Barcelona, 26 de enero del 1939. Las tropas franquistas entran por la avenida Diagonal con pose triunfal. La capital catalana ha claudicado después de cerca de dos años sufriendo los bombardeos constantes de las fuerzas de aviación italianas y alemanas. Aquel mismo día, Hilari Salvadó y Castell abandona la ciudad iniciando el camino del exilio para refugiarse en Francia. Lo hace a regañadientes, como tantos otros políticos, sindicalistas e intelectuales de la época, pero con el convencimiento de poder volver algún día. En su caso, se añade un sentido del deber difícil de poner en palabras: se marcha ostentando el cargo de alcalde.
Salvadó no lo sabía entonces, pero su mandato al frente del Ayuntamiento de Barcelona durante los últimos meses de la Guerra Civil Española le convertiría en el último alcalde republicano de la capital catalana. Este vecino de la Barceloneta -donde era conocido con el sobrenombre de
A pesar de la importancia de su tarea, el último alcalde de la democracia antes de los años oscuros del franquismo es todavía para muchos barceloneses un desconocido. Los reconocimientos a su figura prácticamente se pueden contar con los dedos de una mano y solo en su Barceloneta natal se le mantiene en el recuerdo a través de la plaza que lleva su nombre y de una mención en la calle donde vivió con su familia. Con el objetivo de sacarlo de este el olvido impuesto por el fascismo y situar al personaje en el lugar de la historia que le corresponde, este 16 de febrero ha empezado la celebración del 125.º cumpleaños del nacimiento de Salvadó con un acto a las puertas de la que había sido su casa, en el número 82 de la calle dels Pescadors.

Del naufragio a la militancia
La vida de Salvadó estuvo marcada desde muy pequeño por la tragedia. Hijo de una familia de pescadores emigrantes de Peñíscola e instalados en el barrio marinero por excelencia de la ciudad, el futuro alcalde barcelonés vio con solo 11 años como su padre y sus cuatro hermanos grandes perdían la vida el 31 de enero del 1911 después de naufragar a causa del grave temporal de la Candelera. El pequeño de la familia esquivó este desenlace de milagro, puesto que también acostumbraba a acompañar a su progenitor para ayudarlo con trabajos más logísticos como preparar la comida de los navegantes. «No se encontraba bien y esto le salvó de una muerte segura. Su madre le hizo prometer aquel día que no se dedicaría al mar«, señala Vinyes.
Con la matriarca de la familia a cargo de las dos hijas pequeñas del matrimonio y de una cuñada de 75 años invidente, Salvadó empezó a trabajar como comercial, un trabajo que compatibilizaba con sus estudios nocturnos para ejercer de contable, la que acabaría convierténdose en su profesión. Fue en esta época cuando empieza su militancia política, comprometida con los derechos sociales y las libertades nacionales. El xup-xup que se vivía en aquellos años en la Barceloneta, sumado al litigio que tuvo que emprender su madre contra los acreedores que habían avanzado el dinero para pagar de las dos barcas de su padre y que ahora querían recuperar la inversión apropiándose de parte de la indemnización por el naufragio, llevó a nuestro protagonista a enrolarse en Estat Català primero y, después de su fundación en marzo de 1931, en ERC.

La ascensión de la celebridad del Uruguay
Es en este momento cuando empieza su fulgurante trayectoria política. Después de un primer intento fallido en las elecciones generales españolas de noviembre del 1933, Salvadó consigue finalmente acceder a un cargo público como parte de lista ganadora de los comicios municipales celebrados en enero del año siguiente. Se convierte en concejal del Distrito Primero -que entonces englobaba también a la Barceloneta- en el ejecutivo liderado por Pi i Sunyer, y será encarcelado unos meses más tarde con todo el gobierno en el barco
Liberado el 23 de febrero del 1935 y amnistiado un año más tarde, el político barcelonés recupera el acta de concejal asumiendo cada vez un rol más importante en el engranaje municipal. La tranquilidad, sin embargo, dura poco. El golpe de estado del 1936 y posteriormente los fets de Maig del 37 llevan al presidente Companys a reestructurar el Govern, incorporando al hasta entonces alcalde Pi i Sunyer como conseller de Cultura. En julio de aquel mismo año, Salvadó tomará posesión como nuevo alcalde de la ciudad, haciéndose cargo de una ciudad en pleno estado de guerra y convirtiéndose en una figura de «consenso» entre las diferentes formaciones que configuraban el gobierno municipal, tal como apunta Vinyes.

Vida entre bombas y exilio
Los bombardeos marcarán su mandato. Consciente de que la ciudad se había convertido en el campo de pruebas de la aviación italiana y alemana, Salvadó impulsó la construcción de muchos refugios antiaéreos, editando incluso un folletín que explicaba cómo hacerlos, y también era habitual verle implicado directamente en las tareas de rescate de personas que habían quedado sepultadas bajo las runas. Su ejecutivo promovió la habilitación de equipamientos y servicios para la verdadera avalancha de refugiados que buscaron cobijo en la ciudad y buscó el apoyo internacional para conseguir decantar la balanza del bando republicano.
Con la llegada de las tropas franquistas a la capital catalana a finales de enero del 1939, el alcalde emprendió el camino del exilio atravesando los Pirineos por el Coll de Ares y refugiándose primero en el municipio occitano de Valrans antes de instalarse definitivamente con su pareja Paquita Cervera en Besiers. Allí vivieron la ocupación nazi de Francia, escondidos en casa de unos conocidos descendentes de una familia catalana para evitar que les pudieran identificar y deportar, y también pudieron rehacer su vida después del fin de la Segunda Guerra Mundial, trabajando él como contable para una empresa local de neveras.
Un retorno fugaz marcado por la censura
Salvadó no podría volver a su ciudad natal hasta el año 1960. Dos décadas después de su exilio forzado, las gestiones hechas desde Barcelona por parte de Josep Maria Pi i Sunyer -primo del exalcalde barcelonés- y del periodista Joaquim Ventalló, amigos íntimos del contable, acababan dando sus frutos y el último alcalde republicano traspasaba la frontera y pisaba por primera vez desde el fin de la guerra la capital catalana, instalándose en el domicilio familiar de su pareja en el Eixample. El infortunio, sin embargo, golpeaba de nuevo la vida de nuestro protagonista solo cinco años después de su vuelta, cuando sufre un grave accidente de tráfico mientras iba a visitar su hermana a Francia.
El siniestro le deja muy malherido y acaba ingresado en un hospital de Montpelier. A pesar de su delicado estado de salud, Salvadó pide fervientemente poder volver a Barcelona y los médicos franceses finalmente acceden a la petición. Después de unos meses recibiendo tratamiento en una de las clínicas privadas del doctor Moisés Broggi, el exbatlle muere el 20 de febrero del 1966, solo cuatro días después de hacer 67 años. Su esquela se publica en varios diarios, pero solo

A diferencia de otras personalidades de la época, la Transición y la reanudación de la democracia en el Estado no sirvieron para romper este velo del olvido que se extendía sobre la figura del político barcelonés, que no empezará a ser reconocido hasta los años noventa gracias a la tarea conjunta de un grupo de vecinos de la Barceloneta y de ERC. «Parece que hubiera un tipo de amnesia en las instituciones durante cerca de veinte años. Esto pasa con muchas víctimas de la represión franquista, que les borraron del mapa», lamenta Vinyes, que considera que este 125.º cumpleaños puede ser una buena oportunidad para que la ciudad ponga remedio a la deuda histórica que tiene con su último alcalde republicano.