Hace unos días, el Centro de Estudios de Opinión (CEO) disparaba las expectativas electorales de Alianza Catalana (AC) en Cataluña. Si ahora se celebraran elecciones al Parlamento, la formación de Sílvia Orriols obtendría entre 19 y 20 escaños y competiría con Junts per Catalunya por ser la tercera fuerza en la cámara catalana. Los comicios a la Generalitat aún están lejos -no serán hasta 2028- y antes el país vivirá unas elecciones municipales, en mayo de 2027. Alianza Catalana no concurrirá masivamente en los municipios del país, sino que apostará «más por la calidad que por la cantidad, con listas con personas claramente comprometidas con el proyecto», según ha explicado el presidente del partido en Barcelonès, Jordi Amela, al TOT Barcelona. Más allá de Ripoll, donde la alcaldesa es la misma Orriols, AC ha confirmado que se presentará en Barcelona. El partido abrió el pasado septiembre una sede en la calle Villarroel, 52, en el Eixample, y tiene intención de anunciar el candidato a la alcaldía a más tardar en abril de 2026.
Pero conseguir representación en el pleno de Barcelona sale más caro que en el Parlamento de Cataluña. En la cámara catalana se necesita solo un 3% de los votos, mientras que en el Ayuntamiento se requiere el 5% de los sufragios. A menudo este porcentaje se convierte en una barrera infranqueable para algunas formaciones políticas. El ejemplo más claro es la CUP. En 2015 consiguió tres concejales con el 7,42% de los votos, pero en las dos últimas elecciones -2019 y 2023-, los anticapitalistas no han alcanzado el 4% de los apoyos y se han quedado sin representación en el pleno. En 2023, también se quedaron fuera del Ayuntamiento Valents -el partido de Eva Parera, tras la despedida de Manuel Valls– y Ciudadanos, que tenía representación en el consistorio desde 2015. Valents obtuvo el 2,31% de las papeletas, y Ciudadanos, solo el 1,09%.

En 2027, si no hay contratiempos, Alianza Catalana participará por primera vez en unas elecciones en la capital de Cataluña. Cuando falta menos de un año y medio para las municipales, la mayoría de los partidos aún no han elegido a los candidatos a la alcaldía. Todo apunta a que el alcalde Jaume Collboni repetirá como cabeza de lista del PSC y es el máximo favorito para ganar en las urnas, algo que los socialistas no logran en Barcelona desde 2007. El TOT ha hablado con politólogos para saber qué papel puede jugar AC en los comicios en la capital de Cataluña. Actualmente, el pleno de Barcelona tiene 41 concejales. Si el 1 de enero de 2027 la población se mantiene por encima de los 1,7 millones, en las municipales se elegirán 43 ediles, dos más que ahora.
Liderazgo potente y asumir el discurso antiinmigración
El profesor de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona (UB) Jesús Palomar considera que los resultados que obtenga Alianza Catalana en Barcelona dependerán más del candidato que presente que de la marca. «Deberán buscar una persona que tenga un liderazgo potente, alguien con suficiente relevancia, que sea un golpe de efecto y que asuma el discurso antiinmigración. Hasta ahora, Alianza Catalana se ha centrado mucho en Sílvia Orriols. Al mismo tiempo deberán encontrar la confluencia de personas de Barcelona que tengan las percepciones que tiene Alianza», valora Palomar.
Consultor en estrategia política y asuntos públicos, y profesor del máster en Comunicación Política e Institucional de la Barcelona School of Management de la UPF y del máster en Marketing Político del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales (ICPS), Jordi Crisol considera que Barcelona y el área metropolitana (AMB) son el terreno donde un partido como AC puede «medir si su relato identitario tiene capacidad real de penetración más allá de la Cataluña interior». Las formaciones «de ultraperiferia ideológica» suelen crecer cuando «son capaces de adaptar sus marcos a sociedades urbanas y heterogéneas». Este, por ejemplo, sería el caso de AdF en Alemania. La candidatura del partido de Orriols en Barcelona funcionará, según este experto, como «un stress test (una prueba de resistencia)», porque la ciudad «concentra diversidad socioeconómica, alta movilidad electoral y espacios de voto protesta y fluido». Al mismo tiempo servirá para determinar si el crecimiento de AC es estructural o solo territorialmente acotado.

Un «laboratorio» para el Parlamento
En opinión de Palomar, el hecho de que Alianza Catalana quiera presentarse a las municipales de Barcelona puede ser una «estrategia» y un «termómetro» de cara a las elecciones catalanas de 2028 para conocer realmente con qué apoyos cuenta en la capital del país y qué candidato coloca en la demarcación de Barcelona en 2028. «Un 3% de votos en Barcelona pueden ser cuatro o cinco diputados en el Parlamento».
Si el presidente Salvador Illa no adelanta las elecciones catalanas, «las municipales actuarán como un laboratorio preautonómico: cada punto que AC gane en Barcelona es una señal sobre cómo se reconfigura el espacio de la derecha identitaria en Cataluña», sostiene Crisol. Y añade que en contextos de reordenación de bloques, las municipales se convierten en un predictor útil para observar movimientos en segmentos de voto volátil. «La investigación comparada muestra que las formaciones emergentes utilizan estos comicios para testar candidatos, narrativas y capacidad organizativa antes del ciclo nacional. AC usará 2027 para calibrar dónde puede crecer y qué impacto puede tener sobre la arquitectura de mayorías del Parlamento, siempre ligado a una estrategia de segmentación de dónde se quiera presentar», argumenta el experto.
Andreu Paneque, profesor de Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), subraya la diferencia entre unas elecciones al Parlamento y unas municipales. «Las elecciones de política local son de segundo orden y normalmente están más enfocadas a la persona». Sin embargo, el caso de Barcelona es más especial, ya que «por el peso específico que la ciudad tiene» en el conjunto del país, los comicios se pueden ver desde una «lógica partidista» y como un «caldo de cultivo» de las catalanas. En cualquier caso, Paneque no tiene claro hasta qué punto AC puede estar tan bien posicionada en Barcelona como lo está, por ejemplo, en Ripoll.
Junts, el rival principal de AC, según «la perspectiva nacional»
No obstante, Paneque cree que las elecciones en Barcelona tendrán una especificidad concreta para AC: será «la perspectiva nacional». Teniendo en cuenta este aspecto, el competidor principal de AC en la capital de Cataluña no será Vox sino Junts. Precisamente, Junts acaba de iniciar el proceso para elegir al candidato a la alcaldía, con la aprobación del reglamento, y hacia finales de año debería conocerse el candidato, posiblemente Josep Rius o Jordi Martí Galbis. El profesor de Ciencia Política de la UOC opina que será importante ver quién elige Junts y si es un candidato «fuerte». Y señala que el hecho de que el candidato de Alianza Catalana no se conozca hasta abril de 2026 puede no ser una casualidad, sino una estrategia para saber cómo actuar según quién sea el cabeza de lista de Junts.

Alterar la agenda política
En opinión de Jordi Crisol, en las municipales un eje central será el relato. «En Barcelona, AC no competirá por gobernar, sino por instalar temas. Y eso, en política metropolitana, ya es influir más de lo que hace ahora. Las elecciones locales son un campo privilegiado para ver cómo entran nuevos actores que no buscan poder institucional real a corto plazo, sino alterar la agenda». En el AMB, la literatura sobre agenda-setting y issue competition (la competencia entre partidos políticos por dominar la agenda pública) «muestra que pequeñas candidaturas pueden desplazar el centro de gravedad de un debate: seguridad, inmigración y degradación sin necesidad de obtener concejales. Estudiar esta dinámica es clave para anticipar qué puede pasar en las autonómicas», avisa.
En cualquier caso, cuando aún no se conoce el cabeza de lista y falta un año y medio para las elecciones, Jesús Palomar ve difícil que Alianza Catalana alcance el 5% de los sufragios. «Tengo la sensación de que en Barcelona, Alianza Catalana juega en una división diferente». Las razones son diversas. «Barcelona es muy difícil en el ámbito político y se vota mucho a la persona». Una parte del discurso de AC en la ciudad ya está «controlado» por Vox. Y, por otro lado, la inmigración no es percibida como un gran problema en la capital de Cataluña, según se desprende del último Barómetro elaborado por el Ayuntamiento y presentado en junio. Solo un 5,7% de los encuestados lo ve como una preocupación, muy lejos del acceso a la vivienda, que lo es para uno de cada tres entrevistados.
Según Palomar, el discurso antiinmigración de AC puede funcionar en municipios con problemas vinculados a la inmigración o con barrios con muchos inmigrantes, «incluso en los que se mezcla la inmigración actual con la llegada en los años 50 y 60», como es el caso de L’Hospitalet de Llobregat o Badalona. Precisamente, se trata de dos ciudades metropolitanas en las que Orriols estudia presentar una candidatura.

