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El calvario eterno de convivir con ruido: «Si pudiéramos, nos iríamos del barrio»

Hace mucho tiempo que el ruido es uno de los principales quebraderos de cabeza de los barceloneses, que con el verano todavía se intensifica más. Las altas temperaturas y la imposibilidad de muchos vecinos de poner el aire acondicionado provocan que la única opción sea dormir con las ventanas abiertas. En algunos barrios de la ciudad esto supone convivir con altos niveles de ruido, que a veces pueden ser equivalentes a tener una fiesta dentro de la misma finca.

Sobran los ejemplos que retratan esta situación. Cuatro barrios de los 73 Barcelona que la viven con intensidad son El Raval—distrito de Ciutat Vella—, la Esquerra del Eixample —distrito del Eixample—, el Poblenou —distrito de Sant Martí— y el Poble-sec —distrito de Sants-Montjuïc—, y en todos este ruido ha hecho detonar la misma necesidad: querer marcharse de casa. Así lo dice al TOT Barcelona Miquel Prats, integrante de la Xarxa Veïnal del Raval, una de las entidades adheridas en la Xarxa Veïnal contra el Soroll (XAVECS). “La mayoría, si pudiéramos, nos marcharíamos del barrio. Los que lo hacen, lo anuncian con pena porque, en realidad, no quieren, pero a la misma vez se sienten liberados”, reconoce. 

Marchar del barrio

Esta realidad también la comparte con el TOT Jordi Badia, integrante de la Asociación de Vecinos del Esquerra del Eixample —también adherida a la XAVECS—, que asegura que en un año y medio se han marchado seis vecinos de la calle de Enric Granados. Por su parte, Ada Tribó, de la plataforma SOS Triángulo Golfo del barrio del Poblenou, también expone esta tendencia diciendo que un total de siete vecinos se han despedido del barrio en los últimos dos años. Carme Madrigal, de Alerta Poble-sec, también adherida a la XAVECS, se centra en recordar el caso de un vecino de la calle de Blai, que hace tiempo dijo basta al ruido nocturno y decidió vivir los meses de primavera y verano en Alemania y los de otoño e invierno en Barcelona. “Si pudiera, también marcharía, pero no puedo”, admite Madrigal. 

El barrio de la Vila de Gracia, otro epicentro de ruido / Jordi Play
El barrio de la Vila de Gracia, otro epicentro de ruido / Jordi Play

Para entender mejor las ganas de volar lejos de estos vecinos, hay que recordar cómo son las noches en cada barrio. En el caso del Poble-sec, detalla Madrigal, todo empezó hace unos ocho años, cuando varios fondos inversores vieron que era “un lugar a explotar” e hicieron proliferar residencias de estudiantes, hostales, alojamientos turísticos y bares. Todo esto, junto con los bares musicales y discotecas que tenían un lugar en el barrio desde hacía tiempo, como el Apolo y Plataforma, provocan que ahora el Poble-sec sea uno de los epicentros de ruido de la ciudad. “De jueves a domingo es imposible dormir. El rumor y los gritos son constantes, y además, a veces se producen peleas”, afirma. 

Las quejas por esta situación han llegado muchas veces al Ayuntamiento. Para mejorar el derecho al descanso de los vecinos, el año pasado ordenó que los bares de la calle de Blai, una de las más ruidosas, cerraran una hora antes las terrazas. Para Madrigal, pero, esto no ha servido de nada. “Los bares hacen el que les da la gana”. Desde el punto de vista de Prats, sí que ha servido de algo que la reducción del horario de los establecimientos de algunas calles del Raval, como es el caso de Joaquim Costa. Sin embargo, todavía cuesta soportar las avalanchas de personas que frecuentan los bares, los skaters que pasan las horas en la plaza del MACBA y las personas que hacen botellones en la misma plaza. “La Guardia Urbana la desaloja a medianoche, pero cuando se cierran los locales de ocio nocturno a las 2 horas, se hace un efecto llamada y mucha gente vuelve a llenarla”, recalca. 

‘El Triángulo Golfo’

Diferente es el panorama al ‘Triángulo Golfo‘, zona ubicada entre la avenida Meridiana y las calles de Tánger, Laguna, Pallars, Badajoz, Subidas y Marina. Allí no hay skates, pero sobran los focos de ruido. “Básicamente, es la discoteca de Europa”, dice indignada Tribó. Sus palabras responden al hecho de que casi cada noche hay personas haciendo botellones o protagonizando otras actuaciones incívicas como gritar y correr por la calle, quemar contenedores o cortar el tráfico. “Hay una mezcla de turistas y locales, según de donde vengan”. En este sentido, afirma que hay días que el ruido lo provocan los inquilinos de las residencias de estudiantes, como Vita Student Barcelona; los de los hoteles low cost —Capri by Frase Barcelona Hotel—; los asistentes a las discotecas y bares musicales de la zona —Razzmatazz o Dixie Bar—, las tabernas —Sonora Sport Tavern — o a los jardines del Teatro Nacional de Catalunya, donde se hacen acontecimientos con música. “Abrir las ventanas es un horror”, lamenta.

Para enmendar este panorama, el Ayuntamiento ya impulsó hace unos meses algunas medidas. Tribó, pero, insiste que no ha sido suficiente. Este lunes se supo que el plan antirruido del ‘Triángulo Golfo’, que quiere ir más allá en la lucha contra el ruido, no entrará en vigor hasta el próximo mes de setiembre. Algunas de las medidas que se impulsarán son restringir la apertura de nuevos establecimientos musicales, bares y tiendas donde se vende alcohol; avanzar la recogida de terrazas a las 23 horas y reducir la hora de venta de alcohol de los pequeños colmados. Desde el pasado 8 de septiembre, esta normativa afecta a establecimientos de hasta 300 metros cuadrados, que tienen que estar cerrados desde las 22 a las 7 horas. Dos medidas más serán aumentar el número de agentes de la Guardia Urbana en el espacio y prohibir que se organicen fiestas.

El tramo de la calle de Joaquín Costa con la plaza Emili Vendrell / Jordi Play
El tramo de la calle de Joaquín Costa con la plaza Emili Vendrell / Jordi Play

La situación no es tan crítica en la calle de Enric Granados. A pesar de que Badia se muestra positivo con las últimas medidas impulsadas por el Ayuntamiento — incremento de patrullas de la Guardia Urbana o poner freno a la expansión de las terrazas—, los vecinos todavía están lejos de descansar bien. Todo esto provoca consecuencias que generan problemas a la salud. “Hay gente que duerme a base de pastillas para poder descansar unas horas”, alerta Badia. Por su parte, Prats destaca que hay vecinos que se sienten más irritados e, incluso, “poco comprensivos” con la Fiesta Mayor del Raval, que se celebró el pasado fin de semana del 15 y el 16 de julio.

Madrigal también lamenta que entre semana es imposible dormir antes de las 00 horas y que el fin de semana es fácil despertarse de golpe con gritos o ruido. Tribó va más allá y dice que desde que aterrizó en el barrio hace cinco años, cada día ha tenido problemas para dormir y de ansiedad. “Los vecinos que pueden, se van fuera de la ciudad el fin de semana para descansar”, avisa sin saber si alguna medida podrá apagar un ruido que parece que quiere quedarse.

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