«Cuando terminan movimientos como el ‘No a la Copa Amèrica’, ¿qué queda?», ha cuestionado, mirando fijamente a la militancia, la expresidenta de la FAVB Eva Fernández. Es la gran pregunta, o una de ellas, que quiere responder la CUP antes de las municipales de 2027. Por eso medio centenar de personas se han encerrado este jueves por la tarde en el Centro Cívico Convento de Sant Agustí de Ciutat Vella. El gran objetivo, impulsar el regreso de la CUP al Ayuntamiento. No se ha hablado mucho de partidos políticos, pero sí de la calle. «La disposición del espacio público al mercado económico, y no para agrupaciones scouts o mercados de campesinos, ejemplifica que la ciudad se gestiona de forma empresarial», ha argumentado la exdiputada Eulàlia Reguant, una de las cuatro ponentes. También sobre la calle ha hablado Jordi Estivill, segundo en la lista electoral de 2023. En este caso, haciendo referencia a los últimos éxitos del Sindicato de Inquilinas. La manifestación del 23N movilizó a miles de inquilinos –170.000 según los activistas– y la CUP, defendía Estivill, «debe saber condensar este espíritu de las nuevas movilizaciones».
La jornada de este jueves deja prácticamente lista la primera fase del particular Proceso de Garbí de la CUP Barcelona. Tres días de reflexión en tres feudos cupaires –algunos de ellos adormecidos– como son Gràcia, el Guinardó y Ciutat Vella que servirán para plasmar la estrategia que debe permitir “volver al Ayuntamiento”. La CUP irrumpió en 2015, impulsada por un 15-M que, en Barcelona, también catapultó a Ada Colau y los Comunes a la alcaldía. Pero ocho años después, los anticapitalistas han perdido los tres concejales que tenían, suman dos fracasos electorales consecutivos -quedándose sin representación en 2019 y 2023- y batallan fuera de la institución. El reto ahora tampoco es fácil: lograr aglutinar los movimientos sociales y vecinales de Barcelona en una candidatura «alternativa» que dé voz a aquellos que ven una ciudad «cada vez menos habitable».
“La CUP presionó, en el primer mandato de Colau, para que salieran políticas como el 30% o el PEUAT. Las políticas de izquierdas se desvanecieron en el segundo mandato de los Comunes, sin la CUP presente, y ahora vemos un Collboni que ha recolocado al Ayuntamiento al servicio de los lobbies, y unos Comunes que hacen una oposición más bien retórica”, apunta el portavoz del nuevo proceso estratégico de la CUP, Àngel Camacho. “El papel de la CUP debe ser más exigente para que salgan estas políticas”, remarca antes de la asamblea en una conversación con el TOT Barcelona. En un momento en que el debate nacional pierde fuerza en los parlamentos, los cupaires quieren “compaginar” la lucha social y la independentista. “El PSC quiere cerrar el proceso independentista por arriba y el ciclo de movilizaciones que hubo por abajo. Y lo vemos muy claro con la negociación con ERC, que quiere pactar gobierno con el PSC más españolista y de derechas de la historia. Creemos que una de las principales instituciones del país debe actuar como tal, defendiendo la lengua y otro modelo de país”, resalta Camacho.

Recuperarse de los reveses electorales
Los cerca de 52.000 votos obtenidos en 2015, que permiten a la CUP entrar en el Ayuntamiento con el 7,42% de los votos, se redujeron a la mitad en 2019 -29.000 votos y 3,9% del voto total- y tocaron fondo en 2023, con 4.000 papeletas menos y solo un 3,79% de los votos. Unos resultados que se explican, en parte, por la caída de la CUP en feudos importantes como Gràcia, Sants o Horta, entre otros barrios, donde los anticapitalistas han perdido la mitad de los votos en los últimos años. Gràcia, posiblemente el gran feudo de la CUP en Barcelona, explica como ningún otro distrito este retroceso: es donde obtienen el mejor resultado en 2015 con el 11,7% de los votos, superando incluso al PSC, y donde también suman el mejor resultado de 2023, si bien la caída en esta ocasión fue de 5,6 puntos, casi la mitad de apoyos.
La CUP tampoco ha sabido llegar en los últimos ocho años a otros barrios que la impulsaron en 2015. En el Eixample, Sants-Montjuïc, Ciutat Vella y Horta-Guinardó, los cupaires superan el 8% del voto en 2015, pero caen a la mitad o más ocho años después. En ninguno de estos distritos alcanza el 5% del voto el 28M. El otro tema pendiente es la poca influencia de la izquierda independentista en los barrios de rentas más bajas. El mínimo para conseguir representación en el Ayuntamiento es un 5% del voto en toda la ciudad y la CUP no logró superar el 3,5% en ninguno de los 10 barrios con menores ingresos per cápita. En Ciutat Meridiana, que con 10.929 euros per cápita al año es el barrio menos rico de la ciudad, la CUP obtuvo el tercer peor resultado (1,24%), solo por detrás de dos barrios de la zona alta, las Tres Torres (0,88%) y Pedralbes (0,60%).
Camacho atribuye estas caídas a dos factores: la falta de una o varias caras visibles y la desmovilización ciudadana. En este sentido, la militancia barcelonesa hace suya una de las conclusiones del Proceso de Garbí a escala nacional e iniciará los próximos meses la búsqueda de «liderazgos más claros que expliquen mejor qué proponemos y qué nos diferencia». La estrategia futura también apunta a un cambio de rumbo en la calle. Los cupaires vinculan sus mejores resultados con los momentos de más bullicio, pero reconocen que el ciclo de movilizaciones de la década pasada «ha terminado». Camacho apuesta por «no esperar» y generar «nosotras mismas estas movilizaciones» para que los impulse al Ayuntamiento.

Dos espejos en los que mirarse
La CUP todavía confía en su fuerza municipalista -el pilar de la formación- a pesar de que los resultados, ciertamente, siempre han sido mejores en ciudades pequeñas y medianas que en grandes metrópolis, exceptuando Girona. En cualquier caso, hay espejos en los que mirarse. Esta primera fase del nuevo proceso estratégico ha contado con la experiencia de Marco Simarro, concejal en Sant Cugat, y Albert Boada, exconcejal de Sabadell. Sant Cugat y Sabadell, dos ciudades donde la CUP irrumpió en el ayuntamiento en 2015 y aún está presente ocho años después. En Sabadell, donde el PSC gobierna con mayoría absoluta, aguanta el pulso a las fuerzas independentistas –el 28M sumó el 10,31% de los votos, un resultado similar a ERC y superior a Junts– y mantiene tres de los cuatro concejales obtenidos en 2015. Y en Sant Cugat, donde empieza a evidenciarse un cierto desgaste, tienen dos representantes. En 2015, la CUP logró ser la segunda fuerza, sumando 4 concejales y el 15,2% de los votos.
Uno de los aspectos en los que han trabajado las candidaturas de la izquierda independentista en estas ciudades es justamente la realidad periférica o aquella que hay en barrios con menos sentimiento de pertenencia, justamente donde a la CUP le ha costado llegar en Barcelona. «Son municipios donde la CUP históricamente tenía mejores resultados en el centro, donde hay más procesos asociativos y gente que habla catalán, y han repensado cómo ampliar su proyecto a toda la ciudad. Sabadell, Sant Cugat y Girona han hecho un muy buen trabajo, han sabido sumar estos barrios al proyecto», remarca Camacho. Conseguir buenos resultados en Ciutat Meridiana, la Marina o el Besòs, por ejemplo, podría impulsar a la CUP al Ayuntamiento, pero la formación reconoce que, a pesar de que Sant Cugat o Sabadell son ciudades grandes, la majestuosidad de Barcelona genera «contextos diferentes» y que hay que abordar «cómo adaptar los aprendizajes a nuestra ciudad».