La plaza del Pi es uno de aquellos rincones del corazón de Barcelona que todavía mantienen la esencia de tiempos pretéritos. Uno de los principales culpables de este espejismo de la ciudad del pasado es la Ganiveteria Roca, un establecimiento abierto en el año 1911 en la vecina plaza de Sant Josep Oriol y que desde el 1916 está ubicado en los bajos del edificio señorial que resiste en el número 3 de este rincón del Gótico. El negocio todavía conserva el nombre de la familia fundadora, que estuvo al frente de este hasta principios de la década de los 2000, cuando la falta de relevo generacional puso en duda su continuidad.
Esta, sin embargo, no es la enésima historia de un establecimiento emblemático que baja la persiana en la capital catalana, que en los últimos años parece engrosar a marchas forzadas su lista de víctimas, sobre todo en el centro de la ciudad. Después de llamar a muchas puertas sin éxito, las últimas herederas de la familia Roca encontraron la ayuda necesaria en los mismos compañeros de oficio: una agrupación de cuchilleros catalanes asumió la gestión de la tienda para garantizar su supervivencia. Cómo se hacía antiguamente con los gremios, unos cuantos profesionales del sector decidieron sumar esfuerzos para formar una sociedad y así evitar la desaparición del negocio emblemático, que está especializado en todo tipo de herramientas de corte más allá del cuchillo, como tijeras o navajas, entre otros muchos.
Los nuevos responsables optaron por mantener el equipo que ya capitaneaba entonces el establecimiento y poco a poco fueron introduciendo mejoras para modernizar la actividad y hacer crecer tanto el volumen de negocio como el alcance de este, gracias en buena parte a la puesta en marcha de una página web que actualmente les permite hacer envíos a la otra punta del mundo, un escenario impensable a principios del siglo XX. Aun así, las novedades no han afectado la manera de hacer de la casa y su apuesta por el trato directo con el cliente, la verdadera clave del éxito de una empresa que va camino de soplar 114 velas.

Un negocio especializado con menos intermediarios
«La base desde los inicios es el cuchillo y esto no ha cambiado. Antes vendías el básico, con mango de madera y en cuatro medidas, y ahora tienes cuchillos japoneses que llegan hasta los 400 euros. Al final, la clave es mantener el equilibrio entre la tradición y las nuevas tecnologías«, asegura Lluís Torrente, gerente de la Ganiveteria Roca. Más de tres décadas detrás del mostrador avalan la trayectoria del actual responsable del negocio, que aprendió el oficio con solo 16 años de la mano de Montserrat y Roser Roca, las últimas herederas de la familia fundadora.
En todo este tiempo, Torrente ha visto como la tienda mutaba gradualmente su modelo de negocio centrándose cada vez más en encontrar la raíz de los productos, una estrategia que permite eliminar los intermediarios y abaratar costes. «Lo más importante para nosotros es la calidad porque es lo que te aporta valor. Aquí se había funcionado en muchas épocas con distribuidores y representantes de firmas que venían a la tienda, pero hoy en día tenemos medios para poder llegar mucho más lejos y contactar directamente con los fabricantes. Actualmente, estamos haciendo líneas de productos de marca propia, que de calidad precio salen muy bien y son asequibles de cara a la gente, y también traemos material desde toda Europa», explica.

El negocio también se ha tenido que ir adaptando a los cambios en la demanda de productos para poder continuar al pie del cañón. De los cuchillos de mesa con mango de plata y las navajas de bolsillo que se vendían durante buena parte del siglo XX al boom actual de la cocina y de los enseres de afeitar. Eso sí, siempre manteniendo esta apuesta por la especialidad, uno de los pilares esenciales de la supervivencia de la empresa. «Cuando alguien viene a comprar una tijera para las uñas, sacamos tres plafones y enseñamos 60 de diferentes formas y gamas. Cómo conoces el género y las variedades, poco a poco vas afinando la mira hasta que identificas aquello que le interesa al cliente. Este asesoramiento cada vez es más difícil de encontrar porque las tiendas especializadas están desapareciendo por todas partes«, señala Torrente.
El trato con el cliente y la bendición de IKEA
Si algo se mantiene prácticamente inalterable desde los inicios de la Ganiveteria Roca es precisamente el tipo de relación que se establece con el cliente. Esta peculiaridad se puede palpar rápidamente cuando entras en la tienda: solo traspasar el enorme letrero de estilo modernista que la preside, el visitante se encuentra con un gran mostrador que flanquea las cuatro paredes del local y que está pensado para facilitar el contacto directo de los trabajadores con el público, que a su vez tiene ante si un entramado de atractivos antiguos escaparates de madera donde se muestra toda la amalgama de productos de la casa sin artificios. «El trato es muy importante, no es solo vender. Nosotros hablamos directamente con la persona, le asesoramos y si tiene un problema probamos de solucionarlo. Esto tiene un precio, pero nuestra clientela sabe que si compra un producto será de calidad y que si hay algún inconveniente estamos aquí para ayudar», remarca el gerente.
En este trato con cliente juegan un papel clave tanto el servicio posventa como el taller de afilado que el negocio tiene en el mismo local. «Es sin duda un punto diferencial. Vendemos una herramienta buena justamente porque esto permite repararla, afilarla y hacer un mantenimiento. Con productos de menos calidad, a veces vale más la pena comprarte uno nuevo que sea bueno y te dure treinta años que gastarte el dinero en afilarlo», insiste Torrente. La calidad es precisamente el factor que hace que grandes cadenas como IKEA no supongan una competencia feroz para un establecimiento más pequeño como este. «Si te digo la verdad, IKEA va muy bien que esté. Todos hemos ido y hemos acabado comprando en caliente no sé qué. El precio es muy atractivo, pero la calidad es la que es. Con sus cuchillos, no ha pasado un año y ya tengo a la gente aquí en el taller quejándose de que no cortan», afirma el responsable.

La espada de Damocles que condiciona el futuro
A diferencia de sus predecesores, los responsables actuales del establecimiento no tienen en el relevo generacional su principal preocupación. «Es una tienda donde continuamente hay jubilaciones y entran personas jóvenes. Siempre hay cambios, pero intentamos formar a la gente con el objetivo de que haya una continuidad. Cuando me jubile, detrás de mí vendrá otro que sabrá más y mejor y será una satisfacción poder decir que trabajé toda la vida en el negocio y que este sigue», asegura Torrente.
Ahora bien, la gran espada de Damocles que tendrá que salvar esta cuchillería centenaria será el ascenso fulgurante de los precios del alquiler en el centro de Barcelona. «Ahora hará ya más de 110 años que estamos pagando alquiler en esta finca y el precio ha ido subiendo. Nosotros tenemos suerte que el negocio funciona y de momento podemos parar el golpe y pagarlo, pero siempre vives con esta desazón«, lamenta el gerente. Torrente considera que la aplicación de topes para poder regular los precios del mercado inmobiliario es la gran asignatura pendiente tanto de la administración local como de la Generalitat y alerta que si no se ponen las pilas en diez años no quedarán de pie ni un cuarto de las tiendas históricas de la ciudad. «Cada vez es más difícil generar la facturación suficiente para pagar los alquileres y esta es la gran problemática de los emblemáticos. Luchamos mucho para que el trabajo funcione y para salir adelante, pero siempre tienes un poco la soga en el cuello porque no depende de ti que puedas continuar con el negocio, sino de un tercero», concluye.
