Los mundos del pararrayos y los cuchillos podrían coexistir sin tener prácticamente ninguna relación entre sí. Cada uno de estos artefactos tiene una función muy definida que no deja margen al error y, más allá de la autoría humana, no tienen demasiados elementos en común que los vinculen entre sí. Ahora bien, en el caso de Barcelona se da la circunstancia que una misma familia regenta dos establecimientos de los considerados emblemáticos donde se comercializan, por un lado, estas estructuras puntiagudas que coronan la inmensa mayoría de edificios de la ciudad y, por la otra, todo tipo de herramientas de corte como cuchillos, tijeras o navajas.
El linaje en cuestión protagonista de esta historia son los Torrente. Esta familia barcelonesa está estrechamente ligada al mundo del pararrayos a través del negocio familiar, Pararrayos Torrente, la empresa del sector más antigua del mundo. La cuarta generación de esta particular dinastía está actualmente al frente del establecimiento que el empresario aragonés Josep Sebastià abrió en el año 1860 en la calle del Marqués de Barberà y donde el bisabuelo de los responsables actuales entró a trabajar antes de cumplir la veintena como aprendiz. Años después y ante la inminente jubilación del fundador, el patriarca de los Torrente decidiría embarcarse en la aventura de dirigir el negocio y lo iría comprando poco a poco hasta quedárselo completamente en propiedad en 1892.

164 años más tarde, la empresa continúa su actividad bajo la dirección de Carles Torrente y de uno de sus hermanos. Durante este tiempo, el establecimiento ha logrado varios hitos como la instalación del primer pararrayos radiactivo -una evolución de aquel primer prototipo diseñado por el científico y político norteamericano Benjamin Franklin en 1752- de todo el estado español, que se colocó en las naves de la fábrica de Seat en la Zona franca en 1953, o del primer pararrayos eléctrico moderno de la península, que se instaló en 1985 en el tejado de la fábrica de la Colonia Puig, al barrio del Bon Pastor.

Un histórico salvado por los compañeros de oficio
Pararrayos Torrente desarrolla su actividad bajo el sello de establecimiento emblemático, un reconocimiento que también ostenta la Ganiveteria Roca. Este negocio fundado por Ramon Roca el año 1911 y ubicado desde hace más de un siglo en la plaza del Pi del Gótico estuvo a punto de desaparecer a principios de los 2000 a causa de la falta de relevo generacional de la familia fundadora.
Una agrupación de cuchilleros catalanes lo evitó y asumió la gestión, apostando por mantener al equipo que ya capitaneaba entonces el establecimiento. Entre estos empleados estaba Lluís Torrente, que trabajaba en la tienda desde los 16 años y que había aprendido el oficio de la mano de Montserrat y Roser Roca, las últimas herederas de la familia fundadora. «Eran conocidos de la familia y empecé mientras estudiaba electrónica. Estuve muchos años en paralelo, pero, una vez acabados los estudios, decidí incorporarme definitivamente. He sido muchos años dependiente, he estado con los escaparates… He pasado un poco por todo, así que conozco todas las facetas y problemáticas», explica el actual gerente del negocio.

Tradición y nuevas tecnologías, la clave del éxito
Lluís es el hermano pequeño de Carles. Ambos lideran dos de los grandes establecimientos históricos de la ciudad y lo hacen siguiendo una misma premisa que, a pesar de tratarse de dos sectores muy diferentes, parece ser la clave del éxito de sus negocios: mantener el equilibrio entre la tradición y las nuevas tecnologías. «Al final cada uno sigue un poco su camino, pero con líneas paralelas, parecidas. Estos valores y raíces de oficio los hemos vivido siempre en casa y los transmites en tu tienda. Tenemos una manera de funcionar muy diferente a la de las multinacionales y esto se nota», asegura el responsable de la cuchillería.
Los Torrente han hecho bueno el dicho que dice que si funciona, más vale no tocarlo, aplicando una serie de mejoras y adaptaciones tecnológicas que les han permitido no quedarse atrás respecto a la competencia cada vez más feroz de las grandes empresas y cadenas. Queda claro, pues, que esta familia es una gran embajadora de la esencia comercial barcelonesa y que su apellido es sin duda el más