A veces no queda más remedio que elegir entre derechos básicos. Una de las muchas personas que se encuentra en esta situación es un vecino del Raval, que ha explicado al TOT Barcelona que, a pesar de que él y su pareja trabajan, llegan a final de mes muy justos. Esto les impide tener aire acondicionado y a ni siquiera poder encender el ventilador en muchas ocasiones. Para soportar el calor que pasan en un piso que no aísla bien de las altas temperaturas, usan diferentes estrategias, como bajar las persianas en las horas de sol, ventilar la casa o utilizar una aplicación que permite saber en qué franjas horarias la energía es más barata. “Mucha gente está así, y no hay ayudas. Si no te estás asfixiando en casa, no tienes nada…”, denuncia.
Una de las razones por las cuales este vecino vive este panorama es por el aumento del precio de la energía. En su casa han pasado de pagar 50 a 200 euros de electricidad. Se trata de una realidad que se extiende por todo Barcelona y que, sobre todo, castiga a los barrios más populares. Esto lo ha constatado la portavoz de la Alianza contra la Pobreza Energética (APE), Maria Campuzano, que explica al TOT, a partir de datos de la Encuesta de Salud Pública de Barcelona (ASPB), que más personas sufren pobreza energética en verano que en invierno. Concretamente, habla del 10,9% de las mujeres en invierno y del 13,9% en verano y del 8,8% de hombres en invierno y del 11,3% en verano.
Una realidad que crece
El hecho que esta realidad vaya en aumento es una de las razones por las cuales Campuzano insiste que hay que hablar más de este problema. “Es muy importante que se hable de pobreza energética en un contexto de emergencia climática y en el cual cada vez habrá más olas de calor”, subraya. Ella ha presenciado en las asambleas de la APE como diferentes personas viven este tipo de pobreza, y hay algunas cosas que le han sorprendido. Destaca la normalidad con la cual algunas se resignan a pasar calor. “Hay gente mayor que me ha llegado a decir: «Abro la ventana y la puerta de casa y con la corriente de aire que pasa estoy bien». Pero no es la mejor idea en una ciudad como Barcelona, como tampoco lo es que haya personas que tengan el ventilador cerrado a un armario por no tener la tentación de encenderlo”, señala.

Pero la pobreza energética no afecta igual en todas las zonas de Barcelona. Tal como recuerda Campuzano, existen las llamadas islas de calor. Se trata de aquellas zonas donde por las noches hace más calor que en otros porque hay mucha densidad de población, calles estrechas y mucha concentración de hormigón y asfalto. En estos casos es imposible que las temperaturas bajen por las noches, y el Raval es un claro ejemplo de donde se pueden encontrar islas de calor. La fuente vecinal del Raval recuerda que hay un porcentaje muy alto de vecinos que vive por debajo del umbral de pobreza y, por lo tanto, se pueden encontrar casos extremos de personas que viven en infraviviendas donde pueden convivir diferentes familias o no tienen cédula de habitabilidad. “Como el calor no los deja dormir, salen a la calle por las noches y los niños juegan en los parques. Es una manera de pasar las horas”, dice.
Lejos del Raval, uno de los barrios periféricos de la ciudad, el Besòs y el Maresme tiene una particularidad que hace que la pobreza energética sea especialmente crítica. Tal como explica al TOT Teresa Pardo, de la entidad vecinal SOS Besòs-Maresme, gran parte de los edificios tienen problemas estructurales que hacen que la eficiencia energética sea muy negativa. “Algunos pisos son auténticos hornos o muy fríos”, avisa Pardo. A continuación, añade que el bajo poder adquisitivo de una buena parte del vecindario hace que no puedan encender el ventilador ni invertir a mejorar el aislamiento de su casa. Es decir, están doblemente condenados por la capacidad de sus bolsillos y el lugar donde viven.
Refugios climáticos abiertos
Esta vecina del Besòs y el Maresme ha visto todo tipo de casos, desde una mujer que no encendía nunca el ventilador y acabó yendo a vivir con su hija, hasta otra que hace años que no tiene calentador. Este panorama provoca que la gente del barrio haga mucho de uso del espacio público, y esto le hace pensar en la importancia de contar con refugios climáticos. En el barrio hay unos cuántos, pero el problema es que algunos tienen un horario limitado y que hay la posibilidad que uno de ellos, la Biblioteca Ramon de Alòs-Moner, cierre en el mes de agosto. Pardo, pero, tiene claro que si acaba siendo así, lo evitará. El año pasado ya lo hizo. “18 mujeres del barrio nos cerramos el pasado 30 de julio dentro de la biblioteca para que no cerraran. Lo podemos volver a hacer”, asegura sin dudar.