El 12 de abril del 1924 tenía lugar una de las grandes tragedias del metro de Barcelona. Once obreros morían y nueve resultaban heridos mientras trabajaban en la Gran Vía de las Cortes Catalanas en la construcción de la línea Transversal del Metropolitano, precursora del actual L1. Los hechos tenían lugar pocos minutos después de las cuatro de la madrugada de ahora hace justo 100 años, cuando los muros laterales de la vuelta bajo la cual excavaban cedía, provocando el derrumbamiento del techo y sepultando a una parte de los empleados. Este movimiento de tierras también abría un gran agujero en la superficie a la altura de la calle de Villarroel que engullía a un grupo de trabajadores que se calentaban alrededor de una hoguera.
El estruendo fue tal que muchos de los obreros que se encontraban en aquel momento a la zona trabajando en otros tramos de la línea optaron por huir despavoridos por miedo a posibles réplicas. Estos instantes iniciales de histeria colectiva complicó el recuento de personas desaparecidas y quedaron perfectamente reflejados en las crónicas de los hechos que publicaron diferentes medios de la época como

Los puros del aligeramiento
La realidad rápidamente superó las previsiones y el número de muertes fue aumentando hasta las once personas. Ahora bien, desconfiando de la versión oficial, la ciudadanía casi desde el primer momento ya elevaba la cifra de finados por encima de la decena. Este run-run palpable en las calles de la capital catalana llegó a orejas de uno de estos trabajadores de las obras del Transversal del Metropolitano que había conseguido huir rápidamente del lugar después del derrumbamiento. Su sorprendente reacción ante estos rumores fue objeto de una mención en otro de los periódicos del momento.
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