Roger Tarrats Balet no recuerda la primera vez que oyó hablar de su tatarabuelo. Su memoria se había perpetuado en la familia entre generaciones prácticamente como un mantra. Siempre había estado allí sin que nadie pudiera explicar muy bien el porqué. Se sabía que se llamaba Domènec Balet i Nadal y que había sido un importante maestro de obras barcelonés que había hecho fortuna con esta profesión. «A pesar de haberse diluido, su herencia material y los bienes han llegado hasta nuestros días», reconoce en una conversación con el TOT Barcelona Tarrats, que sí que recuerda vívidamente como, en una visita al cementerio de Montjuic, su madre le mostró varios panteones que llevaban la firma de su antepasado.
Todo cambió durante una comida familiar de verano en el año 2021. El tema salió mientras hablaba con su hermano y Tarrats empezó a rumiar la posibilidad de recuperar el legado de este maestro de obras. «Hasta entonces no había investigado nunca sobre él. Mi abuelo sí que le había llegado a conocer, pero él no explicaba nada de su familia. Empecé a buscar información y rápidamente se convirtió en una especie de obsesión», asegura. Una de las primeras consultas que hizo fue al Archivo Municipal Contemporáneo de Barcelona, donde pudo tocar por primera vez uno de los planos dibujados por su tatarabuelo. «No me lo podía creer… Fue una sensación de euforia increíble», rememora. Aquella primera visita a las instalaciones ubicadas en la calle del Bisbe Caçador fue la primera de muchas. Solo en el fondo histórico de la capital catalana, se guardan hasta tres volúmenes de documentación sobre Balet i Nadal. «Tardamos al menos tres mañanas para poder revisarlo todo», afirma.

Casi tres años después de aquel primer contacto con la obra de su antepasado, Tarrats ha conseguido recopilar una gran cantidad de información y documentación sobre la trayectoria personal y profesional de su tatarabuelo que ha querido plasmar en una página web. Nos encontramos con él a las puertas de la Casa Pere Llibre del paseo de Gracia, una de las grandes construcciones supervivientes que llevan la firma del maestro de obras. A pesar de haberse reconvertido en un hotel y haber sido objeto de múltiples reformas a lo largo de los años, el edificio todavía conserva la característica fachada exterior de estilo neomudéjar que proyectó Balet i Nadal. No parece que pueda haber escenario mejor para adentrarse en la vida de uno de los profesionales de la construcción más prolíficos y a la vez más desconocidos de la ciudad.

Del Museo de Cera a los almacenes El Siglo
Nacido en Barcelona en 1844 en el seno de una familia de empresarios de origen manresano vinculados al sector textil, Balet i Nadal vivió su infancia en el barrio del Born y con 18 años se decidió a apuntarse al curso de Mestre de Obras que impartía entonces la Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi. Allí debió aprender la profesión de la mano de grandes referentes como Elies Rogent y coincidiría con otros aprendices que después se harían un nombre en este mundo como el arquitecto Rafael Guastavino. Acabaría los estudios en 1869 obteniendo un excelente de nota y entre el 1871 y 1872 vería culminada una de sus primeras grandes obras: la Casa Pere Llibre. Se da la circunstancia que esta construcción tenía un inmueble gemelo, la Casa Vilumara, que ya no está en pie y que se ubicaba justo al otro lado del pasaje de Maria Canals.
Las últimas décadas del siglo XIX serán sin duda la etapa más prolífica de este maestro de obras barcelonés. Durante este tiempo, Balet i Nadal erige la sede de la Compañía General de Crédito El Comercio, un edificio ubicado en el pasaje del Comercio y reconvertido en el año 1973 en el Museo de Cera; proyecta junto con Narcís Xifra el icónico edificio de la central térmica de la Sociedad Española de Electricidad, unas instalaciones conocidas popularmente como las Tres Chimeneas del Paralelo; y diseña el recinto de la Fábrica y Talleres de Artes Gráficas Henrich y Cia, que ocupaba toda una manzana de la Derecha del Eixample, y el recordado complejo industrial de La Unión Metalúrgica, en el Poblenou. En muchos de sus proyectos, el tatarabuelo de Tarrats contó con la colaboración del reputado escultor Enric Clarasó y Daudí.

Estos son solo algunos ejemplos que ilustran el ritmo frenético al cual trabajó en este periodo el constructor, que también puede presumir de haber ideado los Grandes Almacenes El Siglo, el primer gran almacén de todo el Estado que acabó reducido a cenizas a causa de un incendio en 1932. A Balet i Nadal también se le atribuye la autoría del Edificio Alhambra, una joya arquitectónica escondida en un callejón del barrio de Sant Gervasi-Galvany que replica con su estilo el patio de los Leones del emblemático monumento árabe de la ciudad de Granada. El momento de apogeo del maestro de obras coincide con el traslado de su domicilio al paseo de Gracia, en concreto a uno de los pisos de la Casa Pascual i Pons, una obra neogótica del arquitecto Enric Sagnier que se remonta al 1891.

Exposiciones internacionales y tragedias familiares
La trayectoria profesional del constructor no estuvo exenta de reconocimientos. Desde la finalización de los estudios, su ascendencia fue fulgurante, hasta el punto que con solo dos décadas de experiencia a las espaldas se le escogió entre otros profesionales más calificados para dirigir uno de los recintos de la Exposición Universal del 1888. Balet i Nadal estuvo a cargo del pabellón alemán en uno de los momentos de más efervescencia de la ciudad, que con motivo de esta cita vivía el primer gran episodio de transformación urbana del centro histórico desde el 1714. El acontecimiento no solo ponía a Barcelona en el mapa de las grandes capitales europeas. También consolidaba al tatarabuelo de Tarrats como uno de los nombres respetados del sector en un momento en el cual la mayoría de los focos se los llevaban un grupo selecto de arquitectos.
«La de los maestros de obras no era una profesión muy bien vista, pero siempre se dice que la ciudad ha sido construida en gran parte por ellos», remarca el tataranieto, que recuerda que profesionales sin los estudios superiores de arquitectura como su tatarabuelo tenían muchas limitaciones a la hora de construir y que, por ejemplo, no podían hacer obra pública. Estas dificultades, sin embargo, no lastraron la carrera de Balet i Nadal, que el año 1893 obtendría uno de los grandes hitos de su trayectoria con la obtención de la medalla de oro a la Exposición Internacional de Chicago. El constructor barcelonés presentó a concurso varios proyectos como el diseño tanto del techo interior como del telón del Gran Teatro del Liceo y acabó siendo reconocido por un jurado del cual precisamente formaba parte Guastavino, que participaba como invitado de honor del Congreso Internacional de Arquitectura.

El premio supuso el punto álgido de su recorrido profesional, que con el cambio de siglo empezó a decaer. La tragedia golpea la familia el año 1905, cuando su hijo Josep, el único de los cuatro que se había dedicado a la arquitectura y con el cual compartían despacho y proyectos, muere prematuramente a los 35 años por una meningoencefalitis. Su madre y la esposa de Balet i Nadal, Maria Duran i Trincheria, seguirá los mismos pasos que el joven solo un año después. Todo ello supondrá un fuerte golpe para el maestro de obras, que durante aquellos años prácticamente solo inaugurará como proyecto destacado la Casa Domènec Balet, un edificio modernista de la calle Tallers donde ubicará su residencia hasta su muerte en el año 1915.
Una voluntad final rota por la memoria
A pesar de su extensa y fructífera trayectoria, el nombre de Balet i Nadal es todavía bastante desconocido para el gran público. Una de las razones que explican el velo de misterio que parece rodear la figura de este maestro de obras es la convulsa etapa de sus últimos años de vida. Después de perder a la mujer y a un hijo, el constructor se volvió a casar y, justo antes de morir, pidió a sus descendientes que destruyeran todo su archivo personal, una decisión que Tarrats todavía no sabe muy bien explicar. Las disputas familiares de las generaciones que le sucedieron tampoco ayudaron a preservar vivo su recuerdo, puesto que el hijo y el nieto del maestro de obras -el abuelo de Tarrats- acabaron enemistados e inmersos en una trifulca por la herencia.
Han tenido que pasar cuatro generaciones para que la figura de Balet i Nadal pudiera resurgir de entre las cenizas. Como los hijos de Gabriel García Márquez hicieron con la última obra del escritor colombiano,
