uno de los integrantes de Resistim al Gòtic, Daniel Pardo. 

Sentencias contrarias

Sobre el impago de 88 euros, hay que recordar que provocó que Espinosa y la propiedad, una multipropietaria con varios pisos alquilados con alquileres de temporada, fueran a juicio. El primero, que se celebró el 2017, lo ganó Espinosa. La propietaria, pero, recorrió contra la sentencia y la Audiencia Provincial de Barcelona le acabó dando la razón determinante que los 88 euros sí que eran parte del alquiler. “Un inspector vino a ver las obras y me dijo que no las pagara. Pero después lo hice”, recuerda. 

Algunos de los activistas que se concentraron a las puertas de la finca de Espinosa / A.L.
Algunos de los activistas que se concentraron a las puertas de la finca de Espinosa / A.L.

Parar el desahucio no fue fácil. Antes de conseguir que la propiedad aceptara no echar Espinosa y negociar un alquiler, los activistas pasaron alrededor de seis horas concentrados ante su casa. Espinosa, por su parte, no se atrevió a bajar. Desde el interior de su piso, admitió al TOT que se sentía abrumada, que le daba vergüenza ser el centro de atención. A la vez, pero, le reconfortaba saber que tanta gente estaba a su lado y escuchar sus gritos. “Tengo ataques de ansiedad. Esta noche no he podido dormir”, decía. “En la notificación de desalojo dice que si no marcho por mí misma, la policía me sacará de aquí. No paro de llorar”, añadió. En aquellos momentos de desaliento, pero, los activistas de la calle le pidieron cazuelas para hacer más ruido. La lucha continuaba. 

Media vida

Espinosa ha pasado media vida en este piso. La otra mitad la vivió años antes fuera de estas paredes. El principio de todo tuvo lugar en el barrio del Clot donde nació, y los siguientes años sucedieron en un piso de la ronda de la Universitat, donde se mudó con sus padres. A su primer marido lo conoció en la escuela y no marchó a vivir con él al número 6 de la calle de Boters hasta que se casaron. “Todos los recuerdos que han surgido aquí son buenos. Recuerdo, especialmente, cuando nacieron mis hijos”, dice sobre unos tiempos que están a años luz de asemejarse a los actuales. Solo se tiene que comparar como era el Gòtic de hace 45 años y como es el de ahora. 

Para empezar, asegura que ella y otra vecina son las únicas de siempre que resisten a la finca. El resto de pisos están alquilados a turistas o extranjeros que pasan unos cuantos meses en la ciudad. “Ya no conozco a nadie”, afirma. Los cambios también son visibles entre los comercios del barrio. “Los de siempre” han ido cerrando. Es decir, el pequeño comercio ha ido desapareciendo y ha sido sustituido por establecimientos de cadenas, ya que son de las pocas que pueden pagar los alquileres de los locales comerciales del Gòtic. “El barrio está perdiendo personalidad desde hace mucho de tiempo”, insiste. 

Sobre el proceso de gentrificación que vive desde hace tiempo el barrio y buena parte del resto de la ciudad, hablaron dos de los activistas que ayudaron a parar el desahucio de Espinosa. Uno de ellos, un vecino del barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera, situado al mismo distrito de Ciutat Vella, explicó que el administrador de la finca donde vive le dijo que él vive al “city center”, dando a entender que es una zona especialmente valorada. Él le contestó que vivía allá desde siempre, de forma que Ciutat Vella no era para él una zona comercial, sino casa suya. “Nos hacen sentir que somos unos privilegiados para vivir aquí, cuando no tendría que ser así”, sentenció.

Nou comentari

Comparteix

Icona de pantalla completa