El mundo de la noche en Barcelona juega con diversos factores de lo más complicados para establecer un equilibrio. El sector de la restauración, el ocio nocturno, la seguridad o las asociaciones vecinales forman un cóctel en el que la estabilidad siempre pende de un hilo. Este martes, desde el Círculo Ecuestre, el director del Gremio de Restauración de Barcelona, Roger Pallarols, ha señalado directamente a los vecinos de la capital catalana como uno de los grandes problemas. «No debemos pactar la noche con los quejosos», ha pedido un Pallarols que ha subido el tono y ha señalado directamente a aquellos vecinos que se quejan por las molestias de terrazas o bares a los que ha calificado de «sheriffs» y «una especie de pequeños dictadores».
De hecho, el director del Gremio de Restauración de Barcelona, ha asegurado que los que se quejan «son muy pocos» pero se atribuyen «la palabra de los vecinos» y ha afirmado que estos vecinos quieren la Barcelona «del toque de queda». «Nos dicen que debemos supeditar Barcelona a sus manías», ha lamentado un Pallarols que ha señalado que «quizás ellos han envejecido mal y han digerido mal algo como es hacerse mayor».
La administración, el otro blanco de las críticas
Pallarols también ha cargado contra el Ayuntamiento de Barcelona -que hace pocos días presentó la nueva Comisionada de Noche- y ha acusado al consistorio barcelonés de comprar «el relato» de que hay un «problema» con la noche barcelonesa. De hecho, el director del Gremio de Restauración de Barcelona ha pedido que se aumente la oferta nocturna, ya que según su parecer es necesario que «vuelva a haber oferta y atracción nocturna» en la ciudad de Barcelona.

El Ayuntamiento ha sido quien ha recibido más críticas -pero menos duras que las enfocadas a los vecinos-, y ha señalado que en el primer año de Jaume Collboni como alcalde de Barcelona «solo» ha concedido 30 nuevas terrazas, una «miseria», y ha advertido que «la máquina del no persiste». El papel administrativo ha terminado de enfurecer a un Pallarols que ha asegurado que la «Barcelona que dice que no» no es un producto «de un color político» sino que es una característica «muy arraigada» a la burocracia institucional.
Pallarols ha pedido que las administraciones cambien su actitud «defensiva» y asegura que lo que se necesita es «volver a ponerla en su lugar» para que cuando reciban a los empresarios se pregunten en qué los pueden ayudar.