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El escándalo de los carteles de Maragall, una excepción en la política europea

En mayo de 1934, Josep Grau i Jassans fue expulsado de ERC e inhabilitado para cargos públicos acusado de simular un atentado contra sí mismo para incriminar a jóvenes díscolos de las Juventudes de Esquerra Republicana- Estat Català (JEREC). Jassans había sido secretario político de Lluís Companys durante la Segunda República y fue también diputado en las Cortes Españolas en 1931 y 1933. Dos años después de aquel ataque de falsa bandera, en abril de 1936 ERC lo restituyó como militante y fue elegido como uno de los compromisarios de ERC en las listas del Front d’Esquerres de Catalunya para votar al nuevo presidente de la República. Desde entonces, no había constancia pública de ninguna otra campaña de falsa bandera en las filas republicanas.

Pero noventa años después de aquel incidente, ERC lucha por reconstruirse políticamente tras un mal ciclo electoral y una guerra interna por controlar el partido en el Congreso del 30 de noviembre, todo ello en el lodazal ético en el que se han visto sumergidas las siglas a raíz de campañas de falsa bandera de los carteles del Alzheimer y los hermanos Maragall en Barcelona y el muñeco de Junqueras colgado de un puente en su villa natal en 2019. El serial es conocido. El excandidato al Ayuntamiento de Barcelona, Ernest Maragall, acepta el informe de los republicanos que apunta al exdirector de Comunicación, Tolo Moya, como responsable del escándalo de los carteles del Alzheimer y se posiciona al lado de Marta Rovira en la lucha interna con Junqueras, mientras en ERC la guerra continúa.

Más allá del desenlace de esta guerra y de la nueva dirección que nazca del Congreso, el TOT ha preguntado a expertos en comunicación política hasta qué punto una campaña de falsa bandera como la que ha surgido de ERC es una excepción en las reglas del juego políticas en nuestro país y más allá de las fronteras.

«Un acto burdo y temerario» totalmente excepcional en Europa

“No hay documentados casos de campaña de falsa bandera como el de ERC, no hay paralelismo en sociedades democráticas del siglo XXI homologables a la nuestra, con seguridad este escándalo pasará a formar parte de los manuales de comunicación política. En EE.UU. se hacen campañas muy agresivas y de ataque a candidatos, pero este acto de falsa bandera tan burdo y temerario es excepcional en Europa y también en EE.UU., muy acostumbrado a campañas B. Aquí han puesto en peligro el prestigio social de las siglas del partido y han traspasado todos los límites éticos ante la sociedad”, señala con contundencia el profesor de comunicación política de la UPF-Barcelona School of Management Toni Aira.

Este experto señala que las campañas B, en las que no aparece el logotipo del partido, son “más o menos habituales”. Campañas que permiten al partido tener “cierta incidencia ideológica evitando el rechazo del ciudadano a las marcas políticas en general”, y que, apunta Aira, “se pueden hacer bien, sin ofender ni mentir, sin traspasar las líneas éticas y profesionales”. El caso de los carteles de Maragall, sin embargo, no se considera campaña B, sino falsa bandera: “Han traspasado todos los límites éticos y morales, y yo diría que también han roto un consenso en el mundo político y de la sociedad sobre qué líneas rojas son infranqueables”, sentencia el profesor de la UPF-Barcelona School of Management.

Imagen del muñeco de Junqueras colgado en Sant Vicenç dels Horts en 2019

De hecho, Aira cree que los carteles de Maragall cumplían todos los requisitos para apuntar directamente a ERC y no a otro partido. “Era un ataque tan absurdo e irracional que era imposible que ningún otro partido se arriesgara a ser descubierto y a desencadenar un efecto potente de empatía por la candidatura de Ernest Maragall”, dice Toni Aira. Sobre la guerra en ERC por la estructura B, “nadie puede creer que desde la cúpula de ERC no tuvieran conocimiento”. “Hay una mala praxis política, que deriva en una mala praxis comunicativa, y no a la inversa como quiere vender ERC”.

Intentar culpar a otro partido, «segundo nivel de falta de ética»

El profesor de Ciencia Política de la UB Jesús Palomar coincide con Aira en que “todos los partidos hacen campañas B”, que “pueden ser legítimas, siempre que no traspasen las líneas éticas como sí ha hecho ERC atacando personas, vulnerando sus derechos y su salud, al mismo nivel de falta ética que mentir y manipular con fake news”. Palomar defiende que se pueden hacer campañas sin el logotipo del partido siempre que se den datos objetivos, pero alerta que en el caso de Maragall y el Alzheimer “se han roto consensos políticos y sociales, además de señalar a otros partidos culpándolos de algo que no han hecho, eso ya es un segundo nivel de falta de ética”.

Palomar destaca la excepcionalidad de los hechos recordando que «aquí no tenemos referentes de campañas de falsa bandera anteriores, como mucho, ha habido fake news de los entornos de VOX y Cs«. No obstante, el politólogo de la UB considera «sorprendente» que otros partidos «no hayan hecho demasiada sangre» del episodio de los republicanos, «se han solidarizado con Maragall y han dicho que está mal, pero no han entrado a fondo», una circunstancia que, a juicio de Palomar, podría ser indicadora de que se hacen campañas en otros partidos que podrían estar en el umbral de la ética.

Finalmente, Jesús Palomar señala que «se está haciendo una bola de nieve del episodio en gran parte porque hay un congreso nacional no pactado, y ERC alimenta su propio monstruo».

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El exdirector del Máster de Marketing Político y del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales (ICPS) Gabriel Colomé alerta que la campaña de los carteles de Maragall «sitúa a ERC en un nivel que nunca se ha jugado ni en España ni en Cataluña, el nivel peligroso de la baja política, que ni siquiera se ha visto en Europa ni en los Estados Unidos, donde sí se hacen campañas para destruir al enemigo». Para Colomé, ahora senador del PSC, ERC ha apostado por un «todo vale», «una cultura política que no vemos en Europa y que tristemente hace que ERC sea una excepción en el panorama político europeo, exportando el lado más oscuro de las campañas negativas que se hacen en EE.UU. para destruir al adversario y haciéndolo aún más turbio con la falsa bandera».

Pero, añade Colomé, «con una campaña chapucera, mal hecha que no les dio ni un solo voto». El experto señala que esta campaña «ha roto el consenso político y social que había en Cataluña de no atacar al presidente Maragall ni burlarse de una enfermedad como el Alzheimer». Además, augura un efecto boomerang del «intento de degradar a los socialistas» y advierte que los votantes y simpatizantes de ERC «pueden sentirse ofendidos por esta «falta de ética».

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