Hay un edificio ubicado en el corazon de Barcelona que gran parte de los barceloneses han observado muchas veces al ir a trabajar, coger el tren a plaza de Catalunya o atravesar la frontera que separa los distritos del Eixample y Ciutat Vella. Muy pocos, pero, lo han visto desde dentro. Se trata de la Casa Pasqual i Pons, una joya modernista de finales del siglo XIX situada a los números 2 y 4 del passeig de Gracia, en el barrio de la Dreta de l’Eixample. Lo pone de manifiesto el arquitecto Miquel Espinet, del estudio de arquitectura Espinet / Ubach, que ha presentado la última reforma que el estudio ha hecho de la emblemática casa durante la primera y única visita que se prevé hacer de esta después de las obras. El proyecto se ha alargado ocho años, cinco de los cuales han estado obras. Estas han conseguido, entre otros, que ahora tenga un total de 11 plantas, de las cuales cinco son subterráneas.

El edificio es obra del arquitecto Enric Sagnier / Alba Losada

La casa es ahora propiedad de Catalana Occidente y, según explica Espinet, hace poco la gran multinacional Apple ha alquilado gran parte de la finca para instalar oficinas. Los inicios de la vida de este edificio histórico se remontan al 1890 de la mano de el arquitecto Enric Sagnier, «el quinto gran arquitecto modernista». Aquellos tiempos están muy lejos de asemejarse a lo que es ahora. Tal como recuerda Espinet, no había oficinas proyectadas, si nó las viviendas de las familias Pons y Pasqual. Solo vivían en la planta principal, donde este martes los periodistas de diferentes medios han escuchado las explicaciones de Espinet. En cuanto al resto del edificio, de entonces seis plantas, también eran viviendas que se alquilaban a terceros. «Aquí ya había la costumbre moderna de alquilar y no comprar», afirma.

Uno de los objetivos de la reforma: volver a los orígenes

La última reforma de esta joya modernista ha conseguido, en la medida de lo posible, que se asemeje a lo que fue en sus inicios. Espinet destaca que se han recreado elementos con valor patrimonial que habían desaparecido y se han conservado otros que han resistido al paso del tiempo, como la fachada. Otros elementos que han aguantado los enseña mientras pasea por los pasillos y salas de esta casa en la cual es muy fácil perderse. Se pueden ver puertas y vitrales «originales», trozos de mosaico recuperados en el suelo y una chimenea muy cargada de decoración que, seguramente, solo se encontraría en casas de nobles o de quienes dicen tener sangre azul.

En los orígenes de la casa, vivían las familias Pasqual y Pons / Alba Losada
En los orígenes de la casa, vivían las familias Pasqual y Pons / Alba Losada

«Se encontraba en una habitación que era de paso y no tenía valor patrimonial, pero la chimenea sí, y por eso se ha instalado en este pasillo. Seguramente no se encendió nunca. Es lo que pasa con muchas creaciones modernistas: solo se usan para decorar», indica. Otro elemento decorativo modernista que enseña es uno por el qual entra un poco de claridad y, por lo tanto, genera la sensación que al otro lado se encuentra el exterior. Pero es solo una ilusión. En realidad se encuentra otra planta del edificio.

Lo simbori, por donde entra un poco de claridad y simula al otro lado se encuentra el exterior / Alba Losada
Lo simbori, por donde entra un poco de claridad y simula al otro lado se encuentra el exterior / Alba Losada

La última reforma se ha hecho después de que en el 1982 se hiciera una primera durante la cual, entre otras cosas, se remodeló el tejado. Entre una y otra pasaron alrededor de 40 años y la razón de ser de la segunda es que la casa se adaptara mejor a los tiempos actuales. «Catalana Occidente sabía que la ubicación donde se encuentra no tenía la misma importancia hace cuatro décadas que ahora», dice sobre unas obras que han hecho que el edificio tenga ahora un parking y, por fin, sea eficiente energéticamente. «Estamos a paseo de Gracia y ahora no se sienten los coches», recalca.

Un punto de vista observado por pocos

Al volver a la visita guiada, es imposible no hacer referencia a uno de los espacios más impactantes: la azotea. No solo impresiona porque al pisarlo dan la bienvenida las míticas letras del Corte Inglés que todos los barceloneses conocemos desde hace décadas, también porque se ve una parte del corazón de Barcelona desde un punto de vista atípico: la plaza de Cataluña.

Las privilegiadas vistas de la azotea de la Casa Pasqual y Pons / Alba Losada
Las privilegiadas vistas de la azotea de la Casa Pasqual y Pons / Alba Losada

Desde esta perspectiva lo ha observado una pequeña parte de la población que la ciudad ha tenido en el último siglo y medio. Parte de esta son las familias Pasqual y Pons, los trabajadores de las reformas del edificio y algunos otros afortunados, como el grupo de periodistas y fotógrafos de esta visita. El arquitecto opina que en esta casa, como en otras muchas históricas, se tendría que crear un circuito para que el gran público las pueda visitar. En este sentido, insiste, Barcelona tiene mucho trabajo oir hacer. «Gran parte de los edificios históricos de la ciudad no se pueden visitar, y por eso hay tantas colas en la Pedrera y en la Casa Batlló», indica.

La casa se encuentra a los números 2 y 4 de paseo de Gracia / Alba Losada
La casa se encuentra a los números 2 y 4 de paseo de Gracia / Alba Losada

Espinet da más fuerza a sus palabras al recordar que los grandes arquitectos Lluís Domènech i Montaner, Antoni Gaudí y Sagnier materializaron en todo la ciudad 66, 26 y 454 obras, respectivamente, cuando la mayoría de personas no especializadas en arquitectura conocemos unas pocas de cada uno, como el Palau de la Música, la Sagrada Família o el Temple Expiatori del Sagrat Cor, respectivamente. Es imposible no destacar la gran cantidad de obras que llegó a acumular Sagnier. «De los grandes arquitectos modernistas, es el que más dejó en la ciudad», destaca.

Rehabilitar en vez de derrocar

El legado de estos grandes maestros y otras personas anónimas, junto con el resultado de la reforma de la Casa Pasqual i Pons, es una de las razones por las cuales Espinet apuesta por conservar edificios en vez de derrocar y construir de nuevo. Fuera del distrito de Ciutat Vella, afirma, Barcelona es una ciudad antigua, «construida en el siglo XIX» con diseños «únicos en el mundo», como el plan Cerdà. Todavía quedan muchos edificios en pie, e insiste que hay que conservarlos. «Nosotros queremos, por ejemplo, mantener todo el que queda en el Eixample haciendo rehabilitaciones integrales en sus edificios, que de este modo pueden durar 200 años más. Podemos tener una ciudad histórica en condiciones muy razonables», sentencia.

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