El último estudio de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) ha sacado a la luz unas cifras bastante preocupantes en cuanto a la contaminación en la ciudad. El informe hecho público este martes por la mañana indica que el Eixample fue el único distrito de la capital catalana donde los niveles de contaminación del aire se situaron por encima del límite legal el año pasado. Esta realidad, sin embargo, no deja tampoco en una gran posición al resto del territorio barcelonés. A pesar de registrar medias anuales de dióxido de nitrógeno por debajo de los 40 µg/m³ que marca la Unión Europea por tercer año consecutivo, todas las estaciones de la ciudad están significativamente por encima de los valores guía que establece la Organización Mundial de la Salud (OMS) tanto en NO2, como en PM10 y PM2,5.

Según los cálculos de este estudio al cual ha tenido acceso la ACN, un 12% de los tramos urbanos monitorizados de toda la capital catalana superan el límite legal de dióxido de nitrógeno –el doble que el 2021–, mientras que un 1% supera el máximo en PM10 y ningún tramo sobrepasa los estándares de PM2,5. La Dreta de l’Eixample encabeza el ranking de las zonas con valores más altos de contaminación, registrando cerca de 46 µg/m³, principalmente en el lugar comprendido aproximadamente entre las calles del Comte d’Urgell y de Nàpols. El segundo barrio con niveles más elevados es la Antiga Esquerra de l’Eixample con 43 µg/m³ y el tercero en discordia es Sant Antoni con 42 µg/m³, los tres por encima de los límites que establece la normativa europea.

Dos tercios menos de contaminación

Aun así, hay una zona de la capital catalana que parece escapar de estos altos índices de contaminación. El informe del ASPB concluye que Vallvidrera, el Tibidabo y les Planes son los únicos lugares de la ciudad donde los niveles de dióxido de nitrógeno se sitúan de media por debajo de los 20 µg/m³. Si miramos los datos concretos del año 2022, este barrio a las alturas formado por la agrupación de tres zonas muy diferenciadas registró hasta 18 µg/m³, unas cifras casi dos terceras partes inferiores que las detectadas en la Dreta de l’Eixample.

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