La Barceloneta vivió uno de sus episodios más negros en 1911. El 31 de enero de aquel mismo año tenía lugar el conocido como temporal de la Candelera, una tormenta impulsada por un fuerte viento de levante que generó oleadas de hasta ocho metros de estatura, causando estragos en el tramo de costa que va del Maresme a Valencia. Este fenómeno supuso una trampa mortal para las características embarcaciones a vela latina que entonces utilizaban los pescadores: muchas se quedaron atrapadas sin margen de maniobra para refugiarse y acabaron naufragando en varios puntos del frente litoral. Las autoridades contabilizaron la muerte de hasta 35 pescadores de este barrio barcelonés, una cifra que en toda la capital catalana se elevó hasta las 140 personas.
El paso de este temporal supuso un antes y un después para muchas familias de la Barceloneta. Antes de este episodio ya se habían producido otros en esta parte de la costa, pero ninguno tan mortífero como el de la Candelera. Esto hizo que desde diferentes sectores se pusiera sobre la mesa la necesidad de tomar medidas para evitar que situaciones así se pudieran volver a repetir. Actores como la Escuela Náutica de Barcelona o la Junta de Pesca levantaron la voz para pedir mejoras tanto para los equipos de salvamento -que fueron acusados de contar con una plantilla insuficiente y sin experiencia- como para las instalaciones portuarias, que requerían una remodelación urgente porque no tenían las infraestructuras en condiciones.
En este contexto, y una vez diluido con el tiempo el potente eco mediático que tuvo en un primer momento esta tragedia, Barcelona se preparaba en febrero de 1920 para la posible llegada de otro temporal de características similares. La experiencia todavía reciente de la catástrofe de la Candelera hizo que muchos pescadores decidieran ir con pies de plomo y evitaran salir al mar por estas fechas. Las medidas de prevención, sin embargo, fueron mucho más allá y la Barceloneta se convirtió durante el tiempo que duró esta nueva tormenta en una especie de refugio para las embarcaciones, dejando una estampa bastante peculiar que fue inmortalizada en varias fotografías y que incluso se hizo un lugar en los periódicos de la época.
Una solución de emergencia por la falta de medidas
Una de estas instantáneas data del 25 de febrero y fue publicada en la revista ilustrada semanal 

La foto ha sido recuperada para la ocasión con motivo de la exposición 


