Miguel Ángel hace poco que está detrás del mostrador de un quiosco de la calle de Navas de Tolosa. Unos quince días, solo. Tiempo más que suficiente, dice, para detectar que Navas es un barrio «pequeño» y con «menos diversidad cultural» que algunos barrios del entorno. Antes de llegar conocía más la estación de metro que el barrio y asegura que nadie le ha hablado de ningún cambio de nombre. Es el tercero comerciante que no sabe nada. Unos metros más abajo, los dependientes de una tienda de tecnología tampoco han sentido a hablar, y al obrador Roberto Juan, entre bambalinas, el panadero desconoce la iniciativa. En medio de todos ellos hay el Centro Cívico Navas, también sede de una asociación vecinal que quiere rebautizar su barrio: huir del actual Navas para decirse Torrent de la Guineu. Un cambio, dicen los impulsores, necesario para dar identidad a un barrio tragado por el carisma que despliega la Sagrera o el Clot-Camp del Arpa.
Los vecinos quieren desprenderse de un hecho histórico, la batalla de Navas de Tolosa (año 1212) «que no nos toca ni de muy lejos». El barrio de Navas recibe el nombre de la estación del metro, que a la vez hace referencia en la calle de Navas de Tolosa, inspirado en la batalla del siglo XIII que los cristianos impulsaron contra los musulmanes a Jerez. La famosa reconquista. Desde el barrio recuerdan que Ildefonso Cerdà no puso nombres en las calles, sino números, y que no fue hasta más tarde que el político Víctor Balaguer los «hispanizó». Primero optó por nombres vinculados a la corona de Aragón, después de Castilla y, cuando ya no tenía más, por batallas: Lepanto, Dos de Mayo, Navas de Tolosa… El historiador Alfred Puig, impulsor, entre otros, del cambio de nombre, recuerda que el caso de Navas es «único» en Barcelona y que el franquismo aprovechó la llegada del metro para identificar toda la zona con la batalla de hace ocho siglos. La idea, explica Puig, es dejar atrás este pasado y vincular el barrio «con nuestra propia historia y el espacio que ocupamos».

Ganar identidad
Desde 2011, el Plan Comunitario de Navas impulsa diferentes actividades para reavivar el barrio. De la mano del profesorado, explican su historia a los más jóvenes. También generan espacios de compañía en uno de los barrios más envejecidos de Barcelona. Anjélica Pérez, que hace cinco años que trabaja, cree que Navas no tiene el bagaje histórico de la Sagrera o el Clot, pero que la tarea de los últimos años empieza a «dar frutos». «Es un barrio relativamente nuevo, pequeño, envejecido y dividido por la Meridiana», expone como posibles motivos de esta carencia de pertenencia. Las entidades, asegura, han tenido que «crear» un tejido comunitario que no existía y han conseguido fortalecer nuevos liderazgos.

Años antes, hacia los 2000, estudiantes de la Obra Salesiana Don Bosco –entidad clave para entender la historia pre-Navas– ya intentaron reavivar el espíritu comunitario en la zona. La congregación religiosa diagnosticó, entre muchas carencias, una «falta de pertenencia» creciendo entre los vecinos de Navas. «Si preguntas a los de Maragall te dirán que son del Guinardó, los que quedan por debajo de la Meridiana se sienten de Sagrera y hay otros que dicen ser del Clot. Somos un barrio artificial y se nota», explica Alfred Puig, que incluso detalla que algunos vecinos desconocen a qué distrito pertenecen. Para cambiar la tortilla, Puig se coge a la nueva propuesta porque las próximas generaciones vean en el hipotético ‘Torrent de la Guineu’ un barrio con historia y cierta identidad. Se trata de recuperar el torrente como eje vertebrador de una zona que ha «perdido» impulso en las últimas décadas y dónde falta espíritu de comunidad.
Aprovechando la diagnosis de los Salesianos, un grupo de historiadores y voluntarios del barrio se propuso crear un «álbum de cromos» con momentos y elementos históricos clave de la zona. Una iniciativa modesta, pero que, años más tarde, sirve para relanzar las expectativas vecinales del cambio de nombre. «Joan Bargalló, historiador de referencia, ya tenía presente que el zorro siempre había sido el personaje clave que une el barrio. A todos sus dibujos [que hace para el álbum] está», explica Puig, que añade más contexto: «El Torrent del Zorro nacía en la Font del ‘Cuento’, al Guinardó, y cruzaba todo el barrio desde el actual pasaje de Artemis hasta la calle del Torrent del Zorro –por debajo de la Meridiana– y acababa desembocando a la laguna del Poblenou». En definitiva, los vecinos hablan de un torrente que antes permitía conectar «mar y montaña», durante años separados por el ferrocarril y la autopista de la Meridiana, y que ahora «daría sentido en el barrio». Un torrente «clave» para entender la zona que ahora se hace decir Navas.

Primero para dignificar el barrio
Desde la tabla de memoria histórica quieren que este proyecto de carácter histórico sirva para que vecinos y ciudad entiendan que esta área de Barcelona no tiene nada a envidiar en los barrios del alrededor. En Navas había la fábrica Cinzano y actualmente todavía perdura una promoción de edificios históricos de la Caixa de Pensiones. Ha sido una zona clave para la comunidad salesiana en Barcelona y pasaba la Reguera Condal. «La llegada del metro ha tapado todo esto», reitera Puig. Eso sí, el líder vecinal también reconoce que hay parte del barrio que no entiende la lucha. Muchos todavía no conocen el detalle de la propuesta y unos pocos reclaman priorizar otros aspectos. En todo caso, el historiador defiende que el cambio de nombre es «un primer paso»: en un distrito donde casi todo se lo llevan Sant Andreu y Sagrera, y que a la vez hace frontera con el Guinardó o el Clot-Camp del Arpa, carismáticos y con entidades históricas, «aparecer en los diarios» es una oportunidad para situar los problemas de Navas en el centro. «Gracias a esta campaña estamos sacando otros problemas, es una manera de posicionar el barrio», argumenta.
La Asociación de Vecinos ha llevado la propuesta a la Audiencia Pública de Sant Andreu y ha conseguido el compromiso de la regidora Marta Villanueva de «mirar» qué fórmulas hay para abrir un «proceso participativo». Los vecinos tienen dos opciones: conseguir firmas o que un grupo municipal lleve la propuesta a un Consejo Plenario de Distrito. La idea del vecindario es empezar una campaña informativa durante la Fiesta Mayor –segunda quincena de mayo– para conseguir la «fuerza suficiente» de cara al consistorio. Eso sí, a diferencia del que muchos piensan, estos procesos no acostumbran a acabar con un referéndum. Si el Ayuntamiento decide sacar adelante el proceso participativo, será la misma administración, después de escuchar a vecinos y analizar la situación, quien decidirá si existen cimientos suficientes para el cambio de nombre.