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Jaume Collboni intenta equilibrar relaciones con las instituciones católicas

El alcalde Jaume Collboni ha reconocido que fue difícil convencer a la pregonera. «No se creía merecedora de este reconocimiento», decía sobre Emma Vilarasau, quien abrirá este año las fiestas de la Mercè. Aún en la ola por su gran papel en la película La casa en flames, la actriz catalana es una figura de consenso. Con ella, Collboni deja atrás las polémicas que a menudo surgen con la elección de los pregoneros. Pero una Mercè sin polémica es un espejismo, y este año el encargado de llenar de chismes las conversaciones es el cartel. Un cartel «irreverente», ha dicho el Arzobispado de Barcelona, que ofende los sentimientos «de quienes veneran y respetan lo que significa la patrona de esta noble ciudad». La polémica ha resquebrajado una relación que Collboni ha intentado pulir en sus primeros dos años en la alcaldía, después de la ruptura total que hubo en los mandatos de Ada Colau.

El ejecutivo ha salido al paso de la polémica y ha defendido la «libertad creativa» de un autor que apuesta por una virgen casera y desacomplejada. «Que la Mercè se convierta en una señora que aparentemente tiene una vida moderna, muy vehemente o festiva, no cuadra con los parámetros de la piedad de la Virgen María», resume en una conversación con este diario el director de la Fundación Catalunya Religió, Jordi Llisterri. «Otra cosa –insiste– es que nos estemos equivocando en la interpretación, pero si lo interpretas así, esto genera polémica». A diferencia de otras religiones, recuerda el experto, los elementos de la fe católica –la virgen, jesús o la cruz– son muy conocidos, lo que los lleva a todo tipo de ambientes no religiosos y enciende el debate. «Si nadie supiera qué es una Virgen María, la polémica no existiría, porque incluso el autor del cartel no sabría cómo dibujarla y no aparecería», apunta finalmente.

El cartel de la Mercè de 2025 del artista Lluís Danés

En cualquier caso, el analista señala que el debate está vivo incluso dentro de los contextos más religiosos; hay quienes no admiten margen para la discusión, pero también hay quienes no ven motivos sólidos para una crítica tan vehemente. De hecho, el experto ve «significativo» que el Arzobispado de Barcelona haya tardado una semana en emitir el comunicado y compara la polémica con la de hace unas semanas en el carnaval de Terrassa: «Eran contextos diferentes, porque hablamos de un carnaval, pero aquello fue mucho más blasfemo». La imagen de un obispo a cuatro patas y con tacones hizo reaccionar «de forma inmediata» a los responsables de la Iglesia católica, recuerda el periodista para rebajar el grado de la polémica actual.

Equilibrios con la iglesia

La polémica del cartel resuena aún más por el embrollo de la misa del año pasado. El gobierno socialista integró por error la celebración en el programa oficial, pero terminaron rectificando para seguir el legado de Colau. Los ejecutivos de los Comuns habían apostado por distanciar al Ayuntamiento de Barcelona de la iglesia y sus ocho años de gobierno estuvieron marcados por la ausencia de la alcaldesa en la misa de la Mercè. Collboni ha mantenido la eucaristía alejada del programa, pero, en cambio, sí ha optado por asistir como alcalde.

«Es evidente que la misa siempre había estado en el programa de la fiesta, como también lo está un concierto de punk. Con la alcaldesa Colau se tomó la decisión de eliminarla y de aquí cinco o seis años sabremos qué pasó el año pasado. Que apareciera por error parece un argumento demasiado pobre», resuelve Llisterri, quien no prevé ningún cambio de rumbo «hasta que haya un gobierno nuevo, sin antecedentes, que pueda exponer nuevos argumentos».

El alcalde Jaume Collboni y el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, ambos del PSC, asistieron a la misa de la Mercè de 2024 | Kike Rincón / Europa Press

En este aspecto, los dos primeros años de Collboni están marcados por sus propios equilibrios con la iglesia. No solo con la eucaristía de la Mercè sino también con el belén de Navidad de la plaza de Sant Jaume, que se ha convertido en un arma política más. El ejecutivo socialista ha apostado por una estrella gigante en el centro de la plaza a cambio de instalar un belén tradicional más escondido en el patio del Ayuntamiento. «Puedes estar o no de acuerdo con los Comuns, con sus belenes o sobre si se debe ir o no a las misas, pero tenían una posición clara y diáfana que ahora no hay», sentencia Llisterri.

El analista ve «sorprendente» esta relación ambigua con la simbología católica sobre todo porque la relación entre el Ayuntamiento y el obispado «ha mejorado mucho» desde que Collboni aterrizó en el despacho principal de Sant Jaume. «La Misa de la Mercè no deja de ser expresión visible de otras tensiones que había entre el gobierno de Colau y el Arzobispado. Ahora discutirán de temas técnicos, de si se otorga una licencia o no, pero no hay la tensión que había con los Comuns, que veían en la Iglesia una institución con muchos privilegios. El Ayuntamiento de Collboni ha trabajado por reparar puentes con todas las religiones, pero en particular con la Iglesia católica. Por eso sorprende que no se haya sabido gestionar mejor la polémica de la misa del año pasado», opina Llisterri.

El alcalde Jaume Collboni y el teniente Albert Batlle en la misa de la Mercè del año pasado | Kike Rincón / Europa Press

Riesgo de polarización

El PSC se encuentra en una dicotomía que afecta a todas las fuerzas políticas de izquierda. El país se fundamenta en una tradición católica que incomoda sobre todo a estos partidos. Llisterri cree que se ha extendido un discurso laico que a menudo ataca la religión católica y que estas formaciones, más centristas en el eje ideológico, apuestan por acciones mixtas y equilibradas «porque no saben cómo afrontar el debate«. En el caso socialista se suma una segunda paradoja: entre sus filas hay militancia abiertamente laica y crítica con la deriva de la iglesia, pero dentro del gobierno municipal hay figuras como la del teniente Albert Batlle, miembro de Units per Avançar –una formación heredera de la antigua Unió Democràtica de Catalunya– que siempre ha tenido una postura nítida a favor de la Iglesia católica.

Por otro lado, la irrupción de la extrema derecha, que amenaza con apoderarse de los símbolos católicos, ha polarizado aún más este contexto. Esta irrupción reafirma aún más a los sectores críticos con la fe cristiana y la Iglesia católica en su postura anticlerical, y podría dejar vía libre a estas formaciones. «Lo peor que le puede pasar al catolicismo es que su identidad sea fomentada por la extrema derecha», advierte Jordi Llisterri, quien pide afrontar de cara este nuevo escenario: «El cartel de la Mercè o el belén son signos visibles, pero el problema es más de fondo». 

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