Los pararrayos tienen nombre y apellido en Barcelona. La familia Torrente hace 164 años que se encarga de instalar estos artefactos en todo el territorio catalán, pero especialmente en la ciudad que vio nacer el negocio en el año 1860 en un local ubicado en el número 27 de la calle del Marquès de Barberà, en el barrio del Raval. Pararrayos Torrente ha sido la responsable de la protección de buena parte de los edificios e instalaciones emblemáticas de la capital catalana durante el último siglo, primero fabricando y colocando estas estructuras y ahora solo dedicándose al proceso de instalación, una actividad que les convierte en la empresa de pararrayos más antigua del mundo.
La compañía tiene entre los hitos subrayados en su currículum la instalación del primer pararrayos radiactivo -una evolución de aquel primer prototipo diseñado por el científico y político norteamericano Benjamin Franklin en 1752- de todo el estado español, que se colocó en las naves de la fábrica de Seat en la Zona franca en 1953. También fueron pioneros en cuanto al aterrizaje del primer pararrayos eléctrico moderno de la península, que se instaló en 1985 en el tejado de la fábrica de la Colonia Puig, en el barrio del Bon Pastor.

Un referente con presencia en las alturas
Más allá de las efemérides, los años y la experiencia han convertido a este establecimiento barcelonés -desde el 1892 ubicado en el local del número 21 de la calle del Marquès de Barberà- en un verdadero referente en la capital catalana tanto para clientes privados como públicos y corporativos. Sin ir más lejos, de su cuenta va la protección contra impactos eléctricos de algunos edificios icónicos como el Palau de la Música, la Basílica de Santa Maria del Mar o las Tres Xemeneies de Sant Adrià de Besòs. La antigua central térmica precisamente es una de las instalaciones más complejas que tuvieron que llevar a cabo teniendo en cuenta la altura de este complejo, que se erige imponente cerca de 200 metros sobre el nivel del mar, hecho que lo convierte en una de las construcciones más altas del territorio catalán y en una figura inalienable de la silueta urbana barcelonesa.

También cuentan con el sello de protección de Pararrayos Torrente otros edificios emblemáticos de la ciudad como el modernista Hospital de la Santa Creu y Sant Pau, obra del arquitecto Lluís Domènech i Montaner; la basílica de Santa Maria del Pi o el temple del Sagrat Cor de Jesús que corona la montaña del Tibidabo, entre otros muchos. Con los pararrayos radiactivos completamente prohibidos desde los años ochenta por la falta de control de la sustancia que los hacía funcionar y los eléctricos ya completamente consolidados desde hace décadas, la principal innovación con la cual trabaja la cuarta generación de esta saga familiar es la inclusión de un componente tecnológico en los artefactos que permite registrar temperatura, intensidad de los impactos eléctricos y otros factores impensables ya no cuando se fundó la empresa ahora hace 164 años, si no hace escasos 20 años.