Un grupo de personas bloquean el paso de peatones en la calle del Obispo, situado en el coro del barrio Gótico. Cuando algunos intentan pasar, les dicen que se desvíen por otra calle. Protestan contra la masificación turística y tienen que ocupar este espacio. Algunos lo entienden y aceptan esta demanda, pero otras se encaran con ellos. Una de las manifestantes defiende la acción recordando que la gran afluencia de turistas que acostumbra a transitar por esta calle impide a los vecinos disfrutar como correspondería. La acción es una manera de volver a conquistar este espacio.
Esta escena es parte de la concentración contra el Día Internacional del Turismo de este miércoles 27 de septiembre. La protesta la convocó la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico (ABDT) a los pies de la Catedral de Barcelona y participaron diferentes entidades vecinales para mostrar su rechazo a un modelo turístico que “mata a los barrios”. Un miembro del ABDT, Daniel Pardo, explica que el objetivo de la protesta era, como cada año, denunciar los impactos negativos del turismo en Barcelona. “Contribuye de manera importante a la expulsión de vecinos y la gentrificación, la precarización laboral porque crea muchos puestos de trabajo precarios y la contaminación, porque promueve el tráfico de aviones y de cruceros”, avisa. “El Día Mundial del Turismo lo celebra quién saca provecho del empeoramiento de la vida del resto de personas”, añade.
88% de ocupación en los hoteles barceloneses
La concentración se produjo pocos días después de que acabara la última temporada de verano, en la cual casi se llega a los niveles de turismo del 2019. Los hoteles de Barcelona la cerraron con una ocupación del 88%, solo dos puntos menos respecto a las cifras de antes de la pandemia. La ocupación fue, concretamente, del 89,08% en junio, del 89,46% en julio y del 87,82% en agosto. La situación no es muy diferente durante buena parte del resto del año. Según datos del Ayuntamiento de Barcelona, a lo largo del 2022 visitaron la ciudad más de siete millones de personas. El periodo con más afluencia tuvo lugar entre los meses de mayo y octubre, cuando el número de visitantes fue de aproximadamente 700.000 mensuales. Una cifra que explica por qué la masificación turística es la constante de algunos barrios de la ciudad.

Uno de ellos es el Born. Desde la Asociación Vecinal del Casc Antic, también presente a la concentración, tildan en conversación con el TOT Barcelona la masificación turística de “horrorosa”. La presidenta de la entidad vecinal, Asun Justo, destaca que el centro de la ciudad no solo es un centro histórico con museos y piedras antiguas que han sido testigo de épocas de gloria y otras oscuridades de Barcelona, también hay una amplia variedad de locales de ocio nocturno que son atractivos turísticos. “Tenemos turistas desde las 10 de la mañana hasta las 3 de la madrugada”, avisa.
La Asociación de Vecinos del Gòtic también ha participado en la concentración. Tal como explica al TOT uno de sus integrantes, Martí Cusó, según la entidad no hay nada que celebrar el Día Internacional del Turismo, porque el actual modelo está planteado como una fuente “de explotación de territorios y de desigualdad”. Por una parte, porque agravia los efectos de la emergencia climática y, por la otra, porque la masificación turística es incompatible con la vida de los vecinos y de los comercios que no están orientados al turismo. “La gente está muy cansada”, insiste.
Un modelo que beneficie a más personas
Diferente es el punto de vista de la Asociación de Vecinos de la Barceloneta. Uno de sus miembros, Manel Martínez, señala que la entidad vecinal no se ha implicado en la concentración porque no comparte este “discurso en contra del turismo”. A pesar de esto, tampoco está de acuerdo con el modelo actual, con el cual considera que ganan muy pocas personas y pierden muchas. “Hay que ir hacia un modelo con el cual más industrias no turísticas se beneficien. Es positivo cuando el turismo ayuda a proyectar a la exterior actividades culturales, industriales y del mundo de la investigación”, dice e insiste que “el problema” es que los grandes operadores que controlan el turismo en Barcelona prefieren estacionalidad y masificación.

La mirada bajo la cual se observa la realidad del turismo varía según la experiencia de cada persona, y esto también se vio reflejado a la concentración. Entre manifestantes que aguantaban pancartas donde se leía “Menos turismo, menos vida”, “Stop a la Copa América” o “El turismo masivo colapsa el planeta”, había turistas sentados en las escalas de la misma Catedral que no parecía que tuvieran la mínima intención de moverse. Había otros que observaban la escena con curiosidad y, incluso, hacían fotos. Una chica que hablaba en castellano explicaba a una recién llegada a la ciudad que era habitual encontrarse en Barcelona con este tipo de protestas a causa “del problema de la masificación turística”. Mientras tanto, se escuchaban entre los manifestantes gritos de “Tourists go home”.
Estos vecinos tienen varios motivos para gritar este tipo de cánticos. Aparte de las consecuencias trasladadas por Pardo y Cusó, paralelamente Justo recalca que condiciona su manera de comportarse en el día a día. Un ejemplo es que evita pasar por ciertas calles, como la de Moncada, donde se encuentra el Moco Museum, el Palacio Dalmases, donde hacen flamenco; y restaurantes llenos de turistas. “Está prohibido pasar durante todo el año”. También lamenta que a raíz del libro La catedral del mar, es imposible entrar al templo, y que muchas terrazas del barrio no estén disponibles para hacer el vermut a las 12 horas, puesto que están reservadas para los turistas que quieren comer. “Es para echarse a llorar”, dice sin ver un horizonte que indique si algún día se revertirá esta situación. «Al vecindario no nos queda otra opción que no sea marcharnos del centro. Ya se han marchado muchos vecinos”, avisa.
