Hubo un tiempo en el cual el simple gesto de dar un beso en medio de la calle a la persona que se quería tenía consecuencias. No hablamos de todos los besos, sino de los que se hacían entre personas del mismo género o entre personas que, desde el punto de vista de la sociedad franquista, salían de la norma. Estos hechos no son aún historia. En la Barcelona de hoy se continúan dando agresiones LGTBIfóbicas, pero el panorama ha mejorado mucho y, en gran parte, es gracias a todas las personas que han luchado por los derechos LGTBI.
El principio de este cambio empezó en el centro de Barcelona el 26 de junio del 1977, cuando se celebró la primera manifestación del Día del Orgullo LGTBI de todo el Estado. El contexto no era fácil. Solo hacía dos años que el dictador franquista Francisco Franco había muerto en la cama y todavía estaba vigente la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que castigaba las conductas consideradas homosexuales y que salían de la norma. El colectivo LGTBI, pero, quería avanzar en derechos y libertades del mismo modo que hacía el resto de la sociedad. Unos días antes, el 20 de junio del 1977, la población de todo el Estado salió a votar en las primeras elecciones democráticas. El 28 de junio era el momento que las personas LGTBI salieran juntas a la calle y salieran del armario. Así lo explicó hace años a
La Rambla: el escenario escogido
Estas ganas de libertad se materializaron en la manifestación, donde se pidió la derogación de la Ley de Peligrosidad Social. El escenario fue la principal arteria de Barcelona: la Rambla, y las protagonistas personas que hacía demasiados años que vivían su sexualidad en la clandestinidad o que sufrían con fuerza las consecuencias de la ley de peligrosidad. Es por eso que una cantidad importante de personas trans, algunas de las más castigadas por la ley, encabezaron la protesta.
Los manifestantes salieron de la plaza del Teatro de la Rambla y subieron Rambla arriba con pancartas que decían: «Fuera a la Ley de Peligrosidad» y «Queremos que nos dejen en paz», entre otros lemas. Tal como explicó Picó el año pasado a
Lo que no pudieron evitar fue que la policía acabara dispersando a los participantes con pelotas de goma a la altura de la fuente de Canaletes. La manifestación acabó antes de lo que querían, pero los organizadores ya se sentían ganadores por el hecho de haber podido celebrarla y llenar la Rambla de cánticos que pedían una ciudad más libre. Un lugar donde todo el mundo tuviera un sitio. “No pensábamos que llegaríamos a Canaletes, sino que nos dispersarían más bien”, reconoció Picó y añadió: «Pero lo habíamos hecho, habíamos andado toda la Rambla arriba».