En la calle de la Mare de Déu dels Desamparados, entre la travessera de Gràcia y la calle Puigmartí, en el barrio de Gràcia, hay un gran solar, que incluirá un espacio verde de unos 1.500 metros cuadrados. Son los terrenos donde, a partir de junio, empezarán las obras de construcción del nuevo mercado de la Abaceria. Además de puntos de venta de alimentación, el nuevo mercado tendrá también salas polivalentes, aulas de cocina y locales para las entidades de barrio. Pero mientras no empiezan las obras, que ya han sufrido varios aplazamientos, el solar toma vida propia.
La amapola, una planta que crece en campos cultivados
Han aparecido decenas de amapolas, una planta de flores rojas habitual en los campos cultivados, márgenes de las carreteras, rastrojos y pastos, o también como hierba adventicia en cultivos de cereales. Pero el estado de abandono de este solar de Gracia lo ha convertido en un campo en plena ciudad que ha creado las condiciones porque florezcan las amapolas justo en la época de su floración, la primavera y el verano.

Una flor con varios nombres
La amapola toma nombres diferentes en catalán según la zona geográfica del país. En las comarcas de Barcelona se conoce como quic-querecoc en el Maresme o paparola en Terrassa. En cambio, hablamos de rosella en la ciudad de Barcelona, paparota en Olesa de Montserrat o gallaret en la Anoia. En els Gallecs, en el Vallès Oriental, se denominan badabadocs. En la Cataluña Central y, concretamente, en el Bages, son conocidos como pipiripips y hacia el Penedès se denominan quequerequecs. En cambio, en el Camp de Tarragona y en el Ebro, ruelles. La amapola es una monja en el Priorat y un pepagall en el Alt Camp. Y todavía hay más, porque en Lleida se conoce como abadol, flare o bambarol, también se llama abubilla en el Urgell o pupurupup a Agramunt. Capuchino en Balaguer, paramà en el Pirineo o peperepep en Tremp.