Sant Antoni está de enhorabuena. Este barrio barcelonés no perderá finalmente el bar Prize, uno de sus establecimientos más icónicos que después de una trayectoria de cerca de 30 años parecía verse abocado a un cierre forzado a causa de un cambio de propietarios del edificio donde está ubicado, en el número 130 de la calle de Floridablanca. La amenaza de desahucio -la propiedad lo denunció por no haber pagado el alquiler durante los meses más duros de la pandemia- ha acabado en papel mojado gracias a un acuerdo in extremis que permitirá al responsable del local, Xavi Prize, continuar con su actividad como hasta ahora.

Según informa el Línia Eixample, el pacto entre el arrendatario y los nuevos propietarios del inmueble obliga el establecimiento a llevar a cabo una serie de obras de reforma que se alargarán ocho meses, un tiempo durante el cual el local permanecerá cerrado. Una vez finalizados estos trabajos, la propiedad se ha comprometido a permitir la reapertura del bar Prize bajo las mismas condiciones y conservando su peculiar estética, una de las señas de identidad que convierten este negocio en un espacio único en Sant Antoni.

Para celebrar la noticia, este sábado al atardecer tuvo lugar una gran fiesta popular en las puertas del local que contó con varias actuaciones musicales y que sirvió de colofón perfecto para despedirse temporalmente del bar, que pretende arrancar las reformas cuanto antes mejor para poder volver a abrir con fuerza de aquí a ocho meses.

La entrada del bar Prize, que hace 30 años que abrió las puertas / Jordi Play
La entrada del bar Prize, que hace 30 años que abrió las puertas / Jordi Play

800 vecinos y una cuarentena de entidades

Hay que recordar que la amenaza de desaparición del bar Prize llevó a varios colectivos de Sant Antoni y vecinos de la zona a movilizarse para conseguir hacer recapacitar a la nueva propiedad del establecimiento, que quería destinar el espacio donde actualmente se erige el local a más viviendas. La intermediación del Sindicat de Llogateres y el apoyo recibido por parte de cerca de 800 vecinos y una cuarentena de entidades del barrio ha acabado siendo clave para conseguir la supervivencia de este bar icónico.

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