El artista colombiano Fernando Botero ha muerto este viernes con 91 años. El pintor y escultor originario de la ciudad de Medellín es conocido mundialmente por sus esculturas voluptuosas de grandes dimensiones, y Barcelona atesora desde hace muchos años parte de su legado. Se trata, concretamente, de la escultura del caballo de la terminal 2 del aeropuerto del Prat y, sobre todo, del gato que hay en la rambla del Raval.
Los orígenes de la relación entre el Gato de Botero y la capital catalana se remontan en 1987, cuando el Ayuntamiento de Barcelona lo adquirió. Desde el primer momento se convirtió en un símbolo de la ciudad, y con los años ha pasado por diferentes lugares. Sus primeros años los vivió en el Parc de la Ciutadella, en la parte que está cerca del Zoo. Más tarde, se lo trasladó al Estadio Olímpic y, tiempo después, a la plaza detrás de Drassanes. Fue el 2003 cuando, finalmente, se lo movió hasta la ubicación donde se encuentra actualmente: la rambla del Raval. De hecho, este emplazamiento se ha integrado tanto en la personalidad que popularmente también se lo denomina el gato de la rambla del Raval. Es habitual ver personas haciéndose fotos a su lado o, incluso, sobre suyo.
Testigo de momentos históricos
Todo el tiempo que la escultura lleva en El Raval y en Barcelona ha hecho, además, que sea testigo de diferentes momentos históricos importantes. Uno de ellos es el procés. En diciembre del 2017 la escultura apareció cubierta de lazos amarillos y una enorme cinta de este color envolviéndola.
También ha sido protagonista de diferentes anécdotas. Sin ir más lejos, el mayo del 2022 fue víctima de un acto vandálico perpetrado por Darryl McCreay, considerado el primer grafitero moderno. Cornbread, que es su sobrenombre, estampó su firma sobre el gato. Este hecho despertó rechazo por parte de diferentes sectores del vecindario del distrito de Ciutat Vella y Barcelona.