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La amenaza constante sobrevuela la Casa Gomis, la joya de la Ricarda

Dos minutos y medio. Este es el intervalo de tiempo que separa de media cada uno de los despegues en la tercera pista del aeropuerto del Prat, la más próxima al paraje natural de la Ricarda. El ruido de los motores de queroseno es ensordecedor y desde hace casi dos décadas se ha convertido en el compañero de viaje inseparable de la Casa Gomis. Esta joya racionalista obra del arquitecto Antoni Bonet Castellana y construida entre 1957 y 1963 se alza en medio de un pinar a solo 400 metros del aeródromo, en unos terrenos propiedad de los descendientes de la conocida familia de empresarios textiles Bertrand. El ruido constante de los aviones rompe la tranquilidad de un espacio integrado perfectamente en el entorno y actúa como un recordatorio de la amenaza que planea sobre esta zona de humedales próxima a la desembocadura del Llobregat. Una especie de memento mori que se repite disonante una y otra vez y que tiene su origen en el proyecto polémico de ampliación del aeropuerto, que podría engullir prácticamente la totalidad de esta reserva verde.

Pocas personas conocen mejor este lugar que Marita Gomis. Hija de Ricardo Gomis e Inés Betrand, el matrimonio barcelonés que encargó la construcción de la casa a Bonet, esta mujer de 76 años es la actual copropietaria de la finca con sus hermanos. Aquí pasaban los veranos y muchos fines de semana, jugando entre los grandes ventanales que flanquean el recinto de tejado ondulado. «Crecimos con la casa. Estos terrenos pertenecen a la familia desde hace más de 100 años -los compró el bisabuelo Manuel Bertrand en 1901- y veníamos cada domingo, incluso mientras esta estaba en obras», explica en una conversación con el TOT Barcelona. Gomis aún recuerda cómo en los cincuenta iban en bici hasta el entonces pequeño aeródromo del Prat de Llobregat y hacían carreras por las mismas pistas, que no estaban valladas. El primer gran cambio llegó a finales de los sesenta, cuando construyeron la segunda pista del aeropuerto y comenzaron a operar los jets y los aviones de gran fuselaje. El aumento del ruido fue importante, pero las instalaciones aún quedaban bastante lejos del inmueble. No fue hasta principios de la década de los 2000 que el panorama dio un giro de 180 grados con la llegada de la tercera pista, primero solo para aterrizar y, después de las quejas de los vecinos de Gavà y Castelldefels, como pista de despegue.

La amenaza de destruir la Ricarda es uno de los principales argumentos de los detractores de la ampliación | ACN
La amenaza de destruir la Ricarda es uno de los principales argumentos de los detractores de la ampliación | ACN

Este es el telón de fondo en el cual se ha celebrado la bienal artística Manifesta 15, que ha tenido en la Casa Gomis una de sus sedes principales junto con las Tres Xemeneies de Sant Adrià de Besòs. Si el gran reclamo de la antigua central térmica era la apertura al público de un espacio hasta ahora inédito, reflexionando sobre su futuro y el proyecto urbanístico polémico que se plantea allí, en el caso de la Ricarda, el gran atractivo era adentrarse en un icono arquitectónico de renombre internacional que ve peligrar su futuro y el de su entorno -un binomio que, como veremos, parece indisoluble- por las ansias expansivas de un aeropuerto, todo enmarcado en el contexto de saturación turística que vive Barcelona. Los visitantes que se hayan acercado a la Ricarda durante estos cerca de dos meses y medio habrán podido palpar de primera mano la amenaza que planea literalmente sobre este paraje natural, un proyecto que por ahora está en el aire, pero que el ejecutivo de Salvador Illa parece empeñado en recuperar durante este mandato.

Uno de los espacios de la Casa Gomis de la Ricarda, la joya racionalista que resiste a la ampliación del aeropuerto / Ajuntament del Prat
Uno de los espacios de la Casa Gomis de la Ricarda, la joya racionalista que resiste a la ampliación del aeropuerto / Ajuntament del Prat

Un refugio en pleno franquismo hecho por correspondencia

En medio del ruido, los Gomis Bertrand han aprendido a convivir con la hostilidad del nuevo escenario que se les planteó a principios de la década de los 2000. Lo han hecho como una pieza más del engranaje del paraje natural de la Ricarda, que a pesar de resultar dañado ha conseguido sobreponerse a la adversidad. Para la época de la llegada de la tercera pista, la familia ya era plenamente consciente tanto de la riqueza en biodiversidad del estanque, alrededor del cual habían hecho vida diversas generaciones de la saga, como de la singularidad de la casa de veraneo que habían hecho construir los padres. «Cuando eres niño solo vives en el lugar, pero con el tiempo te das cuenta de que esta es una construcción completamente diferente de lo que se hacía entonces. Es una casa pensada específicamente para este lugar y su entorno», señala Gomis, enfatizando el hecho de que el inmueble se construyó con el arquitecto viviendo a miles de kilómetros de distancia, ya que Bonet residía en Buenos Aires a mediados del siglo XX.

El arquitecto barcelonés no fue la primera opción sobre la mesa del matrimonio, que por parte de padre estaba muy vinculado a las vanguardias de los años treinta. De hecho, sondearon a Josep Lluís Sert, pero, como ya estaba exiliado en esa época, acabaron optando por uno de sus alumnos, que había marchado a París en 1937 para trabajar en el taller de Le Corbusier y que participó en la Exposición Internacional que acogió la capital francesa ese mismo año, coincidiendo con Pablo Picasso, Salvador Dalí, Joan Miró y otras personalidades del momento. El estallido de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi llevaron a Bonet a Argentina, donde tenía otros amigos del sector y se estableció hasta 1949, cuando pudo regresar y encontrarse por primera vez cara a cara con el matrimonio Gomis Bertrand. De inmediato se tejió una relación íntima entre clientes y arquitecto, que fueron cultivando por correspondencia. A través de estas cartas, el exiliado dio instrucciones precisas y concisas para la construcción del inmueble, que estuvo a cargo de la compañía de Emilio Bofill, padre de los también arquitectos Ricard y Anna Bofill.

La Casa Gomis de la Ricarda, la joya racionalista que resiste a la ampliación del aeropuerto / Ajuntament del Prat
La Casa Gomis de la Ricarda, la joya racionalista que resiste a la ampliación del aeropuerto / Ajuntament del Prat

Después de seis años de trabajo, el proyecto vio finalmente la luz en 1963. El recinto lo conforman varios pabellones construidos a base de ventanales y celosías cerámicas unidos entre sí por pasillos prácticamente translúcidos. El contraste es palpable en cada uno de los espacios, ya sea por la combinación del blanco roto de las paredes con las baldosas de color terroso y verde intenso o por el juego de luces y sombras que ofrece un espectáculo diferente en función de la posición del sol. La casa, sin embargo, nunca fue solo de la familia. Por la Ricarda pasaron a lo largo de los años personalidades del calibre de Miró, Joan Brossa, Josep Maria Mestres Quadreny o Antoni Tàpies, entre muchos otros. Todos ellos encontraron en este paraje un refugio cultural en pleno franquismo, donde se realizaban conciertos, representaciones teatrales y encuentros de todo tipo burlando la censura del régimen.

Uno de los espacios de la Casa Gomis de la Ricarda, la joya racionalista que resiste a la ampliación del aeropuerto / Ajuntament del Prat
Uno de los espacios de la Casa Gomis de la Ricarda, la joya racionalista que resiste a la ampliación del aeropuerto / Ajuntament del Prat

El arquitecto defenestrado por el exilio

Si la Casa Gomis disfruta del reconocimiento que tiene actualmente es en buena parte gracias a dos arquitectos. Uno de ellos es Fernando Álvarez, un argentino a quien debemos el descubrimiento de la figura de Bonet en toda su esplendor. Él estudió y catalogó la obra del constructor barcelonés y comisarió una primera exposición en el año 1996 dedicada al artífice de la joya racionalista de la Ricarda. «Gracias a esta muestra, la familia contactó con él y se estableció una relación muy cercana», explica Oriol Hostench, director del Máster de Restauración de Monumentos de la Universidad Politécnica de Catalunya (UPC), miembro de la Agrupación de Arquitectos para la Defensa y la Intervención en el Patrimonio (AADIPA) y uno de los arquitectos que trabajó con Álvarez en la primera gran restauración de la casa, que se centró sobre todo en las cubiertas. El otro gran nombre del binomio que ha puesto en valor la importancia de esta construcción es el de Jordi Roig, el «brazo ejecutor» -en palabras de Hostench- sobre el terreno de la profunda investigación del edificio llevada a cabo por su compañero.

Ambos trabajaron durante décadas para situar en el lugar que le correspondía tanto a la Casa Gomis como a su arquitecto. «Bonet y otros exiliados sufrieron el desprecio de la élite de arquitectos catalanes de la época que se habían quedado como Oriol Bohigas. Nunca se le reconoció en nuestra casa como se debería haber hecho. No es un Coderch, pero está a la altura», remarca Hostench, que reivindica la finca de la Ricarda como uno de los grandes exponentes del patrimonio arquitectónico del país. En la misma línea se pronuncia Gomis, que reconoce que la casa siempre ha atraído más interés de fuera del Estado que de aquí. «Bonet era un perfecto desconocido, costó mucho que lo reconocieran. También pasaba con Antoni Gaudí, que en Cataluña en los años sesenta no lo conocía prácticamente nadie mientras que en Inglaterra ya se hablaba de él», señala.

La Casa Gomis de la Ricarda, la joya racionalista que resiste a la ampliación del aeropuerto / Ajuntament del Prat
La Casa Gomis de la Ricarda, la joya racionalista que resiste a la ampliación del aeropuerto / Ajuntament del Prat

Mímesis para sobrevivir

Las intenciones de Aena de alargar 500 metros la tercera pista arrasando gran parte de la Ricarda se hicieron públicas a mediados de 2021. Desde entonces, el debate sobre el futuro del paraje natural y de la ópera magna de Bonet ha ido reavivándose periódicamente con cada propuesta alternativa y movimiento en falso de las administraciones para reactivar el proyecto. La celebración del Manifesta no ha sido más que la enésima oportunidad para poner la problemática en primera línea. Eso sí, con un impacto nada desdeñable en cuanto a público y en un contexto marcado por los efectos devastadores de la DANA en el País Valenciano. De hecho, las fuertes lluvias del pasado noviembre ya dejaron imágenes del aeropuerto del Prat parcialmente inundado, constatando la realidad de que se encuentra en una zona potencialmente inundable.

«Hemos llegado a escuchar que se ampliaría la pista por encima del estanque y la casa… Después del desastre de la DANA e inmersos en una crisis que ya no solo es climática sino global, creemos que no tiene ningún sentido ampliar el aeropuerto. Parece una broma de mal gusto», afirma Jaume Grau, portavoz de Ecologistes en Acció. Grau considera que proyectos como los que se plantean huyen de la evidencia científica, no tienen en cuenta el contexto territorial ni social y desoyen las advertencias de la ONU en cuanto a la pérdida de biodiversidad, en este caso sobre todo por la destrucción del rico ecosistema acuático de la Ricarda, que sería prácticamente imposible de replicar. Sobre la casa en cuestión, desde la entidad ecologista la ven como un elemento más de la singularidad de un paraje amenazado de muerte. «La cultura y el patrimonio son fundamentales, pero es que aquí estamos hablando de especies que dependen de este hábitat para sobrevivir. Es demencial y creemos que se debería descartar la ampliación», concluye.

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Los defensores de la joya arquitectónica y los ecologistas van de la mano en esta cruzada, conscientes de que la mímesis entre la Casa Gomis y su entorno los condenan a un futuro compartido. «No puedes entender una casa así sin su entorno. Existe tal como es gracias a esto. Por eso, no veo una posibilidad de que esta acabe derribada o trasladada, sería impensable. El gran peligro es que se la aísle tanto que acabe siendo un fantasma, un muñeco de feria desubicado», apunta Hostench, que celebra que la obra de Bonet haya acabado convirtiéndose en cierta manera en la nave insignia de esta lucha naturalista. «Que se quieran tomar medidas para revisar las zonas inundables y a la vez se plantee ampliar el aeropuerto cargándose la Ricarda es completamente contradictorio. Creo que deberíamos replanteárnoslo. Mientras tanto, nosotros defenderemos el territorio que conocemos de toda la vida», finaliza Gomis.

Uno de los espacios de la Casa Gomis de la Ricarda, la joya racionalista que resiste a la ampliación del aeropuerto / Ajuntament del Prat
Uno de los espacios de la Casa Gomis de la Ricarda, la joya racionalista que resiste a la ampliación del aeropuerto / Ajuntament del Prat

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