Ciutat Vella solo tiene el 6,8% de la población de Barcelona, pero concentra el 13% de las consultas que recibe la Oficina de Vivienda. Este servicio atendió el año pasado a 23.800 personas en este distrito, donde se adjudicaron el 22% de viviendas de emergencia social del conjunto de la ciudad. Son datos del último informe del distrito publicado por el Ayuntamiento, que presume de tener en Ciutat Vella la mayor cantidad de viviendas protegidas. La crisis residencial demuestra que este distrito céntrico –el segundo con menos habitantes (108.310 en el censo de 2024 del Idescat), solo por detrás de les Corts (82.927)– es uno de los más castigados de Barcelona. Expertos y activistas consultados por este diario sostienen que la vulnerabilidad de estas zonas es estructural y destacan el turismo y décadas de segregación como causas principales.
La ley de la oferta y la demanda tampoco juega a favor en un barrio céntrico y con una alta demanda turística. Un piso en Ciutat Vella no solo puede subir de precio, sino que tiene más facilidad para encontrar una salida en el mercado turístico, sea de forma legal o ilegal. Un aspecto que se suma a años de decadencia y a lo que los expertos describen como “segregación voluntaria”. El profesor de la UAB David Castells señala que las personas con alto nivel adquisitivo “quieren vivir entre ellas mismas, normalmente en la zona alta”, lo que las descarta de Ciutat Vella, Nou Barris u otros puntos con alta vulnerabilidad. El otro aspecto que induce estos datos es la “falta de infraestructuras, servicios y oportunidades”. En este sentido, Castells argumenta que estas áreas más olvidadas tienen “peor calidad de vida”.
El antropólogo urbano José Mansilla también percibe una especie de discriminación voluntaria por parte de ciertos sectores de la sociedad. “Barcelona tolera la desigualdad mientras no afecte directamente el nivel de vida de los que viven bien”, resume el antropólogo, que todavía ve sectores de población viviendo en “burbujas sociales, económicas o raciales”. Mansilla admite que la ciudad ha intentado históricamente políticas de integración, como facilitar el transporte escolar para mezclar alumnado de diferentes zonas, rehabilitar edificios y realojar vecinos con viviendas degradadas en la misma zona. «Pero estos mecanismos tienen límites», advierte. “Los diferentes intentos de integración no han funcionado del todo y el Raval sigue siendo un barrio degradado y con rentas bajas, un barrio que atrae a personas con pocos recursos. Las redes de apoyo entre migrantes refuerzan esta concentración: muchas personas van porque tienen familiares o conocidos que ya viven allí”, explica el antropólogo.

Mansilla cree que la integración de Ciutat Vella y otras zonas similares en el conjunto de la ciudad es “la gran asignatura pendiente” de Barcelona. Un asunto “histórico” que se arrastra “incluso desde la Segunda República”, detalla. “Lo notamos desde el principio; el concepto barrio chino arraigó porque era el barrio que acogía mucha migración que llegaba al puerto y se alojaba en esta zona. Se construyó como un arrabal para ubicar a esta gente y, aunque ha mejorado con el tiempo, no ha llegado al nivel de otros barrios”, concluye al respecto. El experto resalta el caso de la Vila Olímpica –que hace frontera con Ciutat Vella y vivió una transformación con los Juegos Olímpicos– como ejemplo contrario. Su población hace vida “dentro de las islas privadas y casi no hay gente en la calle”, apunta Mansilla, que sentencia: “Mientras esta separación se mantenga dentro de la misma ciudad, habrá una hegemonía política que aceptará ofrecer mejoras a los que están peor siempre que no se toquen determinados privilegios de quien está mejor”.
El Raval, el que más nota las consecuencias
Las diferencias también se notan dentro del mismo distrito. El Sindicato de Vivienda del Raval atiende a damnificados por la crisis residencial con dos asambleas, una en el Casc Antic (barrio que oficialmente se llama Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera) y una segunda en el mismo Raval, y constata que la mayoría de casos graves se concentran en el Raval, el barrio más poblado de Ciutat Vella. «Con la crisis de 2008, recibíamos más casos vinculados a la hipoteca, después tuvimos personas a las que les subían el alquiler y ahora, con el crecimiento de la vivienda de temporada, crecen los casos en que no se les quiere renovar el contrato», resume en Tot Barcelona la portavoz de la plataforma, Joana Sales.
La activista es crítica con la respuesta «más que insuficiente» del Ayuntamiento. Cuestiona que se venda el crecimiento de vivienda protegida en la zona como la única solución y que la alternativa a un desalojo sea «una pensión que, tal como se ha constatado, a veces no está en condiciones». «Y ahora mismo, las listas de espera del Ayuntamiento son eternas, es más fácil que te toque la lotería que un piso», concluye.

Desde el Sindicato lamentan la manera en que el ejecutivo de Jaume Collboni y otros gobiernos han decidido mejorar Ciutat Vella y advierten que hay políticas que fomentan la llegada de ‘expats‘, un concepto que se ha puesto de moda para describir extranjeros con un poder adquisitivo más alto que el de los ciudadanos locales y que deciden instalarse en la ciudad. «En Ciutat Vella se ha empezado a hacer una cantidad ingente de obras urbanas, y esta no es la solución. Nadie ha pedido una ampliación de la Biblioteca Nacional ni la ampliación del teatro de La Perla 29, pero seguimos fomentando la idea de que el turismo es fuente de riqueza. En Ciutat Vella tenemos el fenómeno de los ‘expats’ creciendo, que vienen atraídos por los cambios y lo alteran todo», resume Sales.
La activista niega así que haya habido una mejora significativa en los últimos años, pero, en cambio, sí que ve una nueva etapa marcada por la «desmovilización ciudadana». «No es lo mismo el 2016, cuando había mucha sensibilidad por los desalojos, que ahora que, además, hemos visto que el margen de maniobra es más reducido. Es evidente que la vivienda es un modelo de negocio y que todo va en defensa de esta idea y esto acaba desanimando a la población», concluye Sales.

En la misma línea que se expresa el movimiento activista de Ciutat Vella, el antropólogo urbano José Mansilla tampoco vincula la mejora urbana de un territorio a la mejora social. El profesor de la UB anima a mejorar el espacio público, pero ve «ingenuo» intentar solucionar la decadencia de un territorio solo con intervenciones urbanísticas o ubicando infraestructuras como el CCCB o el MACBA. «Puedes mejorar una plaza o un área verde; queda muy bien, creas puestos de trabajo y al terminar tienes un resultado tangible, pero no funciona en cuanto a la mejora social», remarca el experto. «Este tipo de intervención urbanística nunca ha funcionado como revulsivo social, y el Raval, concretamente, sigue siendo un barrio degradado», cuestiona Mansilla.
Los efectos de la crisis de la vivienda se extienden a toda la ciudad
A pesar de que los datos de la oficina de vivienda señalan directamente a Ciutat Vella, ambos profesores advierten que los efectos discrecionales de la crisis residencial no pueden entenderse como una mancha aislada en un punto concreto de la ciudad. Un estudio de la UAB sobre segregación urbana liderado por el profesor Castells y el alumno de economía Gerard Torra ha concluido que el precio del alquiler ha aumentado más que la renta en todos los distritos, pero de forma “especialmente preocupante” en Nou Barris, Sant Andreu, Sant Martí y Sants-Montjuïc. En estos territorios, sentencia el informe, la capacidad económica de los hogares no ha crecido al mismo ritmo que el coste de la vivienda. A diferencia de Ciutat Vella, la economía familiar en estos distritos se ha mantenido estancada o ha disminuido, lo que “apunta a una revalorización de la zona desvinculada del desarrollo local real de los vecinos”, remarca Castells en TOT.
A pesar de todo, los expertos consultados destacan que Barcelona no es la ciudad occidental con peores registros. Castells asegura que “hay muchas con mucha más desigualdad” y Mansilla concreta el caso de Madrid, que administrativamente es un distrito único, lo que «facilita la concentración de clases». En este sentido, los servicios y el estado del bienestar son claves para entender las diferencias entre la capital catalana y otras regiones o ciudades cercanas. Castells relata, a modo de ejemplo, que los servicios que otorga Barcelona a escala global “hacen más atractivo” Ciutat Vella que un barrio periférico de l’Hospitalet de Llobregat, y Mansilla recuerda que la educación y la sanidad públicas, que en Cataluña están garantizadas, “mejoran la situación y evitan que los datos de desigualdad sean peores”.