Tot Barcelona | Notícies i Informació d'actualitat a Barcelona
El movimiento vecinal de Barcelona se diversifica: menos transversal, pero más especializado

El movimiento vecinal despertó en las iglesias, todavía en tiempos de Franco, cuando los templos católicos eran refugios para la acción colectiva. Supervisados, todo era posible. Décadas después, según el último barómetro de la ciudad, solo un 3,7% de la ciudadanía participa activamente en una parroquia o asociación religiosa. El fin de la dictadura hizo que el movimiento vecinal se desplazara de las parroquias a las plazas, de manera que el tejido asociativo se regeneró durante la transición y surgieron numerosas asociaciones de vecinos antes clandestinas. Ahora hay más de cien en Barcelona. Pero años después, también, la acción colectiva ha cambiado de paradigma. Han surgido movimientos más sectoriales, como el Sindicat de Llogateres, Eixample Respira o Zeroport, y solo uno de cada diez ciudadanos participa activamente en las asociaciones históricas

El interés por la política también ha caído –alcanza el 50% según el último barómetro–, pero eso no significa que Barcelona haya perdido el carácter reivindicativo de otras décadas. El catedrático y antropólogo de la UB Manuel Delgado distingue entre la “política de partidos” y la “política real”. “El enigma –expone– no es por qué la gente no se preocupa por la política institucional, sino por qué todavía hay gente que sí se interesa”. En una conversación con este diario, el catedrático remarca, en todo caso, que, si bien “no hay ningún motivo para seguir a los partidos”, Barcelona “todavía tiene fuerza en la calle” para generar grandes movilizaciones. El experto pone de ejemplo el caso de Vallcarca, a pequeña escala, la lucha de la Casa Orsola o la defensa del pueblo palestino en las universidades, como ejemplos de mayor dimensión. “Es evidente que tendemos a una sociedad más individualista, que afecta a los movimientos organizados, como las asociaciones de vecinos, pero eso no tiene por qué afectar a la movilización. Hay un cambio de paradigma y ahora crecen los movimientos menos organizados, aquellos que no tienen NIF o una sede física”, resume. 

Miquel Borràs, nuevo presidente de la Federación de Asociaciones Vecinales de Barcelona (Favb), reconoce que “cuesta que la gente se integre” en las entidades, pero también lo desvincula de la desmovilización. “La gente más joven tiende a organizarse por temas, por plataformas: fomento de la bici, medio ambiente, protección de escuelas, en el caso de los padres, etc. Hay una tendencia a hacer asociacionismo no tan transversal como las asociaciones de vecinos, que abordan de todo”, expone Borràs, quien añade: “Las asociaciones de vecinos tratan muchos temas y dependen mucho del momento. Ahora, la gente decide qué tema le interesa y se organiza en otros espacios para abordarlo”. Este cambio hace que las asociaciones más clásicas dejen de ser “el centro” como lo habían sido y que se integren en estos movimientos sectoriales. “Somos claramente compatibles, ahora se empieza a ver que nosotros comenzamos a participar en estos otros movimientos y plataformas”, concluye el activista veterano, que no ve las múltiples ofertas asociativas “desde la competencia entre entidades”. 

Una manifestación del sindicato CGT en Barcelona | Kike Rincón / Europa Press

Movimientos diferentes, pero compatibles

Según Delgado, una vez consolidada la democracia, las asociaciones de vecinos han dejado de tener la imagen ideal de la que gozaban durante la transición. No son una excepción. Los partidos y los sindicatos también lo están. “Ha crecido cierta indiferencia hacia estas opciones, incluso hostilidad, desconfianza hacia las entidades organizadas”, resume el experto. El origen de todo esto, afirma, es la llegada de los ayuntamientos democráticos. “En cierta manera, desde que la izquierda entra en los municipios, el papel de las asociaciones vecinales ha ido a la baja porque la lucha por la democracia era su esencia. Ahora, mucha gente cree que estas asociaciones tienen mucha dependencia institucional, sobre todo cuando hay partidos de izquierdas. Por eso el Sindicat de Llogateres o, en otras épocas, el movimiento okupa, se veía más atractivo”, apunta el experto.

El análisis histórico de Borràs va en la misma línea. «En los años ochenta y noventa, muchos partidos se alimentaron del tejido vecinal. En aquel momento, los partidos de izquierdas se estaban construyendo, estaban consolidando la democracia y conseguían ganar elecciones a partir de la gente con más liderazgo popular», detalla el activista. En todo caso, desde la Favb señalan que se trata de “una crisis pasada” y afirman, como también lo hace Delgado, “cuando un vecino tiene un problema y no sabe dónde ir, llama a la puerta de las asociaciones de vecinos”. 

Las plataformas y las asociaciones, insiste Borràs, “no son cuerpos antagónicos, somos compatibles”. Delgado también lo cree, si bien les otorga papeles muy diferentes. Ve las opciones más innovadoras con una imagen “más rebelde”. “Hay un asociacionismo informal del que no tenemos ni noticias ni datos”, afirma. El profesor de la UB pone de ejemplo su propia casa: “Hay jóvenes en la facultad que están haciendo muchas cosas, que tienen incluso un nombre como agrupación, pero que no tienen reconocimiento formal ni siquiera de la misma universidad”. El antropólogo añade un elemento no menor. “No puedes denunciar una entidad que no tiene NIF”, un hecho que permite a estas opciones más anónimas ser “más innovadoras”. En todo caso, el anonimato es un arma de doble filo, porque la administración “te pregunta quién eres” para prácticamente todo, tanto para una manifestación como para una chocolatada popular. Y ese “quién eres”, recuerda Delgado, es “cuál es el NIF de tu entidad”. En este sentido, Borràs explica al TOT que muchos de estos movimientos, que no están estructurados formalmente, se unen a las entidades históricas para iniciar movilizaciones o actividades. 

Crecen los movimientos sectoriales, como este en contra de la ampliación del Prat | LORENA SOPENA – EUROPA PRESS

El aumento de la extrema derecha

En ambas conversaciones, la palabra “individualismo” aparece de forma recurrente. La mayoría de análisis a escala global apuntan a este individualismo como uno de los factores que hace crecer a la extrema derecha. Y los movimientos más reaccionarios también se asocian. Delgado advierte: la población, sobre todo aquellos sectores inclinados hacia la izquierda, tienen una imagen del mundo asociativo “muy idealizada”. “Volvemos a la diferencia entre organización y movilización. El individualismo afecta al movimiento organizado, pero en ningún caso a la movilización general. Lo que ocurre es que estas movilizaciones también vienen, y cada vez más, de la extrema derecha”, explica. 

En el barrio de Torre Pacheco de Murcia todavía es latente la “caza” de inmigrantes que ha alentado la extrema derecha, que ha movilizado la calle en contra de la población migrante de la zona, algunos de ellos nacidos en Murcia. Otro ejemplo, más cercano, en la misma Barcelona, es la movilización contra los bloques okupados de El Kubo y la Ruïna. La empresa ultra Desokupa, el brazo armado de Vox en la calle, movilizó –con la connivencia de Ciudadanos y Valents, entonces en el Ayuntamiento– a decenas de jóvenes en el barrio de la Bonanova en plena campaña electoral de las municipales. “Tenemos una idea idílica del asociacionismo”, advierte Delgado. “Lo vinculamos a la ilusión bienpensante de una sociedad socialdemócrata, de clase media, que cree en el buenismo de la gente. Pero la extrema derecha también se asocia, el fascismo también se asocia”, recuerda. “Hace dos días, como quien dice, tenemos el 15M en las plazas y ahora es la extrema derecha quien ocupa este papel de antisistema que años atrás lideraba la izquierda”.

Nou comentari

Comparteix

Icona de pantalla completa