Un almacén custodia desde el pasado mes de mayo una reliquia de la historia azulgrana. Guardada en una caja para evitar que se pueda echar a perder, la Virgen María de Montserrat espera con incertidumbre cuál será su futuro después de presidir durante 66 años la capilla del Camp Nou. Este pequeño espacio ubicado al final de la escalinata del túnel de vestuarios, justo debajo de la galería que da a la tribuna, desaparecerá con el derribo del estadio y el nuevo emplazamiento tanto de la réplica de la figura y como del pedestal de roca de la misma montaña que la sustenta todavía es una incógnita.
La directiva del FC Barcelona se ha comprometido por ahora a habilitar un espacio en el nuevo recinto bautizado como Espai Barça que estará destinado a la oración y donde se podrá ubicar esta
La principal duda recae en la confesionalidad católica que ha acompañado a lo largo de su trayectoria al Barça. La construcción de un nuevo estadio de cero pone sobre la mesa la posibilidad de habilitar un espacio plurirreligioso donde no solo tenga cabida la fe cristiana, sino también abierto a otras religiones. Esta es una de las propuestas que se contemplan, pero no la única. Otra opción sería construir varias salas para destinarlas cada una a una creencia o culto diferente. Todo ello no dejan de ser hipótesis todavía por confirmar. Aun así, si algo parece claro entre los socios más veteranos es que la imagen de la virgen de Montserrat tiene que ocupar un espacio destacado en el nuevo Camp Nou por su historia y vinculación con la decana de las peñas barcelonistas.

Una romería en blanco y negro
El origen tanto de la capilla como de la figura se remontan a la década de los cincuenta. La irrupción de Ladislau Kubala y el éxito del conocido como
La imagen se pudo adquirir gracias a las aportaciones extraordinarias de los socios y fue presentada en sociedad el 22 de septiembre del 1957 en una romería a Montserrat que contó con la participación de miembros de varias peñas barcelonistas como la histórica Penya Solera, una agrupación fundada oficialmente en 1948 por aficionados y exjugadores míticos como Josep Samitier. Dos días después, la Virgen María de Montserrat entraba por primera vez en el Camp Nou para presidir la ceremonia inaugural del estadio y acababa colocada sobre el pedestal de roca en el pequeño espacio a medio camino entre los vestuarios y el terreno de juego proyectado específicamente por el arquitecto Francesc Mitjans Miró para acoger la figura.

El accidente y el almacén de trastos viejos
Después de su presentación estelar, la
Los aficionados -que habían participado en la romería a Montserrat- prometieron que si se recuperaban de las heridas provocadas por el siniestro llevarían dos candeleros como ofrenda a la virgen. Y así lo hicieron. Su sorpresa, sin embargo, fue que cuando llegaron al estadio azulgrana, el espacio que tenía que acoger la figura y hacer las funciones de capilla se había convertido en una especie de almacén de trastos viejos. Indignados, los seguidores acudieron en los jefes de la peña, que intermediaron con el entonces presidente azulgrana Francesc Miró-Sans para conseguir dignificar el templo.
El renacimiento de la capilla
La delicada situación económica del club, que todavía estaba pagando la deuda contraída con la construcción del nuevo estadio, llevó al Barça a ceder la adecuación de la capilla a la Penya Solera, que a principios de los sesenta ya había sufragado la reforma del espacio para darle la fisonomía que ha mantenido hasta la actualidad. Con la desaparición de la agrupación en la década de los noventa, uno de sus miembros pidió quedarse como responsable del templo a través de la Agrupación de Jugadores del FC Barcelona. Joan Rovira ha sido durante las últimas dos décadas el guardián de la capilla, una función que ha compartido con otro veterano socio azulgrana como Lluís Llop, que desde hace casi 15 años se encarga de mantener el espacio en buenas condiciones y de engalanarlo para los días de partido.

Tradiciones como la misa con todos los miembros del primer equipo previa al inicio de la temporada se han ido perdiendo con el paso de los años y la capilla ha acabado teniendo un papel más bien testimonial en el día a día del club, puesto que la mayoría de los jugadores pasan por delante sin pararse y prácticamente nadie entra para rezar. Lejos quedan ya acontecimientos como la visita del papa Juan Pablo II en 1982 o la colocación en el templo de la capilla ardiente de Samitier, el único exjugador del Barça a quien se ha velado hasta ahora en este espacio.
Historia o proyección internacional
Esta pérdida de funcionalidad como lugar de oración es una de las razones que llevan al club a plantearse la necesidad de mantener la capilla tal como ha existido en los últimos 66 años. En la íntima misa de despedida que se celebró el pasado 19 de mayo, el vicepresidente azulgrana, Rafa Yuste, señaló la intención de mantener la función del templo destinándole un espacio específico en el nuevo recinto, que tendría que estar parcialmente terminado el 2026.

Desde el club son conscientes de la «relevancia histórica» de esta capilla, que ha estado estrechamente ligada a la trayectoria de la entidad durante más de medio siglo, pero también tienen presente el carácter global de un Barça que poco tiene que ver con el del 1957 y que actualmente tiene presencia en muchos países donde se procesan religiones diversas. A la espera de ver si esta promesa de supervivencia queda en papel mojado, la Virgen María de Montserrat aguardará paciente su turno custodiada entre las cuatro paredes de una caja.

