La fachada de la finca del número 56 de la calle de Valldonzella habla por si sola. Está vestida de pintadas y sábanas colgadas a modo de pancarta donde se leen mensajes que declaran el modelo de barrio que no quieren sus vecinos. Destaca por encima del resto “Fuera narcos”. Pasadas las 20 horas, un grupo de vecinos de este bloque de pisos se concentran ante el portal para protestar contra el narcopiso con el cual tienen que convivir. La acción no pasa desapercibida. Una de las personas que lo gestiona se encara con ellos. No se puede escuchar qué les dice, pero está claro que su presencia lo incomoda y no hace ningún bien a la viabilidad del narcopiso. Esto, pero, no consigue atemorizar los vecinos. No solo se resisten a las puertas del edificio, también intensifican la presión haciendo una cazerolada acompañada de música y silbidos. 

El narcopiso llegó a este edificio del barrio del Arrabal el pasado mes de julio y las concentraciones en su contra arrancaron a principios de septiembre. Así lo explica al TOT Barcelona un integrante de la Xarxa Veïnal del Raval y de Acció Raval, Àngel Cordero, quien añade que en este espacio se vende droga y también se consume. Desconoce, pero, si hay personas que pernoctan. “Los vecinos están al 100% con las concentraciones porque no aguantan más y han dicho basta, insiste. 

Una convivencia complicada

Las consecuencias de compartir escalera con un narcopiso son muy diversas, y todas ellas negativas. De este modo lo explica al TOT una vecina de la finca, la María Garcia —nombre ficticio—, asegurando que los vecinos conviven constantemente con personas que consumen droga. “Sale una y entra otra. Es constante”. Por la noche, además, se escuchan peleas y gritos. Cuando los traficantes no abren a clientes que no pagan, dan golpes a la puerta. Garcia, por su parte, responde a situaciones de este tipo quedándose a un lado de la escalera y no entrando a casa hasta que los consumidores se marchan. “Tenemos miedo. Vivimos estresados y no dormimos tranquilos. Nuestros hijos y nietos también tienen miedo y cuando llegan a casa nos piden que bajemos al portal para subir con ellos”. Otra vecina, Lluïsa Mateu —nombre ficticio— también habla con el TOT de la angustia que los genera la situación a los vecinos. Asegura que todo el mundo está en alerta. Su madre, por ejemplo, no duerme desde hace noches. “A la mínima que sentimos un ruido, nos asustamos”, lamenta. 

Esto no es todo. Garcia asegura que las diferentes protestas protagonizadas por los vecinos han agravado el conflicto. Como revancha, los traficantes les han tirado botellas de cristal y piedras. También han roto la cerradura de la puerta de la azotea varias veces y tres veces la principal para que sus clientes puedan entrar a la finca con libertad. El vecindario se ha resignado y ha dejado de arreglarla. “Se vengan de nosotros porque no los dejamos hacer el que vuelan”, indica. 

Cordero ha visto con sus propios ojos como ha llegado a escalar la tensión. En alguna ocasión, los vecinos han increpado a los consumidores a la hora de subir o bajar del narcopiso. El encargado, por otro lado, les ha pedido incordiado que guarden las pancartas. “Nosotros entendemos que la gente se tiene que buscar la vida. Pero con este tipo de actividad no, ya que es imposible no perjudicar el vecindario”, dice.

Consumir en la calle

En cuanto a la situación general del Raval, Cordero no ha constatado que se haya producido un aumento de los puntos de venta de droga, pero sí que cree que la intensidad ha crecido. Hay unos cinco que son superactivos, lo cual se traduce con la llegada de clientes cada cinco minutos. “Es brutal”. También destaca que la mayoría escoge ahora consumir en las calles cercanas a estos puntos de venta. “La sensación es que hay drogándose más gente en la calle de la que en realidad hay. En El Raval te puedes encontrar varias personas pinchándose”, señala.

Pisos al Arrabal donde se vende droga. C/luna, 8
Los vecinos del número 56 de la calle de Valldonzella han llegado a sufrir por su integridad física / Jordi Play

Todo este panorama podría mejorar notablemente si hubiera consecuencias para los propietarios de pisos vacíos que se han convertido en puntos de venta de drogas más de una vez. “No entendemos por qué ningún propietario ha sido llamado por la justicia. Hay pisos que han sido punto de venta de droga hasta cuatro veces. A la segunda se les tendría que sancionar”, subraya sobre una realidad que, dice, se ha producido con todos los gobiernos, ya fuera de los Comuns o del PSC. “La policía no hace nada en este sentido”.

En el caso del final de la finca de la calle de Valldonzella, de momento parece que su final está lejos. Garcia explica que los Mossos d’Esquadra han dicho a los vecinos que no pueden hacer nada hasta que el juez se los dé un orden para entrar. Mientras tanto, continuarán mostrando su rechazo para recuperar la calma en casa suya. “Continuaremos haciendo concentraciones y también queremos hacer una ante el Distrito de Ciutat Vella para que la causa coja más visibilidad”, asegura.

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