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«Me da igual quién sea el presidente, ya haremos el trabajo desde la calle»

No es la primera Diada desde aquella inmensa Via Catalana de 2013 que el independentismo sale a la calle dividido y sin ninguna hoja de ruta clara. Pero sí que es la primera Diada en más de una década en la que el movimiento independentista -partidos y sociedad civil- y las instituciones no circulan por carriles paralelos. Todo ello, ha sumergido a los votantes independentistas en un mar de dudas sobre la nueva etapa política que afronta Cataluña con un gobierno abiertamente unionista, con el apoyo de ERC -convulsionando internamente- y los Comuns, y donde Junts per Catalunya y la CUP se encuentran inmersos en un proceso de esferificación política para ofrecer a los independentistas una nueva explosión de sabor. En estas condiciones, atender a la llamada de las entidades que han convocado la manifestación de la Diada para exigir la independencia puede ser tildado de heroicidad. O de deber cívico. Lo dice Francesca, una barcelonesa que ahora hará 88 años. «Me da igual quién sea el presidente ahora, pero si los partidos independentistas no hacen el trabajo, ya lo haremos desde la calle. No podemos dar por perdida la lucha. No me he perdido nunca ninguna Diada, salgo a la calle por Cataluña».

Francesca, con bastón, contundente: «Me da igual quién sea el presidente» foto: Jordi Play

De hecho, el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, también ha tenido su momento en la manifestación, no tanto como presidente ausente después de más de una década con presidentes independentistas en la Generalitat, como por haber sido investido por ERC. Pancartas con la foto de Illa y Aragonès y la frase «Quien avala el 155 no se merece ser nuestro presidente», otras pancartas denunciando «el pacto de la vergüenza» y algún grito de «ERC botiflers». Bajo el Arco del Triunfo, un grupo procedente de Vic rememora cómo el presidente en el exilio, Carles Puigdemont, consiguió escapar el 8 de agosto de la operación Jaula de los Mossos d’Esquadra que ordenó el gobierno de Pere Aragonès para detenerlo cuando, teóricamente, tenía que acceder al Parlamento para ver la investidura de Salvador Illa. «Fue un día vergonzoso para el independentismo, invistiendo a un presidente españolista, pero también un día potente porque el presidente Puigdemont volvió a ganar», señala Josep. A su lado, la Rosa puntualiza a su compañero de manifestaciones: «No lo han detenido, pero ¿cuándo volverá, y de qué sirvió si Illa es presidente y tenemos cuatro años de autonomismo españolista asegurado? Yo soy de Puigdemont, pero también tiene que reflexionar».

Manifestación de La Diada en Barcelona (2024) con una pancarta contra Illa de fondo foto: Jordi Play

A diferencia de las primeras manifestaciones de hace una década, donde más de un millón de personas salieron a la calle y se observaba una gran transversalidad generacional, en esta Diada había una representación muy sustancial de personas mayores. Con la experiencia, y las decepciones acumuladas, pero también con mucha ilusión, aunque pueda sorprender en el contexto político actual. En la primera fila del escenario han instalado sus sillas plegables María Rosa Galbany, Josep Farrerons, Montserrat Vila y Alexandre Puig, desde Vilassar de Dalt.

«El panorama es para llorar, todo es socialista, con la ayuda de ERC, ¿cómo podemos tener fuerza para hacer algo? Pero escuchad, no nos podemos deprimir. Asumimos que no habrá otra subida hasta que haya una nueva generación como la del referéndum de 2017, quizás serán nuestros hijos o nietos. Al menos pensamos en positivo», dice María Rosa. Montserrat añade su sentimiento: «Nos da pena y vergüenza ver que entre los independentistas se pelean. No entiendo cómo se lo pueden cargar todo entre ellos mismos». Alexandre fue el primer alcalde democrático de Vilassar de Dalt, con una candidatura próxima a ERC, y no esconde su decepción: «Hay demasiados intereses no políticos, egos y luchas por la silla. Es decepcionante». Finalmente, Josep añade un punto de optimismo: «Puede ser que tarde, pero al final lo conseguiremos. Tenemos la esperanza de conseguir la independencia. Nosotros ya estaremos muertos, eso sí, porque con los líderes actuales no avanzaremos».

Maria Rosa Galbany, Josep Farrerons, Montserrat Villano y Alexandre Puig, a la manifestación G.A
Maria Rosa Galbany, Josep Farrerons, Montserrat Vila y Alexandre Puig, en la manifestación G.A

«Hacía años que no veníamos, ahora hay que hacer fuerza»

También hay familias con criaturas pequeñas. Núria y Manel han venido de Viladrau con sus dos hijos pequeños. Y curiosamente, han hecho un proceso inverso al de muchos independentistas. «Desde el referéndum del 1-O que no veníamos, estábamos muy decepcionados. Lo que nos ha hecho volver es ver el gobierno que tenemos y ahora pasamos por instantes bajos. Hay que hacer fuerza y rearmarnos para poder tener otro momento como el de hace siete años», justifica Núria. Su pareja añade que está «muy decepcionado con ERC»: «Ha perdido el norte, el pacto con Illa es su tumba». Los dos reconocen que han venido «sin ilusión», y coinciden en pensar que «acabará naciendo un nuevo partido con nuevos líderes que dará un impulso al movimiento». Y también lo tiene claro su hijo Nim, de 10 años: «Quiero la independencia porque soy catalán».

Manifestación 11 septiembre, la Diada. Familia Serra foto: Jordi Play

Y los protagonistas de la fotografía de portada, Andreu, Arnau y el Pol, tres primos de 13 y 14 años que nos recuerdan que acompañaron a sus padres a votar el 1-0. Son conscientes que tienen una «carga» futura, una «responsabilidad»: Si no vayamos los jóvenes, que somos el futuro y la esperanza… Hay menos independentismo y esto nos motiva a seguir viniendo. Lo están haciendo muy mal todos, nos han engañado todos desde el 1-O y, por lo tanto, hacen falta nuevas caras, tienen que venir partidos y gente nueva, y desde la calle tenemos que hacer la función de presión y control», dice Pol. Su primo Andreu añade que «hace siete años lo teníamos muy cerca y todo se derrumbó, de forma que los partidos que fueron responsables ahora tienen que dejar la guerra que tienen y decir menos y hacer más». Finalmente, Arnau lamenta que los partidos independentistas «crearon una gran ilusión entre la gente, también los niños pequeños, que pensábamos que lo conseguiríamos. Nos decepcionaron y ahora tienen que dejar a quienes pueda dar un paso adelante».

Justamente, la respuesta a las inquietudes de esta juventud empezará a construirse este otoño, cuando los tres grandes partidos independentistas tienen que recalcular sus hojas de ruta y decidir si renuevan o no los liderazgos.

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