Torre Baró se ha convertido en los últimos meses en un punto de peregrinación. Muchas personas han decidido acercarse por primera vez a este barrio de la periferia barcelonesa tras el éxito fulgurante de la película ‘El 47‘, dirigida por Marcel Barrena y que retrata la lucha por la dignidad de esta zona a través de la figura de Manuel Vital, el activista vecinal y conductor de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) que secuestró el bus de la línea 47. La afluencia de visitantes a este antiguo núcleo de chabolas no es en ningún caso desbordante, sino que se trata más bien de un goteo constante, lo que ya suponía un cambio para los vecinos de esta parte de la ciudad olvidada históricamente, que hasta ahora estaban poco acostumbrados a este tipo de incursiones foráneas.

Vistas desde uno de los miradores del barrio de Torre Baró / A.R.
Vistas desde uno de los miradores del barrio de Torre Baró / A.R.

Recorrer sus empinadas calles es darse cuenta de primera mano de las penurias que debieron pasar sus habitantes para moverse de aquí para allá antes de la llegada del bus, pero también de la tranquilidad y esa apariencia de pueblo que aún hoy en día conserva el barrio y que poco tiene que ver con el tráfico de la gran ciudad. Quién sabe si el bar Descanso, el último que quedaba en la zona, habría vivido una segunda juventud de no haber cerrado poco antes del estreno de la película. Si se continúa la calle principal hasta la parte más alta de Torre Baró se llega a un espacio con una panorámica magnífica de este lugar. En este mismo punto, sin embargo, hay un elemento que llama la atención de cualquiera de las personas recién llegadas que llega al paraje.

El bar Descanso, el último que quedaba en el barrio de Torre Baró y que cerró en abril de 2024 / A.R.
El bar Descanso, el último que quedaba en el barrio de Torre Baró y que cerró en abril de 2024 / A.R.

Al lado de una casa y aparcado como si fuera la moto que tiene al lado, hay un barco de dimensiones considerables. La embarcación es de color azul marino y está colocada sobre un remolque, como si estuviera esperando el retorno de la temporada estival para poder volver a su hábitat acuático. Todo hace pensar que el barco es propiedad de uno de los vecinos del barrio, que lo ha dejado en este punto atado con unas cuerdas y una especie de candado tanto al remolque como a una estructura de hierro anclada al suelo. La imagen no tiene pérdida y sorprende la presencia de una embarcación de estas características en una zona montañosa relativamente apartada del mar —de hecho, no es perceptible desde este punto ni en el horizonte— y de acceso no especialmente fácil.

El barco que se puede encontrar en uno de los extremos de la parte alta de Torre Baró / A.R.
El barco que se puede encontrar en uno de los extremos de la parte alta de Torre Baró / A.R.

El helicóptero del Tibidabo

Esta no es la única hallazgo excepcional que se puede hacer si paseas por los diferentes barrios de montaña de la capital catalana. Los peatones, ciclistas o incluso los conductores que hayan pasado en los últimos años por la carretera de Vista Rica, que flanquea la parte inferior del parque de atracciones del Tibidabo, habrán podido comprobar cómo unas hélices sobresalen de una finca particular. Solo hay que detenerse y asomar la cabeza para darse cuenta de que se trata de un helicóptero de color azul marino colocado sobre una plataforma ligeramente elevada que parece tener que despegar en cualquier momento. Como en el caso del barco, se trata de dos transportes privados que sus dueños mantienen en un espacio abierto y visible desde la vía pública, lo que despierta múltiples teorías sobre su procedencia, sus dueños y la finalidad de tenerlo expuesto de esta manera a las inclemencias meteorológicas.

El helicóptero ubicado en una finca privada junto al parque de atracciones del Tibidabo / Cedida
El helicóptero ubicado en una finca privada junto al parque de atracciones del Tibidabo / Cedida

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