El recuerdo de los ascensores Cardellach sigue bastante presente entre los vecinos veteranos del Eixample. La compañía fundada en 1905 por los hermanos Enric y Francesc Cardellach fue una de las pioneras en la instalación de estos aparatos en la capital catalana. Solo en sus primeros cinco años de vida, la empresa creada a partir de un pequeño taller familiar de construcciones metálicas instaló una sesentena de elevadores por toda la ciudad, entre los cuales el de la Casa Lleó Morera o la Casa Burés. El negocio era todo un éxito y su base de operaciones estaba ubicada en la calle de Casanova, entre los números 23 y 29. La fábrica ocupaba prácticamente la totalidad del interior de manzana delimitado entre esta vía, las calles de Villarroel y Sepúlveda y la Gran Vía de las Cortes Catalanas.

La compañía -en la que también participó Fèlix Cardellach, hermano de los fundadores y referente del diseño industrial que concurrió en la lista de Lliga Regionalista al Ayuntamiento de Barcelona en 1905- mantuvo su actividad en este mismo emplazamiento durante casi un siglo. La construcción de nuevos ascensores se combinaba con la reparación de aparatos como los que había instalados durante la década de los años veinte precisamente en la plaza de Sant Jaume. Los últimos tiempos, sin embargo, estuvieron marcados por una profunda inestabilidad empresarial que acabó desembocando en su cierre. La Vanguardia se hacía eco en su edición del 4 de marzo de 1986, donde se informaba de las protestas de unos ochenta trabajadores, que decidieron encerrarse en las oficinas para denunciar la detención y despido de todo el comité de empresa por presuntas coacciones al gerente de la compañía. Todo ello después de que los empleados denunciaran el abandono del negocio y el impago de salarios. Este desenlace fue la culminación de un proceso autodestructivo que se había iniciado en 1982, cuando el entonces gerente de la compañía Enrique Fernández -descendiente de la familia Cardellach- fue procesado en un gran caso de corrupción por posible fraude a la Seguridad Social.

A pesar de que la empresa como tal terminó desapareciendo antes de la década de los noventa, en una consecuencia más de este escándalo, su legado ha perdurado hasta nuestros días en forma de un gran tejado de amianto, el mismo que al menos desde 1956 cubría la fábrica de ascensores. El espacio que hasta finales del siglo XX ocupaba la compañía hace aproximadamente dos décadas que es propiedad de Garages, Representaciones, Accesorios y Talleres, S.A (GRATSA), una empresa que se remonta a 1945 dedicada a la gestión de aparcamientos de acceso público en diferentes puntos de la ciudad. Los actuales responsables son los que han decidido iniciar ahora los trámites para sustituir el techo de fibrocemento de este aparcamiento, que presenta numerosos desperfectos y ya tiene más de setenta años, de manera que ha agotado con creces su vida útil. Según ha podido confirmar el TOT Barcelona, la previsión es que los trabajos comiencen entre finales de este mes de febrero y principios de marzo y que se lleven a cabo por fases, dado que se trata de un tejado de casi 2.000 metros cuadrados de superficie. Fuentes municipales consultadas por este medio aseguran que los propietarios ya han solicitado dos permisos de obra, uno de los cuales ya ha sido concedido, mientras que el otro se ha denegado por un defecto de forma que ya se está trabajando para corregir.

Despertar conciencias para evitar malas praxis
La noticia de la retirada de la cubierta de amianto ha tomado por sorpresa a los vecinos de esta manzana de casas del Eixample, formada por una treintena de fincas. La mayoría de los edificios que rodean la antigua fábrica de ascensores tienen más de cinco pisos, con al menos dos viviendas por planta, y muchas de las ventanas y terrazas de los inmuebles dan directamente a este gran tejado. De hecho, algunas de estas aberturas al exterior están ubicadas bajo la cota del techo de esta nave industrial. En bloques como el que se erige en el número 548 de la Gran Vía, los inquilinos no sabían nada de las inminentes obras. Tampoco en el hotel de cuatro estrellas que hay al lado. Un vistazo rápido a los accesos de las diferentes fincas que dan al interior de manzana permite comprobar que aún no hay ninguna nota informativa que indique el inicio de los trabajos. Esta situación ha puesto en alerta a la Comisión contra el amianto de la Federación de Asociaciones Vecinales de Barcelona (FAVB), conscientes del peligro que puede suponer la retirada de este fibrocemento si no se realiza siguiendo las medidas de seguridad adecuadas.
«Es un caso delicado por la proximidad de los vecinos y porque se trata de una superficie muy grande. La única manera de mantener el riesgo al mínimo es colocar una burbujal estática sobre el tejado. Lamentablemente, estamos un poco en el aire y dependemos de la buen voluntad de los propietarios y la buena praxis de la empresa encargada», señala en declaraciones a este medio Elena Martí, miembro de la Comisión. Esta vecina del Eixample sabe de lo que habla porque lo vivió en su propia carne hace casi seis años, cuando fue una de las afectadas por la sustitución de la cubierta del antiguo cine Urgell, durante la cual se detectaron varios incidentes o anomalías. A la espera de una Ley del amianto que permita garantizar el cumplimiento efectivo de la normativa, Martí considera que es importante informar al vecindario para que tome conciencia del peligro de trabajos de este tipo y pueda detectar posibles malas prácticas.

En la misma línea se pronuncia Santiago Comas, uno de los vecinos de la manzana de casas delimitada por los calles de Aragón, Consell de Cent, Calabria y Viladomat que hasta hace un año escondía en el interior una gran cubierta de amianto de cerca de 2.500 m². A pesar de que su caso se saldó con la sustitución de dos terceras partes del tejado, los inquilinos de la veintena de fincas afectadas fueron avisados con muy poca antelación del inicio de los trabajos, dándose incluso la circunstancia de que ni siquiera se comunicó la actuación a los locales con ventanas o patios interiores. «Es importante estar atentos para que se tomen las medidas necesarias y se haga bien», advierte Comas, que ahora está a la espera de la retirada del último trozo del techo de fibrocemento que aún resiste en este interior de manzana vecino.
Las oportunidades perdidas para recuperar interiores de manzana
Volviendo al caso de los terrenos de la antigua fábrica de ascensores, la previsión es que mientras se alarguen los trabajos en la cubierta se mantenga operativo el aparcamiento de GRATSA. Las instalaciones -que también tienen servicio de gasolinera- aún mantienen las dos entradas originales de la fábrica, a la altura de los números 23 y 29 de la calle de Casanova, la segunda de las cuales ahora cerrada. También habría una tercera salida bloqueada que daría al número 153 de la calle de Sepúlveda. Todo parece indicar, pues, que la actividad del negocio continuará exactamente como hasta ahora, sin que se produzca ninguna alteración. De hecho, la sustitución del tejado viene motivada en buena parte por dos expedientes de disciplina urbanística incoados por parte del consistorio por falta de mantenimiento de este techo, que estaba bajo vigilancia como uno de los espacios identificados por la Mesa de Desamiantado.
Tanto Martí como Comas coinciden en señalar que esta es una nueva oportunidad perdida para reconvertir este espacio en una zona verde. Como ya ocurría con el caso del interior de manzana de las calles de Aragón, Consell de Cent, Calabria y Viladomat, los terrenos donde se encuentra el aparcamiento están calificados urbanísticamente como zona de renovación urbana, de manera que, si el Ayuntamiento quisiera, podría expropiar el espacio para habilitar un parque urbano en cumplimiento del plan vigente.

Más allá de esta expropiación completa, en el caso de este aparcamiento de la calle de Casanova, también se podría optar por una fórmula alternativa como sería el soterramiento del aparcamiento. Esta opción permitiría al negocio mantener su actividad, recuperando metros cuadrados en la superficie que se podrían destinar a una zona verde. Ante esta propuesta, es inevitable pensar en la transformación verde de la treintena de interiores de manzana que Jaume Collboni prometió durante la campaña electoral. Por ahora, solo uno de estos nuevos espacios tiene fecha de finalización -mediados de 2025- mientras que otros dos están en fase de redacción de proyecto. Apelando a aquella promesa electoral, Comas aún tiene la esperanza de que el trozo de cubierta que da directamente al comedor de su casa acabe convirtiéndose de alguna manera en uno de estos interiores de manzana reconvertidos. «Hemos perdido varias oportunidades, pero aún hay tiempo de hacer algo. Si hay voluntad política se puede hacer», insiste.