“No haré spoilers, pero tenemos una propuesta concreta y muy definida”. El concejal Lluís Rabell insinúa, pero no asegura, consciente de que los vecinos de Vall d’Hebron llevan dieciséis años reclamando una biblioteca pública en el barrio, pero prudente de no caer en fechas falsas que harían crónico un problema político que por poco no tiene la etiqueta de histórico. El socialista habla de “meses” y deja claro que el futuro equipamiento, altamente demandado y recurrentemente prometido, “estará seguro dentro del barrio”. Vall d’Hebron es uno de los 33 barrios de Barcelona que aún no tiene biblioteca y los vecinos llevan años reclamándola por diferentes vías. En década y media han recogido más de 2.000 firmas, en dos etapas diferentes, pero ahora confían más que nunca. 

Maria Eugènia Ibáñez es una de las vecinas en lucha. “Una más”, dice, queriendo compartir lo que considera un “éxito vecinal”. “Lo más importante es que el gobierno ha admitido que nuestra petición es legítima y que sacarán adelante el proyecto de la nueva biblioteca. En el último consejo de barrio nos dijeron que ya tienen un emplazamiento previsto, pero que aún se tienen que cuadrar detalles para poderlo confirmar. Estamos tranquilos, porque lo más complicado, lo que era la batalla de estos años, ha sido que nos acepten la biblioteca”, detalla la vecina en conversación con el Tot Barcelona. Falta remarcarlo, que la promesa de Rabell sea firme y se reduzca un agravio importante en un barrio huérfano de letras -sin biblioteca, kioscos y casi sin librerías- y donde la cultura sobrevive, entre otros, gracias al club de lectura del casal de Gent Gran de la Vall d’Hebron, que la misma Ibáñez inició.

Un mural reclama una biblioteca en la Vall d’Hebron | CEDIDA

El barrio no ha bajado la guardia ni los ánimos, a pesar de que han pasado tres gobiernos diferentes y que ahora solo tienen una nueva promesa. En el año 2009, el vecindario se movilizó y recogió 821 firmas. Una sexta parte del barrio apoyó la iniciativa y la concejala de entonces, Elsa Blasco, de ICV, acabó cediendo. Pero no se avanzó. Era un barrio de unos 6.000 habitantes y faltaban un centenar, según los cálculos del Consorcio de Bibliotecas, para que le correspondiera una. Había espacios para construirla, pero no personas suficientes. “Nunca hemos entendido este argumento, pero igualmente, ahora se ha construido vivienda y el barrio ha crecido, por lo tanto, la demanda tiene más sentido que nunca”, insiste años más tarde Ibáñez. El vecindario incluye en el cálculo el aumento poblacional que vivirá el distrito, con 626 viviendas programadas en la Clota y la reorganización de 6.000 metros cuadrados alrededor de la cobertura de la Ronda, que sumará un centenar de pisos más. Es decir, la nueva biblioteca daría servicio a un mínimo de 8.388 habitantes, según sus previsiones. «Ya no se puede alegar falta de masa crítica para instalar una biblioteca en el barrio del Parc de la Vall d’Hebron», insisten.

El concejal de la Vall d’Hebron, Lluís Rabell, en rueda de prensa | BLANCA BLAY (ACN)

Cuatro mandatos de idas y venidas

La hipotética biblioteca ha saltado de la mesa de Elsa Blasco, miembro del tripartito liderado por Jordi Hereu, a la de los ejecutivos de Xavier Trias, Ada Colau y ahora Jaume Collboni. Tres gobiernos, cuatro legislaturas y dieciséis años de espera. La Asociación de Vecinos apostaba inicialmente por ubicarla, conjuntamente con un CAP, en una zona descafeinada de la calle Cardenal y Barraquer, ocupada por un aparcamiento. La concejala Francina Vila -ahora miembro de la oposición, once años atrás concejala del distrito con Trias- prometió reservar la zona para el día que se dieran las condiciones para levantar la biblioteca, pero el ejecutivo de Colau viró el plan. “Nos preguntaron un viernes por la noche si veíamos bien que hubiera vivienda dotacional en el barrio -siempre una buena noticia- y un lunes, solo habiendo pasado el fin de semana, informaron de un cambio urbanístico para construirlos en esta zona, sin avisar. La queríamos para el equipamiento y, además, lo que nos proponían tapaba todas las vistas. Nos sentimos engañados y traicionados”, resume al Tot Barcelona el presidente de la entidad, Manel Pérez.

El ejecutivo de Colau dio marcha atrás cuatro años más tarde, en su segundo mandato, y el actual concejal, Lluís Rabell, ha incidido en la precipitación. “Era un edificio contundente, de 125 viviendas, que tapaba otros edificios y que tenía una presencia volumétrica muy importante que provocaría una sensación de agobio en el barrio”, apuntó en el último consejo de barrio. De hecho, el Instituto Municipal de la Vivienda de Barcelona ya está estudiando otro emplazamiento en el distrito, para alegría de la asociación vecinal. “Queremos vivienda, pero ya que somos de los pocos distritos con espacio para construir, creemos que se pueden encontrar otros lugares”, remata Pérez. 

El barri de la Vall d'Hebron, aïllat i sense llibreria ni biblioteca JORDI PLAY
El barrio de la Vall d’Hebron, aislado y sin librería ni biblioteca | JORDI PLAY

Dos opciones más descartadas 

Mientras el tejido vecinal y el distrito discutían por la ubicación de estas viviendas, la lucha por la biblioteca volvió a resonar en el casal de Gent Gran, que esta vez consiguió 1.500 firmas -el triple de las conseguidas en 2009- que el año pasado se entregaron al mismo concejal. La iniciativa pedía ubicarla en la Torre Jussana, un edificio municipal que administrativamente pertenece al barrio fronterizo de la Clota; un espacio “perfecto” para el colectivo de mujeres lectoras, pero “poco prioritario” para la Asociación de Vecinos, que prefería un recinto de la Vall d’Hebron. El distrito sentenció a favor de la asociación, a pesar de que lo hizo pensando en el interés personal de la administración: la Torre Jussana acoge servicios del Ayuntamiento que no se podían mover, a pesar de la insistencia del club lector.

La segunda apuesta, también fallida, era en el Pabellón de la República, que ahora acoge una biblioteca de la Universidad de Barcelona especializada en la Guerra Civil. Un edificio que el mismo concejal ha reconocido que necesita una “reforma integral”. El convenio con la universidad acababa el año pasado, el principal argumento que utilizaba el vecindario, pero el ejecutivo acabó renovándolo. “A partir de aquí sugerimos dos espacios, sin respuesta: la avenida Vidal y Barraquer y un segundo entre las calles de Juan de Mena y Jorge Manrique”, desglosa Ibáñez. Confía en tener una respuesta en el próximo consejo de barrio. Ahora reina la calma, pero cualquier respuesta que no implique una ubicación exacta podría encender de nuevo la inquietud de un vecindario que lleva dieciséis años esperando una biblioteca. Tres gobiernos diferentes con tres promesas fallidas y una ilusión, en la calle, que no se desvanece.

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