Cuatro generaciones han dado vida a las Bacallaneries Perelló 1898 de Barcelona desde 1898. Así lo explica al
En estos momentos, los hermanos Perelló no se encuentran en la misma parada donde aterrizaron sus bisabuelos, pero continúan en el Mercat del Ninot. Tal como detalla Ricard, en el 2015 unificaron las tres paradas que tenían antes para hacer una más grande donde, además, tener un espacio de degustación. «Con esto hemos conseguido que haya diferentes perfiles de clientes: gente joven que coincide con personas más grandes que ya venían a comprar», afirma y, a la vez, apunta que también hay otra bacallaneria Perelló en la plaza Mercadal del barrio de San Andreu de Palomar. En todas ellas, añade, ofrecen bacalao, salado y desalado, procedente de Islandia y otros productos que combinan muy bien, como olivas, anchoas,
125 años de luchas
Al volver a mirar hacia atrás, Ricard asegura que «el negocio nunca lo ha tenido fácil» durante sus 125 años de vida. La familia «superó la guerra civil», en los años ochenta la crisis del petróleo, después del 2008 la crisis inmobiliaria, «más tarde la pandemia» y, ahora, se enfrenta a la crisis inflacionaria que hace que sea «difícil» encontrar productos de calidad». «Nunca tienes épocas de bonanza largas. Tienes que estar siempre preparado para los cambios que vengan y tienes que saber adaptarte a cada tiempo», recalca.

Una de las maneras de adaptarse a los tiempos actuales y conseguir público joven, ha sido, tal como se ha dicho antes, crear el espacio de degustación. Allí, no solo dan a los clientes la opción de probar sus productos, también pueden aprender recetas y diferentes maneras de cocinar bacalao. «Es un producto muy versátil: puedes comer esqueixada en verano; hacer buñuelos, que encantan a los niños; o cocinarlo con samfaina o al pil pil», subraya y, al mismo tiempo, hace un balance positivo de los resultados del espacio de degustación. «Estamos muy contentos y hay un equipo que funciona muy bien», celebra.

En cuanto a la situación, en general, de los comercios de toda la vida, reconoce que no están en su mejor momento. Las grandes cadenas, admite, «hacen cada día mejor las cosas». Pero, hay particularidades de los comercios tradicionales que nunca tendrán. Aparte de formar parte de la personalidad de las ciudades, tienen un punto de especialización y un trato con el cliente que los hace «diferentes». «Hay que pensar cómo comunicamos, cómo cuidamos el producto, cómo tratamos con el productor pequeño…», insiste.
Al mirar al futuro, todavía no puede saber qué pasará. Él y su hermano David tienen 42 años y, por lo tanto, todavía «nos queda mucho por trabajar». «Me gustaría que cuando nos jubilemos, el negocio continúe, y si es por parte de la familia, mejor. Pero ahora, de momento, nos toca lucharlo a nosotros», sentencia.