El sábado, 17 de junio de 2023, a las 16.00 h, el partido de Ada Colau difundía un comunicado en que anunciaba su apoyo a Jaume Collboni para ser investido alcalde, aceptando de facto las condiciones del PP para votar el candidato socialista, que pasaban por no formar un gobierno con los Comunes, además de cuestiones programáticas. El candidato del PSC, tres veces perdedor de las elecciones, recibía la vara de alcalde con este pacto cocinado desde Madrid, tal como reconocían las direcciones de los dos partidos de Estado, con la colaboración necesaria de los Comunes. El objetivo, evitar una alcaldía independentista que habrían formado el ganador de las elecciones, Trias por Barcelona, y ERC, a quien Coláis había reclamado que invistiera Collboni y aceptara formar un «tripartido de izquierdas«. Ha pasado justamente un mes desde aquel día, y a seis días de las elecciones españolas avanzadas, donde el PSOE se juega la continuidad en Moncloa, las fichas en Barcelona ya empiezan a moverse. La mayoría de encuestas –menos el CIS-apuntan a una victoria del PP, que necesitaría a VOX, o la abstención de los socialistas, para gobernar. Un gobierno a la derecha, o a la extrema derecha que, en caso de confirmarse, tal como confirman fuentes de los Comuns al TOT, obligaría a una reacción de «blindaje» de todos los ámbitos de poder de la izquierda, «incluida la Generalitat».
Ahora bien, la portavoz adjunta de Barcelona en Comú, Janet Sanz, ha asegurado en rueda de prensa que no ha habido contactes oficiales ni negociaciones con el PSC para una incorporación inminente al gobierno municipal. De hecho, el pleno del equipo de gobierno municipal ni siquiera está convocado, si bien el PSC ha hecho llegar a los grupos que una posibilidad es el 28 de julio. Según como fueran los resultados del 23-J, ya se podría visualizar un acuerdo de urgencia. Los de Ada Colau, que reconocen que sería urgente hacer movimientos si se confirma el triunfo de la derecha, exigen a Collboni que detalle el modelo de ciudad que quiere para Barcelona antes de que se sumen al ejecutivo, remarcando es el alcalde quien tiene que tomar la iniciativa de contactar con ellos, cosa que, asegura Sanz, todavía no ha hecho. Esta es la versión oficial, pero el cierto es que las fichas hace muchos días que se mueven. De hecho, se mueven desde el mismo momento en que los Comunes votaron la investidura. Aquella misma noche, Collboni firmaba el cese y el nombramiento automático de una muchedumbre de cargos de confianza de Colau al Ayuntamiento, garantizando así el sueldo del muchos Comunes al consistorio y preparando la administración para un cambio inminente de composición.

El guiño de Collboni a los Comunes
Si bien desde el primer día en que Jaume Collboni formó el ejecutivo en solitario, con solo 10 regidores -un regidor se tiene que hacer cargo de dos distritos a la vez-, dio pistas evidentes que los Comunes se incorporarían al ejecutivo a pesar de las condiciones del PP, la más clara, la de conservar muchos cargos de confianza de Colau al Ayuntamiento, ha sido esta última semana cuando se han producido dos señales evidentes que hacen pensar que después del 23J el bipartito será una realidad más o menos inmediata. La alcaldesa de Sant Boi de Llobregat (PSC), Lluïsa Moret, es la presidenta de la Diputación de Barcelona con los votos de los Comunes y de Terrassa en común e impulsamos Penedès. Y el más claro, el alcalde Jaume Collboni se ha desdicho de una de sus grandes promesas electorales: el mandato anterior votó en contra de la reforma de la Llosa de Sant Antoni promovida por los Comunes y aseguró que revocaría la reforma en los primeros cien días de mandato. Pues no, la reforma saldrá adelante tal como la diseñó el partido de Colau. Todo ello hace muy difícil de creer que no ha habido contactos formales para preparar la entrada en el gobierno municipal desprendido del 23-J, inmediatamente, o a la reanudación del curso político desprendido del verano.
Un equipo municipal con «agujeros», la pista más clara
Pero el indicio más evidente que el PSC y los Comunes preparan la reedición del bipartito es que el equipo político presentado por el alcalde Collboni tiene algunos «agujeros» que hacen pensar que se está a la espera del pacto. En el cartipàs actual de Collboni ha desaparecido la concejalía de Emergencia Climática y Transición Ecológica, y esta área está incluida en una macroárea dirigida por Laia Bonet donde hay Urbanismo, Vivienda y Servicios Urbanos. Ámbitos demasiado grandes para quedar en manos de una sola persona. De hecho, fuentes conocedoras de las negociaciones que los partidos niegan oficialmente apuntan a un desdoblamiento de las concejalías, de forma que Janet Sanz vuelva a ocuparse del urbanismo de la ciudad y que un regidor de los Comuns asuma el área de ecología.
Otro agujero muy relevante para los Comunes es el área de memoria democrática, que el PSC ha metido en una concejalía de Feminismos, Igualdad y Memoria Democrática. Los de Ada Colau quieren que vuelva a tener la entidad que tenía con Jordi Rabassa, que ostentaba la concejalía de Memoria democrática, y que las políticas de Feminismos y LGTBI vuelvan a estar reunidas. A estas alturas, el PSC ha reunido en un solo comisionado las políticas de Infancia, Adolescencia, Juventud y LGTBI.

Barcelona, ¿hacia un «tripartito de izquierdas»?
Por otro lado, los Comunes, que continúan apostando como antes de la investidura de Collboni por «un frente de izquierdas«, no dan por perdida la entrada de ERC en este escenario. De hecho, los Comunes habían puesto como condición para entrar al gobierno de Collboni después de las elecciones del 23J que también lo hiciera, pero a estas alturas se limitan a afirmar que «sería deseable el frente de los 24 regidores» cuando se los pregunta si continúa siendo necesaria la participación de los republicanos. Incluso en rueda de prensa, Janet Sanz ha reconocido que «se está trabajando» para que ERC también entre a formar parte del gobierno de la Diputación de Barcelona, ahora con el PSC y los Comunes.
Por parte de ERC, en una entrevista al TOT Barcelona después de la investidura de Collboni, Ernest Maragall aseguraba que solo contemplaba esta posibilidad después del 23-J: «Tendría que ser un caso de emergencia nacional y de Cataluña en peligro, entonces veríamos qué decisiones tomaríamos todos juntos. ERC y el conjunto de fuerzas políticas, que tuvieran expresión en el Parlamento de Cataluña, a las instituciones y también quién sabe si también en el Ayuntamiento». Pero el 4 de julio, la número dos de los republicanos, Elisenda Alamany, era más concreta: «ERC tiene que trabajar para que el PSC mire más hacia la izquierda que hacia la derecha. Esto lo puede hacer ERC. El día que el PSC quiera hablar y quiera realmente dibujar un modelo diferente y esté convencido de que las políticas progresistas son el futuro para la ciudad, estaremos dispuestos a hablar. Siempre tendremos la puerta abierta».
