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Cierra el Brusi, un último superviviente de la cocina casera en el Gótico
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El Gótico ha perdido esta semana una parte de su esencia. Después de casi toda una vida en este barrio barcelonés, el bar Brusi bajó la persiana de manera definitiva este lunes poniendo así el punto final a una trayectoria de más medio siglo sirviendo cocina casera en el corazón de la ciudad.

El último adiós del Brusi fue sin hacer ruido, no hubo fiesta de despedida ni tampoco se anunció la decisión de cerrar en ninguna parte. Solo se enteraron de la noticia muchos de los clientes habituales del establecimiento, que acudieron en procesión para despedirse de Montserrat Sabadell, que colgará finalmente el delantal a los 85 años, y de su hijo Josep Sans. Con discreción y sin grandes florituras, un poco como su cocina, los responsables de este negocio familiar fueron comunicando durante estos últimos días la difícil decisión a la fiel clientela, que acudía a este bar ubicado en el número 23 de la calle de la Llibreteria, a tocar de la Catedral de Barcelona y de la plaza de Sant Jaume, para deleitarse con sus callos, bautizados como unos de las mejores de la ciudad.

Según informa VilaWeb, las razones detrás de este cierre son múltiples, pero principalmente responden a las dificultades crecientes que han tenido en los últimos tiempos los responsables para adaptarse a las normativas sanitarias que marcan las administraciones. El restrictivo reglamento obligaba al Brusi a hacer una inversión en tiempo y personal que cada vez complicaba más su apuesta por la cocina de toda la vida, con recetas preparadas de la cazuela al plato, y que también repercutía en la calidad final del producto.

El bar Brusi en una imagen de archivo / Barna Centro
El bar Brusi en una imagen de archivo / Barna Centro

Una manera de hacer en peligro de extinción

Por todo esto, Sabadell y Sans han considerado que este es el momento idóneo para bajar la persiana y despedirse de un barrio al cual llegaron en la década de los sesenta después de una primera experiencia regentando un bar en la Rambla. Con el cierre del Brusi, el Gótico no solo pierde una parte de su historia reciente, sino que también dice adiós a uno de los últimos representantes de una manera de hacer de toda la vida que está en peligro de extinción.

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