La situación de la calle de Enric Granados está lejos de encontrar una solución definitiva que contente todas las partes. Después de la reducción horaria de las terrazas y de la aplicación de un nuevo plan de usos, los vecinos critican ahora que algunos negocios han conseguido adaptarse y cambiar la situación. La plataforma SOS Enric Granados denuncia que todos los establecimientos nuevos que se han instalado el último año –hablan de una decena– son de carácter alimentario; heladerías, sobre todo, pero también
Los vecinos critican que se está pasando de un «monocultivo de bares, restaurantes y terrazas» a otro similar comandado por «heladerías y degustaciones de café». «Sí que hemos detectado que algunos tienen un pequeño taburete o sillas en la fachada, que no pueden tenerlo, pero tampoco sé si podríamos decir que incumplen la licencia. El problema es que, a pesar de no tener terraza, usan los bancos públicos de la calle como tal y generan muchas colas. Todavía tenemos más aglomeraciones a Enric Granados«, insiste en declaraciones al TOT Barcelona el portavoz de la plataforma, Jordi Badia. Los vecinos aseguran que estos establecimientos cierran más tarde de la medianoche, sobre todo los fines de semana, y que reclaman «firmeza» con las inspecciones; que su efecto «no dure solo cuatro días».

Potenciar otros comercios
Jordi Badia celebra que el Ayuntamiento mueva ficha para comprobar la legalidad de los nuevos negocios que han proliferado a Enric Granados, pero insiste que con las inspecciones «no es suficiente» y pide «asentar las bases» de una revisión del plan de usos vigente. «Para nosotros, es evidente que ha tenido efectos negativos. Se tiene que revisar y tenemos que conseguir encontrar la manera de incorporar enmiendas que sirvan para revertir estos nuevos modelos de negocio que tenemos ahora», remarca el líder vecinal. Las entidades próximas en la calle recuerdan que «si fomentamos estos tipos de monocultivos, el comercio de barrio se va a pique» y lamentan que las tiendas de proximidad están «tocadas de muerte».
Por otro lado, el Eje Comercial Nou Eixample remarca la necesidad de «potenciar la convivencia» de una zona marcada por la gran cantidad de establecimientos alimentarios, sobre todo de bares y restaurantes. La gerente de la entidad, Mercè Díaz, detalla que muchos emprendedores «estudian la idiosincrasia y normativas de la zona» y que «cuando una cosa funciona, vienen muchas de iguales detrás». «Estamos de acuerdo en que se tiene que regular. No interesa, tampoco en el ámbito comercial, que haya muchos establecimientos de un mismo tipo de negocio. Interesa la pluralidad, que la persona que pase vea que hay oferta comercial variada. En Enric Granados hay mucha restauración, que es cierto que da vida en el barrio, pero limitan aquella zona a aquel sector», admite Díaz en conversación con este diario. El pequeño comercio de la zona insiste que son «un vecino más» y también reclaman que «se compa el plan de usos». Las asociaciones de la zona y el Ayuntamiento tienen previsto revisarlo después del verano.

Problemas severos en la zona cero
Jordi Badia admite que la reducción de los horarios de las terrazas «es positiva» y que hay zonas de Enric Granados que lo notan por la noche. Ahora bien, los sonómetros «siguen superando los límites que marcan las directivas europeas», denuncia el vecino, que lamenta el poco efecto que tienen las sanciones que se aplican por exceso de ruido: «Hay expedientes, pero te encuentras que después el Gremio o el mismo local presenta recurso en la justicia, uno tras otro, colapsa los servicios jurídicos del Ayuntamiento y muchos expedientes caducan». Badia también remarca que algunas terrazas «colapsan» las entradas de edificios y que algunos locales dejan el mobiliario recogido a la puerta hasta la hora del cierre –por no ocupar espacio interior– y despiertan los vecinos «de madrugada» cuando lo recogen.
Si bien es cierto que desde SOS Enric Granados hablen de «pequeñas mejoras» en determinadas zonas, también lo es que la situación a la «zona cero» del conflicto, la esquina entre la calle de Provenza y el mismo Enric Granados, es ahora peor que hace unos días. «Hemos detectado que bares que antes eran de menús o restaurantes por la tarde o noche, ahora actúan como bares musicales. Son bares que no están insonorizados y que en ningún caso cumplen con la ordenanza de ruido», reprocha Jordi Badia, que lamenta a la vez que su calle se ha convertido en una «zona paso» de muchos turistas que, conducidos por un guía, pasan –o hacen tiempo– en grupos numerosos en dirección a Consell de Cent o a la zona de discotecas de la calle Tuset.

Críticas a la gestión turística
El regidor del distrito del Eixample, el socialista Jordi Valls, ha admitido, en diferentes encuentros vecinales, que Barcelona ha llegado al tope de turistas que puede acoger y que gestionar la situación es un «reto» que tiene el ejecutivo de ahora en adelante. No es la única voz autorizada que ha hecho mención; el alcalde Jaume Collboni también quiere «menos cantidad y más calidad», y el ministro de Industria y exalcalde de Barcelona, Jordi Hereu, también ha pedido «prepararnos» para un fenómeno que va «al alza» y que se tiene que saber «gobernar». En esta línea, el Ayuntamiento ha presentado un plan para gestionar los flujos turísticos y desencallar los Espacios de Gran Afluencia (EGA), como el Park Güell, la Sagrada Familia o la Boqueria, cuando estén masificados.
Según el Ayuntamiento, la medida tiene que servir para garantizar que el turismo «sigue aportando riqueza y dinamismo» en la ciudad, pero los vecinos más preocupados cuestionan que «no solucionará el problema» del turismo. Jordi Badia –el activista de Enric Granados– cree que «hace muchos años» que el ejecutivo intenta gestionar los flujos, y ve con poco optimismo la nueva aplicación. «Les dirán por una APP que a Sagrada Familia no hay entradas, de acuerdo, ¿pero a dónde los enviarán?, hacia Sant Antoni, el Ninot…? Es complicado todo ello». En este sentido, los comerciantes del barrio también apuntan que, a diferencia del centro, en la zona de Enric Granados el comercio «no se nutre» de la masificación turística, más interesada en «pasárselo bien en una terraza y comprar helados». Un argumento más para unos vecinos que tienen claro que lo que pasa a Enric Granados «no se soluciona controlando los flujos turísticos».