José Merino tiene 75 años, mira unas obras y sentencia: “Fue aquí”. Algunos quizá no lo recuerdan, al menos, no con la exactitud de alguien que sufrió en primera persona la crisis del socavón del Carmel. Vivía -y vive- a unos cuarenta metros del túnel que se derrumbó y que abrió una gran herida en el barrio. No hubo heridos, pero sí cientos de desalojados. José ya sospechaba algo los días anteriores. “Habían pedido a los vecinos de Calafell que se fueran”. Y unos extremeños, que eran conocidos suyos, se negaron a trabajar en la zona. Fue rápido, recuerda; se precintó todo el recinto y él pasó la primera de muchas noches fuera de casa, aquella primera noche sin ropa de recambio. “El segundo día sí que nos dejaron entrar a coger algunas cosas”, recuerda. Pero entonces tampoco sabía que pasaría un año y medio en un hotel. “Es divertido la primera semana, después más que un sueño es una pesadilla”.

Veinte años después, la herida ha cicatrizado. Volvía a casa tras comprar pan cuando el TOT Barcelona interrumpió su particular escrutinio diario de las obras, que ya no tienen nada que ver con el metro. Ahora se construyen pisos de protección oficial. “Decían que aquí iría un parque. Quién sabe si lo harán, aquí al lado, quizá. Es de esas muchas cosas que se dicen y a veces no se acaban haciendo”, refunfuña. El vecino recuerda que los tres o cuatro años posteriores al derrumbe del túnel, aquello era “monotema” en el Carmel. Seguramente porque la crisis del socavón tiene nombres y apellidos. “Todo el mundo conoce a alguien que estuvo afectado”. En la zona se habilitó un punto de información, que se llenaba de vecinos, y las autoridades se volcaron en las ayudas para paliar una situación prácticamente desconocida en Barcelona. 1.289 vecinos desplazados. 84 fincas afectadas. Cuatro demolidas. Unos 200 comercios cerrados. Pasqual Maragall lo comparaba con los efectos devastadores del ‘Presitge’ y José todavía se lo pregunta: “No sé quién pensó en poner aquí la sala de maniobras del metro”.

El solar del socavón, veinte años después del derrumbe | Jordi Play

«No murió nadie, pero hizo mucho daño»

El metro ha acabado llegando al Carmel. Una de las entradas luce en la plaza de Pastrana, a cinco minutos del socavón. El cableado de los edificios está mal recogido en las fachadas, hay dos supermercados 24 horas, un kebab y una farmacia, muchas motos aparcadas en una de las entradas a la plaza, que está pacificada y llena de abuelas. Marina y Francina rondaban los 60 años cuando ocurrió lo que ocurrió. Ellas vivían lejos, a unos 500 metros, pero tenían amigas que sufrieron grietas e incluso muebles rotos. Una se fía de las obras nuevas, la otra no tanto. Y conversan. “No murió nadie, pero aquello hizo mucho daño”, dice Francina, la mayor. “Quien lo sufrió de verdad… no creo que lo olvide nunca”, comenta la pequeña. Discrepan sobre las mejoras del barrio. Que si “ahora tenemos escaleras [mecánicas] y antes no” o que si “de acuerdo, estamos mejor, pero las calles siguen mal”. “Ella es como los ricos, que tienen y tienen y quieren tener más”, concluye Francina. Y María ríe. 

En el solar del socavón se construirá vivienda protegida | Jordi Play

Ambas recuerdan de la misma manera, eso sí, los meses que siguieron al socavón. “Era el tema, todo el mundo hablaba de ello en el mercado”, comentan. María y Francina no están solas en la plaza, aunque son las que más ganas tienen de recordar. Una de sus amigas, Antonia, que entra y sale de la conversación, interrumpe para hablar de política. Dice que no se acaba de fiar del metro y recuerda, aún nadie lo había mencionado, que “ya lo dijo Maragall, aquello del 3%”. Con el socavón, el Carmel se convirtió en el epicentro de la política catalana, con el PSC señalando a Convergència de corrupto –por el cobro de comisiones; lo que después sería el ‘Caso Palau’y Convergència amenazando con hacer caer el estatuto. Todo, después de la crisis del Carmel. 

Vecinos del Carmel conversan en el mercado | Jordi Play

«El maldito socavón dejó tocado el comercio»

En el mercado ya no se habla del socavón y menos aún de política. Pero todos tienen algo que decir si se les pregunta por la crisis. “Por la tienda de Fernanda estaban las casas rajadas”, comentan entre ellos un grupito de dos señores y tres señoras, todos jubilados hace años. Antes bajaban cada semana a tomar café, ahora dicen que es demasiado caro para hacerlo tan a menudo. “¡Y tanto que aquellos días se hablaba del socavón!”, coinciden en remarcar los cinco. Ahora, en cambio, ya no es un tema de conversación recurrente, dicen. «¿Veinte años han pasado ya?», se pregunta una de ellas, la misma que asegura que “es inevitable pensar en ello cuando pasas por delante”.

El mercado del Carmel es curiosamente uno de los mercados más vivos de Barcelona: dos bares y una cuarentena de puestos. Sobrevive en un barrio donde el pequeño comercio se recuperaba del socavón cuando llegó la crisis de 2008 y que se recuperaba de la crisis de 2008 cuando llegó la pandemia de la covid. La gerente de la asociación Carmel Comerç, Encarna Puig, describe el Carmel como “un barrio hecho a sí mismo, con un gran espíritu de lucha”. “Esto hace que haya comerciantes que siguen adelante, lo que no significa que no estén fastidiados”, remarca.

El mercado, renovado, junto a una tienda de alquiler de películas abandonada | Jordi Play

La portavoz de los comerciantes apunta que la crisis del socavón “se ha arrastrado siempre” y hace un paralelismo con la pandemia. “Las farmacias abrieron antes, pero muchos sectores tuvieron que estar nueve meses o incluso un año y medio cerrados. Pero igualmente tenían que pagar los alquileres, los trabajadores. Hubo ayudas, pero no eran suficientes”, remarca. Desde el eje comercial describen un cambio de paradigma, un antes y un después, que ha dejado tocado al pequeño comercio. Puig calcula que muchas de las 1.300 personas desplazadas “eran clientes que no volvieron al barrio”. Los comerciantes del Carmel, sentencia, hace tiempo que luchan “contra los males endémicos del pequeño comercio y contra factores externos”. Siguen adelante. Han pasado veinte años y los vecinos se han ido recuperando, pero Puig remarca que “el maldito socavón dejó tocado, muy tocado, el comercio del Carmel”. 

29.01.2005. Dos días después del derrumbe. Fotos de Jordi Play

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