Tanto el Empordà como en una parte de la Cataluña central empezaron este verano batiendo récords de temperatura. Picos de hasta 45 grados a inicios de julio que alertan del futuro climático que tenemos por delante. Barcelona no ha llegado a estas cifras, pero sí que ha superado los 35 grados en diferentes situaciones. El calor es una constante y hay un colectivo, uno de los que más la sufre, que se siente olvidado. Esta es el alerta de la Fundació Arrels, que recuerda que las personas sin hogar no tienen donde refugiarse y lamenta que los servicios sean escasos cuando más se necesitan. «Parece que estamos más sensibilizados con las olas de frío que con el calor», dice al TOT Barcelona el presidente de Arrels, Ferran Busquets. Desde la entidad explican que los servicios del Ayuntamiento olvidan algunas necesidades de los sintechos, que muchos de estos cierran en verano y que, por si fuera poco, la sequía ha agraviado algunos problemas crónicos.
Desde Arrels aseguran que el verano puede ser más conflictivo que el invierno. En términos generales, tienen comprobado que hay personas que duermen de día por miedo a la noche, lo que provoca «quemaduras importantes» en algunos de ellos, que no tiene de la protección necesaria. Además, explican que hay unos cuántos que se sacan la ropa para estar más frescos, lo cual puede agraviar las quemaduras. Por otro lado, Barcelona ha cerrado las fuentes ornamentales para prevenir la sequía y ha decidido limitar las duchas de la playa, medidas seguramente necesarias, pero que dificultan que una persona sin hogar se pueda refrescar. En todo caso, el problema no es que se limite el agua, sino que no haya muchas alternativas. «La pandemia demostró que se pueden habilitar servicios básicos cuando hacen falta, así que no se entiende que ahora en verano no haya o no se consideren necesarios. Lo hemos pedido muchas veces, pero la respuesta siempre es que no hay dinero. Es totalmente absurdo y una asignatura pendiente», concluye Busquets.

«Huelo mal y no puedo lavar la ropa»
En Juan Bautista duerme ahora a la Llar Pere Bernès –un albergue de Arrels–, pero antes se estuvo décadas haciéndolo al raso. «Yo dormía bajo la arboleda de la rambla de Cataluña o en el mercado de la Boqueria, pero cuando hacía mucho calor o me echaban me iba al metro, que no da el sol directo y hay más corrientes», recuerda en una conversación con el TOT. En Juamba –así se hace decir– asegura que las olas de calor son más «mortales» que el invierno y apunta un detalle no menor: «Yo iba descalzo y Barcelona está llena de plazas duras de cemento». Especialmente amargo es el recuerdo que guarda de la plaza Universitat, sin sombras por donde «ir saltando». En Juamba recuerda que él iba sin ninguna bolsa con sus pertenencias, lo cual se vuelve un estorbo en verano. «Si no tienes espacio donde guardar tus cosas, tienes que ir con ellas todo el día, y con el calor, esto es una quimera», cuentan desde Arrels, que añaden que esta misma situación también los aleja de la posibilidad de darse un baño en la playa.
Por si fuera poco, el nuevo contexto de los últimos años pone más palos a las ruedas. En Juamba se hace cruces cuando ve la carencia de fuentes. Asegura que hubo una época en la que las potables «fueron desapareciendo» de la ciudad [referencia a años atrás, el plano antisequía no ha cerrado las que todavía aguantan] y reconoce que la ausencia de agua en las fuentes ornamentales «es una dificultad». «En situaciones extremas te metes adentro, el mínimo de tiempo posible para que no te venga ningún policía, y sales refrescado», explica el sintecho, que reconoce que en su día hacía lo que él mismo denomina «la ruta de las fuentes». A esta conversación se incorpora Fran Mora, otro voluntario de Arrels que ha vivido once años en la calle. Una segunda voz más crítica –dice que los servicios del Ayuntamiento son «una farsa»– que describe una fuente como aquel espacio donde «sacarme la gorra, meter la cabeza y decir ‘oh Dios mío, ¡qué bueno!'». Pero, para Fran, el agua no es solo refrescante, sino también una manera de mantener la higiene personal. «Tú te vas a casa, te lavas una camiseta y vuelves a oler bien. Pero si duermes en la calle no puedes; lo que sí que puedes es lavarla en una fuente y extenderla en cualquier otro lugar», le explica al TOT.

Sin alternativas ni facilidades
Durante el verano, el Ayuntamiento de Barcelona habilita espacios bien acondicionados que ayudan a combatir el calor. Un listado de unos 200 parques con sombras, bibliotecas o museos con aire acondicionado que se ofrecen altruistamente a la población. Pero desde Arrels aseguran que estos espacios no están preparados para las personas sin hogar. «Van allá y los miran mal o, incluso, el personal de seguridad los echa antes de entrar», explica Busquets. Unas declaraciones que confirman los otros dos entrevistados. «Puedo ir a una biblioteca, sí, pero me huelo y digo ‘caray, qué mal olor hago!'», dice Fran, que a menudo se ha sentido incómodo en espacios parecidos a estos que el consistorio denomina ‘refugios climáticos’: «Una vez estaba en el Corte Inglés con un amigo, sin mochila ni nada, y el de seguridad me quería echar. Perdone, pero si yo solo vengo a mirar», explica para citar un ejemplo real. No es el único que ha sufrido situaciones de estas. En Juamba recuerda especialmente el día que se paró cerca de una escuela, muerto por el calor. «Me senté junto a la puerta porque había sombra y no podía más. Y de golpe, sale una de las maestras a preguntar qué hacía allá; que ya no podía más, le dije», comenta el afectado.
Ferran Busquets lamenta que las administraciones no tengan los pies en el suelo y asegura que con los sintechos pasa el mismo que con los hospitales, que los pocos servicios que permanecen abiertos en verano «se colapsan». En este sentido, defiende que «no se tienen que eliminar los recursos cuando el riesgo aparentemente desaparece, puesto que el riesgo siempre está» y pide hacer pasos que son necesarios, como por ejemplo adaptar la Ordenanza de Civismo para evitar situaciones como las que explican en Juamba y Fran.
Los dos aseguran que la policía los ha echado «habitualmente» de las zonas sobre todo turísticas. «Si hace calor y me expulsas de las pocas zonas de sombra que hay en la Rambla o de la Boqueria, ¿dónde voy?», se pregunta Juamba, que también lamenta el «abuso» que ha sufrido en «muchas ocasiones» por parte de agentes de la Guardia Urbana. En este sentido, desde Arrels piden más concienciación y hacer pasos que permitan mantener la «dignidad» de las personas que duerman al raso. «Nos gustaría que la policía esté más informada sobre las personas que duerman en la calle; la autoridad tiene que saber actuar con proporcionalidad y hace falta que se formen», dice Busquets, que admite que se están haciendo pasos, ni que sean breves, en esta línea.
