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El calvario de convivir con ruido durante más de 10 horas al día

Después de un día de lluvia y frío, los skaters han vuelto a la plaza dels Àngels, que se encuentra ante el MACBA. Son las 17 horas y se mezclan entre los niños que salen de la Escuela Vedruna. Hay aproximadamente unos 30 en movimiento y otros sentados en el suelo. Hay personas que pasan espontáneamente por la plaza y les hacen fotos, como si este punto del distrito de Ciutat Vella fuera una atracción turística más. Fotos también hacen a veces sus vecinos, pero por motivos muy diferentes: denunciar situaciones de ruido que dificultan o, incluso, imposibilitan su derecho al descanso. 

Una de ellas es Núria, que vive en la calle Ferlandina desde hace 26 años. Llegó cuando se acababa de inaugurar el MACBA y no había skaters, ni terrazas, ni botellones en la zona. Sentada en la terraza de una panadería próxima a la plaza dels Àngels, enseña al TOT Barcelona fotografías de una competición de saltos de skaters que se hizo el pasado 14 de enero en uno de los laterales del espacio, ante el mural contra el sida del artista estadounidense Keith Haring. El problema, recuerda, es que había más de 100 personas. “Gritaban cada vez que se hacía un salto y el sonómetro que se ha instalado en la plaza llegó a los 80 decibelios”, dice mientras enseña un pantallazo del portal del Ayuntamiento que, en aquel momento, registraba la actividad del sonómetro instalado en la calle Ferlandina.

Terrazas y botellones, dos fuentes más de ruido

Los skaters no son la única fuente de ruido. Núria sostiene que a ellos se suman las terrazas y los botellones, lo cual crea una espiral de ruido que se instala en este punto del Raval todo el día. En los momentos que se juntan las tres cosas, afirma, los niveles pueden llegar a los 70 decibelios, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que ya es perjudicial para la salud estar expuesto durante todo el día a más de 53 y a más de 45 por la noche. La vecina reconoce que en el último año ha mejorado bastante la situación.

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El ruido que generan los skates ha llegado a los 80 decibelios / Jordi Play

Tal como asegura, durante 2021 y parte de 2022 los botellones nocturnos no acababan hasta que la Guardia Urbana aparecía por la noche. Ahora, en cambio, ya irrumpe a las 23 horas y “los botellones no acaban siendo tan gordos”. Otra medida del Ayuntamiento a favor del descanso de los vecinos es la ampliación de la franja horaria en la cual está prohibido patinar con skate en la zona del MACBA, lo cual hace que no se pueda patinar hasta las 9 horas de la mañana. Pero no se ha notado tanto como la presencia de policías porque en ocasiones muy puntuales aparecía un patinador a las 8 horas. 

Una visión muy diferente viene del gerente del Eje Comercial del Raval, Jordi Bordas, quien defiende que hay comercios “singulares”, como tiendas de ropa o tablas de skate, que han surgido en el barrio con la presencia de patinadores y, además, que hay bares y restaurantes que abren durante el día gracias a ellos. “Si ellos se marchan, esto se irá a pique”, avisa. Además, señala que ayudan a que los botellones tengan menos impacto, puesto que su presencia hace que haya menos latas o botellas en el suelo de las que podría haber. 

Las 22h, hora límite para patinar

Pasadas las 22 horas un equipo del TOT ve en la plaza algunas personas patinando a pesar de la prohibición y de la presencia de un cartel de color blanco y rojo que recuerda que la hora límite son las 22 horas. También hay otros bebiendo y escuchando música con unos bafles y basura en el suelo. Es cierto que la cantidad de personas y de basura están muy lejos de asemejarse al panorama que se veía, por ejemplo, durante las noches del pasado mas de agosto. Pero el hecho de que en la plaza haya actividad durante todo el día y parte de la noche condiciona, como ya se ha dicho, las vidas de los vecinos de los alrededores. 

Así lo explica Núria, que apunta que no tiene más opción que dormir siempre con las ventanas cerradas. La consecuencia más grave tiene que ver con el hecho de que no podría dormir sin tapones en las orejas y que ya no descansa. “Por la noche me voy despertando recurrentemente”. Uno de sus hijos también sufre las consecuencias cuando teletrabaja y la única manera de concentrarse es ponerse los cascos protectores de ruido que se usan a las obras. “Una zona habitada no puede ser una pista deportiva”, recrimina. “Todo esto tiene que ver con el modelo de ciudad que tenemos: no tiene en cuenta a los vecinos y se nos está comiendo”. 

Las terrazas de la calle de Ferlandina son otra fuente de ruido / Jordi Play
Las terrazas de la calle de Ferlandina son otra fuente de ruido / Jordi Play

Las palabras de Núria demuestran que para ella los skaters no son el origen del problema, sino que lo es el modelo de ciudad. Para conocer su opinión, TOT Barcelona ha intentado hablar con tres de ellos, pero no han podido dar ninguna respuesta. El primero ha dicho que estaba de viaje en Barcelona y solo hacía dos días que había llegado, otro que solo habla inglés y un tercero que no podía pararse porque estaba patinando. 

Otra consecuencia de esta situación la comparte con este diario Mar Espot, vecina del Raval e integrante de la Red Vecinal Contra el Ruido (XAVECS), quien habla de una de las realidades que está arrancando la identidad en el centro de Barcelona: la pérdida de vecinos. “En la zona hay ahora la mitad de los vecinos que había hace 15 años”, alerta. Muchos vecinos, afirma, son ahora personas que están de paso, lo cual hace que les pueda costar «empatizar” con las reivindicaciones vecinales.

Está claro que el problema del ruido hace tiempo que se ha enquistado, y una de las causas se detecta muy fácilmente al andar por esta plaza: no hay bancos ni mobiliario urbano que ayude a los vecinos a hacérsela suya. En este sentido, habla Bordas al referirse al futuro del espacio. Propone que en lugar de que se haga realidad la ampliación del MACBA, que se comería unos metros de la plaza, se conserve una parte para los skaters y que dos otras se conviertan en una zona de paso y la cuarta en área de juego infantil. Quizás, así, las actividades que generan ruido y la vida vecinal encontrarían cada una su lugar y podrían convivir mejor.

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