Nino empezó a vivir en un hostal del barrio de Collblanc (El Hospitalet) hace un año y medio, cuando la desahuciaron de un piso del barrio de la Bordeta (Sants-Montjuïc), donde había vivido durante 15 años. Explica al TOT Barcelona que la comida que los ofrecían era siempre congelada. Los primeros meses era pasable. Pero cuando ya habían pasado unos cuantos, a ella y su familia les empezó a hacer daño la barriga y tuvieron diarreas. “He llegado a sacar a mi hija de la escuela porque se encontraba mal. Dejó de comer en el hostal”, asegura desde La Base, Ateneo Cooperativo, en el barrio del Poble-sec. Nino denunció esta situación a Servicios Sociales y a algunos medios de comunicación, hecho que provocó que hace poco la trasladaran a otro centro con unas condiciones más dignas.
Ella es una de las personas que viven en hostales o pensiones pensadas para ofrecer alojamiento temporal mientras esperan conseguir un piso de la Mesa de emergencia. Muchas de ellas han sido previamente desahuciadas. Nico, el integrante del Sindicato de Barrio del Poble-sec que acompaña a la Nino durante la entrevista, explica que los Sindicatos de Vivienda de Sants, de Gràcia, Poble-sec, las Corts y Nou Barris han hecho una investigación conjunta en que han detectado varios hostales que tienen condiciones bastante mejorables. “La Nino lo ha denunciado, ¿pero cuántas personas puede haber en la misma situación que no se han atrevido?”, se pregunta Nico, que apunta que la empresa contratada por el Ayuntamiento de Barcelona para gestionar este servicio de emergencia es BCD Travel, especializada en la gestión de viajes corporativos. En este sentido, la Sindicatura de Greuges también denunció hace unos días en su informe anual de 2023 “los problemas” de la calidad del servicio a causa de la gestión “de un operador turístico”. El TOT ha intentado sin éxito ponerse con contacto con BCD Travel.
Casos «puntuales»
Una visión muy diferente a la de los sindicatos es la del Ayuntamiento de Barcelona, que asegura al TOT que el caso de la Nino es muy “puntual”. Las fuentes municipales consultadas también han confirmado que BCD Travel tiene contrato hasta agosto del 2025 para gestionar cerca de 160 hostales o pensiones, la mayoría de las cuales se encuentran en Barcelona y una pequeña parte en el área metropolitana. El presupuesto del 2022 y el 2021 fue de 27 y 21 millones, respectivamente, mientras el 2023 subió a los 36, cuando una media mensual de 3.000 personas vivían en alojamientos de emergencia. También apuntan que estos hostales son “una respuesta útil a las urgencias que se producen en la ciudad”, pero no para responder a situaciones habitacionales que se alarguen en el tiempo. Nino vivió en el hostal de Collblanc durante y un año y medio y, según los últimos datos del Ayuntamiento, actualmente hay una espera de entre dos y cuatro años para obtener una habitación o un piso de emergencia.
Por otro lado, las fuentes municipales indican que estas instalaciones “se revisan periódicamente de oficio” y cuando se reciben quejas concretas. Pero en el caso de esta vecina, no se produjo ninguna inspección hasta que no alertó a Servicios Sociales de las condiciones del hostal donde compartía habitación con su hija, su madre y su padre; y un lavabo con 13 personas. «No teníamos intimidad», añade. Durante meses, además, solo tenían un lavabo para todos. “Todo el mundo se despertaba en la misma hora: los niños van la escuela y los adultos a trabajar”, añade.

Otro de los grandes problemas con los cuales convivía Nino es que el entorno donde vivía con su familia no contaba con unos mínimos de limpieza. Asegura que no tenían servicio de limpieza y que, incluso, se encontraron insectos en la cocina y a las mismas bandejas donde se servía la comida. También había moho en las paredes, humedad y falta ventilación, ya que muchos dormitorios no tenían ni una ventana. “Nos decían que limpiáramos nosotros, pero esto podía provocar peleas porque había gente que no lo quería hacer”. También recuerda que había residentes que se habían llegado a pelear a veces porque querían usar la lavadora al mismo tiempo. A una de ellas incluso la acabaron echando del hostal.

La lista de deficiencias continúa. Los días de esta mujer eran también difíciles porque no había personal de seguridad y, en caso de que se estropeara el sistema eléctrico que usaban para entrar con un código, los accesos quedaban abiertos y podía entrar cualquiera. “Han llegado a entrar desconocidos preguntando si había habitaciones libres”. Hasta que no se instaló hace unos meses este sistema, los residentes de este hostal vivían en toque de queda: tenían que volver antes de las 23 horas si querían dormir allá. “Todo esto me iba destrozando psicológicamente”, remarca.
Sin derechos laborales
Este panorama es en parte posible gracias al poco margen de maniobra que tenían unos agentes elementales en cualquier servicio de este tipo: los trabajadores. Nico avisa que algunos habían recibido coacciones para afiliarse a sindicatos con la intención de mejorar sus condiciones de trabajo, o para querer denunciar la pésima calidad del servicio que reciben los usuarios. De hecho, hace unos meses acabaron despedidos unos cuantos que estaban dispuestos a hacerlo. Desde entonces, afirma Nino, los trabajadores que quedaban solo iban puntualmente “para controlar un poco y ya está”.

Las condiciones del centro donde está Nino desde hace pocos días son bastante mejores que al anterior. “Estoy incordiada porque nos han hecho vivir este infierno cuando había alternativas”, recrimina. “Esto no me parará. Con los sindicatos continuaremos luchando para que no hagan a otra familia lo mismo que a la mía”, añade. Este panorama fue especialmente difícil por su hija de nuevo años. No quería que las condiciones en las cuales tuvieron que vivir alteraran su vida. A pesar de sus esfuerzos, hay cosas que no estaban en sus manos. “Mi hija tenía edad para enterarse de todo”, lamenta.


