Fue un secuestro de película típica de superproducción de acción. Con la diferencia de que no ocurrió en Detroit ni en un distrito marginal de Los Ángeles. Sino en la habitación 101 del hotel Atrium Palace, situado cerca de la intersección entre la Gran Via de les Corts Catalanes y el paseo de Gràcia. Fue el 9 de junio cuando se registraron los hechos que inquietaron a los Mossos d’Esquadra de la División de Investigación Criminal durante semanas, asustaron a la clientela del hotel y alarmaron a los vecinos y transeúntes en una de las zonas más transitadas de la capital catalana.

Un caso extraño para los mismos investigadores que solo pudieron detener a uno de los sospechosos la misma noche de los hechos. De hecho, la policía todavía busca cuatro implicados más en los hechos. En todo caso, el único detenido será juzgado esta semana en la sección 9 de la Audiencia de Barcelona, donde se juega hasta diez años de prisión. Es la pena que le solicita el ministerio fiscal. Una condena que, si el tribunal lo estima, deberá cumplir tres cuartas partes en el estado español y después será expulsado a su país de origen, dado que el procesado reside ilegalmente en Cataluña y no tiene ningún tipo de arraigo.

Una imagen de archivo de la Audiencia de Barcelona / Europa Press
Una imagen de archivo de la Audiencia de Barcelona / Europa Press

Dos hoteles

El juzgado de Instrucción 4 de Barcelona fue el encargado de una investigación enredada. Sobre todo, por la falta de indicios claros que ayudaran a esclarecer quiénes fueron los miembros que secuestraron a la víctima. Según el relato de los hechos de la fiscalía, elevados a la Audiencia, todo comenzó alrededor de las siete de la tarde del 9 de junio de 2022. Los cuatro tenían «algún tipo de trato que hasta ahora se desconoce con la víctima» y quedaron con ella, primero en una habitación de un hotel de Barcelona. Pero al llegar escalonadamente, la recepción del hotel no les permitió reunirse los cinco en una misma habitación.

Inmediatamente, cambiaron de planes, y hacia las ocho menos cuarto de la noche, se dirigieron al Hotel Atrium Palace, donde les dieron la habitación 101. Una vez dentro de la habitación, ataron de pies y manos a la víctima y la amordazaron. El ahora acusado fue el responsable de atemorizar a la víctima, apuntándola todo el tiempo con una pistola automática y el resto, la golpearon «repetidamente». Una vez aturdido, y atado, el procesado fue el encargado de vigilarlo, mientras tanto sus compañeros de grupo llamaron al primo de la víctima informándole que lo tenían secuestrado y que si quería volver a verlo, debía entregarles 400.000 euros en unas condiciones muy concretas.

Entra en juego la policía

El primo de la víctima, una vez colgó el teléfono, no tardó ni un minuto en llamar a la policía denunciando los hechos. Además, los secuestradores, poco hábiles y con poca destreza, le habían dado casi toda la información de dónde se encontraba su primo. Los Mossos d’Esquadra pulsaron el botón rojo y pusieron en marcha un dispositivo de liberación, búsqueda e investigación. Efectivos del‘Área de la Brigada Móvil, el Área de Recursos Operativos de Barcelona y de las Unidades de Seguridad Ciudadana, así como de la División de Investigación Criminal, rodearon el hotel y no se entretuvieron, aunque contemplaban registrar habitación por habitación.

Los policías de intervención encontraron al ahora procesado frente a la puerta de la habitación 101, donde tenían secuestrada a la víctima, armado con una pistola modelo Astra 3000, con incluso, número de inscripción. El hombre apuntó a los Mossos d’Esquadra intentando buscar una salida para huir del asalto policial y encontrar un punto de fuga. Pero no fue posible. Poco a poco, levantó la mano y dejó la pistola en el suelo, dejando de lado sus amenazas y desistió. Momento en que la policía lo pudo detener.

Este martes, miércoles y jueves, los magistrados deberán decidir sobre el futuro del procesado acusado de secuestro, por el cual le piden 8 años de prisión, y de tenencia ilícita de armas, y por eso la fiscalía reclama dos años de prisión. De hecho, solo pasó un mes y tres días en prisión provisional. Ahora bien, la gracia de este juicio será acabar de cerrar los puntos oscuros que la investigación ha dejado. En primer lugar, qué relación tenía el procesado con sus presuntos colegas y, sobre todo, de estos con la víctima. Y, en segundo lugar, obtener más detalles para saber quiénes fueron los otros participantes en el secuestro. El temor a una condena dura abre resquicios para poder extraer información.

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