El análisis del 12-M entre las fuerzas de izquierda es de aquellos profundos, después de lo que muchos ya consideran un «toque de atención» del votante progresista. «Tenemos el parlamento catalán más de derechas y españolista de la historia», apuntaba Laia Estrada, candidata de la CUP, después del sonoro batacazo de los anticapitalistas, que han perdido cerca de 62.000 votos y seis escaños del Parlament. Unos resultados que, sumados al retroceso de ERC –pierde 178.000 votos respecto al 2021– y el de los Comunes – pierde 13.000– dejan la izquierda más tocada que nunca. Una situación que contrasta con el auge de Aliança Catalana, que irrumpe con 118.000 votos, el ascenso en 30.000 votos de Vox o el retorno del PP con un aumento de unos 233.000. Junts y PSC, a quien ERC, Comunes y CUP han reprochado durante la campaña un acercamiento al liberalismo económico, han sumado 104.000 y 218.000, respectivamente.
Momento de reflexionar. El aún presidente de la Generalitat y candidato de ERC, Pere Aragonès, ha decidido apartarse y los republicanos avisan que ahora les toca ser oposición. ERC se repliega, lejos del foco de Palau, para reestructurarse. Poco más o menos, lo que ya estaba haciendo la CUP antes del 12-M con el famoso proceso de Garbí y que ahora tendrá que retomar con más motivo todavía. Y los Comunes, que venían de un buen resultado el 23-J, se ven obligados a hacer también la misma reflexión.
En la ciudad de Barcelona, su gran zona de confort, los ecosocialistas sacaron el pasado domingo 1.700 votos más que en 2021, pero la herida es grande si comparamos los resultados del 12-M con el de las municipales del 28-M; con Ada Colau al frente, los Comunes consiguieron (con una participación similar; 61,3% vs 60,5%) 72.000 votos más que ahora. Por otro lado, con Aina Vidal y Yolanda Díaz como jefe de cartel a las elecciones españolas del 23-J, los Comunes consiguieron (en este caso empujados por una participación 10 puntos superior a la del 12-M) sumar 64.000 papeletas más que el pasado domingo. Los Comunes, pues, tampoco se escapan de la derrota de la izquierda y ven como más del 50% de los electores barceloneses que les habían hecho confianza en 2023 han optado ahora por otras formaciones o por la abstención.
El partido lo ve como causa del voto dual
Los Comunes no esconden el fracaso, pero consideran que «sería un error» hacer un paralelismo entre elecciones. El portavoz de la ejecutiva de Barcelona en Comú, Max Cahner, insiste en el «voto dual» como argumento que explicaría esta reducción del 50% de votos entre elecciones. En un contexto de fuerte expansión socialista –el PSC se ha impuesto en gran parte del área metropolitana en las últimas tres elecciones y lidera tres de las cuatro capitales del país–, en la calle Marina no ven peligrar su electorado en Barcelona. Es más, Cahner considera que el contexto municipal facilita que el debate gire alrededor del «modelo de ciudad» y que los Comunes aquí se sienten fuertes. La diferencia es evidente: en Cataluña han intentado replicar esta fórmula, queriendo imponer el debate sobre el «modelo de país», pero no se han salido con la suya. Pero volviendo a Barcelona, esta confianza que dicen tener en su modelo es lo que evitará un golpe de timón en el Ayuntamiento. Los Comunes quieren entrar al gobierno municipal, pero no a cualquier precio, comentan. De momento, insisten que el alcalde Jaume Collboni no ha hecho «ningún gesto» para incorporarlos al ejecutivo.

El electorado progresista, fatigado
La lectura que se ha hecho a la ejecutiva de Barcelona en Comú es prácticamente calcada a la de sus compañeros nacionales. Max Cahner cree que el partido ha pagado la «fatiga» del electorado de izquierda. «Nosotros necesitamos generar ilusión, necesitamos alimentarnos de la movilización social y ya vemos que esto no estaba pasando antes del 12-M», apunta el portavoz de BComú en conversación con el TOT Barcelona. «La sensación es que desde Barcelona era muy difícil reverenciarlo», apunta Chaner sobre la poca movilización del electorado progresista. Sobre el retroceso en la capital, el portavoz asume que los votantes que están «fuera de la burbuja de los Comunes» esta vez «no se han movilizado con nosotros».
En este sentido, los expertos consultados durante la campaña por este diario remarcan el papel de Ada Colau, que a menudo se acontece clave para las aspiraciones del partido y que esta vez no ha acaparado –a pesar de algunos dardos bastante sonoros– el foco del 12-M. El mismo Cahner reconoce que Colau es el «principal activo» que tienen y que su figura «permite llegar a un votante que no conoce tanto la marca». Aun así, la sensación en la calle Marina es que sus principales detractores enfatizan esta dependencia para vincular la supervivencia del proyecto a la figura de Colau. Todos los sectores del partido admiten, eso sí, que se tiene que crecer en los territorios si quieren mejorar resultados en el Parlament. «Tenemos un electorado muy metropolitano y unos liderazgos muchos metropolitanos», dice por ejemplo Cahner, que ve acertado, a pesar de los resultados, que el equipo de Jéssica Albiach haya apostado para promocionarla el 12-M por delante de otras figuras.

Los errores de los Comunes
Los Comunes han sufrido el desgaste de una estrategia –a toro pasado equivocada– centrada en el «modelo de país». El mismo portavoz del partido a escala nacional, Joan Mena, admitía el martes que el Hard Rock no ha entrado en los parámetros de voto del electorado, más centrado a «pasar página» de los últimos gobiernos. Así lo ven también los expertos, que no ven acertada la estrategia de Albiach el 12-M. El catedrático de Ciencia Política de la UAB Joan Botella cree que los Comunes tuvieron un papel clave en el adelanto electoral, fruto de un «conjunto de maniobras» que han sido «muy poco explicadas». El partido defiende que el adelanto electoral lo decreta Pere Aragonès y no la negativa a los presupuestos, pero a nadie se le escapa que una cosa va muy ligada a la otra. «Los seguidores de los Comunes están más informados que la media general, consumen más los medios de comunicación, y pueden haber tenido un disgusto con el papel que han jugado en el Parlament», dice el analista, que ve el voto dual como una dinámica «del pasado» –a diferencia de la ejecutiva de BComú– y la expansión del PSC como un peligro para los poscomunistas. Botella califica la formación de «partido flash», en alusión a un partido «capaz de subir muy deprisa, pero también de bajar rápidamente», y ve en las bases «de la antigua ICV» una tabla de salvación en el área metropolitana.
Otra voz, la del experto en comportamiento político, instituciones y cambio climático, Marc Guinjoan, apunta que la bandera del Hard Rock servía para ejemplificar un modelo político de izquierdas, pero que la apuesta «ha salido mal». Ahora bien, el politólogo va un paso más allá y culpa del retroceso de los Comunes a una «‘sucursalitzación’ del partido al PSOE». «En Madrid, Yolanda Díaz es una socia muy cómoda para Pedro Sánchez, mucho más que Irene Montero o Pablo Iglesias. Si un partido cada vez se asemeja más al otro, y el líder del otro es más potente que el tuyo, el electorado acaba viendo más incentivos para votar el otro», dice Guijoan. En clave catalana, el experto concluye que los Comunes cada vez se asemejan más «en forma y fondo» a ICV, con un discurso muy duro «contra la antigua convergencia o ahora Junts» y una actitud «acrítica» con un PSC «que si no fuera por el eje nacional, se asemeja mucho». «Las copias nunca son buenas», avisa Guijoan, que a la vez detalla la dificultad de distanciarse si compartes gobiernos.



